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— ¡Hey, hey, Kitty! Es hora de levantarse — animó su hermano a lo que la chica solo se revolvió en su cama. — Es sábado y nuestros padres no están en casa — no lo recordaba, pero tampoco tenía ganas de ponerse a gritar, así que levantó su brazo en forma de victoria —. ¿Qué haces?

— Ay... Celebro que soy libre.

— Bueno, libre... Tienes que ir a trabajar...

Lia suspiró y se incorporó en su cama masajeando toda su cara.

— Se me había olvidado...

— ¿Tan rápido te has cansado del trabajo?

— No es eso, es que soy perezosa.

— Ah, sí, a veces se me olvida que tengo un gato de hermana.

— Tú ya estás bien, por lo que veo, ¿no? — soltó con cierta ironía frente a la que Lucas solo sonrió.

— Sí, y qué bien poder respirar otra vez.

Lia se desperezó pasados los cinco minutos antes de levantarse e ir a desayunar. Agradeció a su hermano el haber preparado el desayuno, despertarla y que hubiera ido tras ella, pues era muy probable que terminara tropezando por el sueño. Desayunó bien por primera vez en días, esas tortitas le hicieron tocar el cielo, también se pegó un buen hostión en cuanto se las terminó y tuvo que hacerse el moño. Se vistió con el uniforme de Sombong Bar y su hermano ejerció de madre alisándole la falda antes de darle dinero para el autobús al que ella se negó.

— ¿Seguro que quieres andar tanto?

— No te preocupes.

Sonrió a su hermano para tranquilizarlo y comenzó su camino hacía la pastelería, sufriendo el infernal calor de las ocho de la mañana. La gente la miraba como si fuera un extraterrestre por el uniforme, pero ella seguía con la cabeza alta intentando disimular el sudor de su frente hasta que llegó frente al establecimiento. La campana anunció su llegada y se sorprendió al ver la mitad de las mesas ya ocupadas.

— ¡Hola! — saludó Yuri.

— Hola, no llego tarde, ¿no? — se vio obligada a mirar la hora en su teléfono.

— No, no, nosotros empezamos antes. Por favor, siéntete cómoda y no entres en pánico por la gente.

La de mechas moradas sonrió para tranquilizarla y tuvo que dejarla con el nervio en cuanto un cliente entró por la puerta. Ella respiró hondo y esquivó a algunas personas para situarse tras el mostrador. Pensaba que iba a ser un no parar, pero la gente solo iba allí para hablar y comer como cerdos. Cobró a siete personas contadas en casi dos horas y atendió a unas ocho. Había encontrado la manera de distraerse y no, no era hablando con las personas sentadas frente al mostrador, era con los botones de la cafetera. Escuchó la campana sonar y frunció el ceño en cuanto vio a Taehyung entrar en la cafetería.

— ¿Taehyung?

El chico la miró. Parecía ahogado, como si hubiera corrido, pues estaba más que sudado.

— Lia, tengo que hablar contigo.

— Ahora no puedo, Tae.

El Último Suspiro [Yoongi - BTS] {FINALIZADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora