金継ぎ

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金継ぎ Kintsugi


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Dos perfectos desconocidos, esperaba que eso fuesen después de todo el dolor con el que se habían acribillado; pero eran dos almas con el amor apagado, con los sentimientos escondidos como si fuesen un tesoro sin mapa que indicara el lugar donde excavar. 

El reloj dejo de marchar, todo se licuo a su alrededor de solo verlo nuevamente, la facilidad con la que caía en él era tan dolorosa, aunque quisiera hacerse la fuerte, esa maldita necesidad de tenerle era más grande, cada uno de sus latidos anunciaba que lo seguía amando como una loca, como la maldita niña ingenua que creyó en un amor efímero. 

Toda ella se había quedado en esos labios, en ese par de ojos tan penetrantes como los de un predador a punto de atacar. 

Sácame de aquí por favor— le dijo al hombre al lado de ella. —Sácame de aquí

Kintsugi es el arte de hacer bello y fuerte lo frágil, los japoneses creen que algo que se ha sufrido daño se vuelve más hermoso, es por eso que rellenan las grietas con oro. Pero a pesar de tener oro en ciertas partes de su corazón, seguían algunas heridas latentes, esas que aun podían sentir el frío de sus ojos o arder ante el calor de sus dedos, era fragilidad cuando lo tenía cerca, se olvidaba incluso de como respirar propiamente. 

— Nami— 

De nuevo el eco de su voz en el silencio de su melancolía, la llamaba como antes, con la misma dulzura, no era fuerte, era solo un cristal a punto de romperse con el golpe de su presencia. 

—¡No! — le gritó con los ojos húmedos. — Ya no quiero nada de ti ¿no crees que ya me destruiste lo suficiente? — 

Iba a decir algo, pero la mano de aquel hombre al lado de ella se posó en sus hombros y toda la melancolía desapareció, las lágrimas no fluyeron como antes, simplemente detuvo su tristeza.

 —Nami, necesitan esta platica— dijo Yutaka acercándose a ella, pero seguía negando, ahora ya no tenía los ojos a punto de las lágrimas sino un dolor que fácilmente podía convertirse en odio. 

—No, no la necesitan, me la voy a llevar— 

Fue la primera vez que el hombre habló dentro de esa conversación, Nami pareció sucumbir ante sus palabras, casi como si fuese su padre quien las hubiese pronunciado. 

— ¿Y tú eres? — preguntó Atsushi bajando los pequeños escalones. El japonés solo le sacaba unos cuantos centímetros que casi no podían notarse, hubo un duelo de miradas que Toll predijo iban a llegar a los golpes si alguno de ellos soltaba otra palabra. 

— Su prometido— soltó de pronto haciendo que Nami lo mirase sorprendida. 

El sonido de algo romperse fue lo que atrajo la atención de la joven, era Atsushi, había tirado el jarrón que adornaba una de las esquinas del lugar. 

Las palabras no dejaban su boca, quería gritarle, pero no pudo, el dolor se había llevado su voz, a lo lejos se escuchaba la voz de Toll pidiéndole que se quedara, pero sus pasos alejándose como aquella tarde, esa fatídica tarde cuando no la besó como siempre. 

—¡Acchan!— logró sacar de lo profundo de su garganta. —¡No es verdad! ¡No es verdad!— gritó casi corriendo hacia la entrada, pero él ya se había ido, dejando un rastro helado entre mezclado con sus recuerdo, el eco de su voz rebotando en las paredes.

Sus pies le jugaron una mala pasada haciéndole perder el equilibrio, sus manos detuvieron el golpe, Adam se acercó rápidamente a ella. 

—Ayanami— le llamó, pero la chica lo alejo bruscamente mirándolo como nunca antes, con ese odio que debía ser para el japonés no para él. 

𝓑𝒓𝒐𝒌𝒆𝒏 𝓓𝒐𝒍𝒍  [Buck-Tick] CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora