El Último Suspiro [Yoongi - BTS] {FINALIZADA}

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A cuatro días de que la expulsión terminara, Lia miraba pensativa al techo sin saber qué hacer esa mañana en la que debería estar en una clase aburrida junto a un chico insufrible que le aceleraba el corazón mientras pensaba en sus amigas pues las tres vivían con el miedo de ser descubiertas, sobre todo la mayor de ellas porque sus padres podían aparecer de la nada. No sería la primera vez. A veces, su empresa decidía acortar su jornada por el buen trabajo de los adultos. Lucas mantuvo informada a la menor en cuanto al azabache y cuando él le dijo que no pudo salvarlo de alguna que otra broma, su corazón se encogió recordando cómo lo dejaron aquel día en el baño. También le contó que, cada día, entraba en la cafetería, la analizaba y se iba a comer al patio trasero sin motivo aparente ante sus ojos. Lo que no sabían, era que él buscaba a alguien en esa cafetería.

Llamada.

— ¿Cómo lo lleváis? — preguntó el moreno junto a sus dos amigos.

— Yo tengo el miedo metido en el cuerpo, cuando oigo pasos acercarse, siempre me escondo debajo de la cama — dijo Lilith mientras comía un bocadillo.

— Yo no me puedo esconder debajo de la cama, es demasiado enana así que me escondo en el armario — espetó con desdén la menor.

— Sería mejor que buscaras otro lugar para esconderte, ¿y si tus padres entran a tu habitación a colgar ropa? — dijo con preocupación el castaño.

— Nunca lo han hecho, dudo que ahora lo hagan.

— ¿Qué hay de ti, Lia? — Taehyung mantuvo la mirada atentamente sobre Lia.

— Pues a base de cafés para no dormir todo el día.

— En verdad que me siento mal por vosotras — el tono de Taehyung bajó considerablemente al empatizar con las chicas, sobre todo en la de Lia.

— No debes sentirte mal, tampoco podrías hacer nada...

— Podríais venir a vivir con nosotros — añadió rápidamente el mayor en cuanto la peli rizada habló.

— Llevamos mucho tiempo diciéndolo, sabéis que no nos importaría.

— Jungkook, sabemos que no os molestaríamos, pero el apartamento es muy pequeño para seis personas.

— Pero, Sofia, podríamos alquilar otra...

— No, Tae — los tres chicos no pudieron evitar la punzada en el corazón en cuanto la pelinegra intervino —. Podemos esperar a terminar la universidad. Yo hace tiempo que le doy vueltas a lo de conseguir un trabajo.

— Como vosotras queráis... La puerta de la casa de vuestros oppas estará siempre abierta para vosotras — espetó dulcemente el mayor.

— Muchas gracias, oppa.

El chico agradeció no haber estado en videollamada pues así, al menos, podía ocultar su sonrojo del cual sus compañeros se burlaron no muy disimuladamente.

— Os voy a llevar de paseo, me aburro de estar aquí encerrada — no dejó hablar a sus amigos y salió de su habitación para ponerse sus zapatos en el salón.