𝑃𝑎𝑟𝑡𝑒 𝑉𝐼𝐼𝐼

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La imagen de su padre hablando con Sharon la perseguía día y noche, se sentía culpable de algo en lo que realmente no tenía mucho que ver. Se suponía que su nacimiento iba a traer alegría a todas las personas que habitaban en la mansión en aquel entonces, pero su tía nunca pudo dejar atrás ese sentimiento de rechazo por un amor fallido, a pesar de que Bernie le dijo que podían ser una familia, todos juntos.

Luna sentía que le debía algo, una disculpa que sus padres nunca pudieron ofrecerle, estaba asustada, aterrada, porque llegó hasta el punto de intentar quemar todo dos veces. Ámbar había visto el lado más bondadoso, más hermoso de esa mujer, aquella que ella tanto idolatró en su niñez, no justificaba ninguno de sus actos, pero simplemente no podía dejarla en un hospital sufriendo, sin su apoyo, siendo Sharon uno de los pilares de su vida.

La noche del primer viernes luego de que había regresado a la casa, fue hasta la habitación de su prima, aún no se acostumbraba a ver algunas cosas con manchas de spray negro, no sentía que esa fuera Ámbar, ella se había abierto su corazón a Luna unos días antes, diciéndole muchas cosas acerca de Sharon, de su vida, cosas que ella no sabía.

Toco dos veces con sus nudillos la puerta, esperando a que le abrieran o a que le permitieran el ingreso.

—Pase.—gritaron desde el interior de la habitación.

—Ámbar, ¿cómo estás?—se sentía insegura, dudaba de si debía contarle del video a su prima, o tal vez ella ya lo sabía.

—Bien Lunita, sentate, ¿a qué venís?—palmeó con su mano el colchón invitándole a acomodarse junto a ella en la cama.

—Uh, em...—rascó su nuca nerviosa, era todo más fácil cuando se lo imaginaba, hacerlo le suponía un millón de obstáculos—Aquí voy. El día en que llegué, estaba la caja que Sharon estaba tratando de ocultar, o bueno, su contenido.

Guardó silencio unos segundos, cada palabra le costaba demasiado pronunciarla.

—¿Y?

—Era una cámara de video, tenía un casete con ella. Este tiene grabada una conversación entre mi padre y ella. No sé si lo sabías Ámbar, pero ella estaba enamorada de él, pero, puedo suponer que llegamos hasta aquí porque le afectaba demasiado la relación de mis padres.

—¿Me estás diciendo que todo lo hizo por amor? ¿Porque tu padre no le correspondió?—su labio temblaba, estaba intentando contener las lágrimas.

—Sharon siempre sintió que Lily le quitaba todo, ella, menciona que de mi madre no haber aparecido, ella y Bernie estarían juntos.

—¿Tenés el video?

—Sí, lo descargué en mi teléfono luego de verlo unas cuantas veces.—le extiende la pantalla con el video reproduciéndose.

Juntas lloraron, parecería ridículo ante los ojos de muchos, pero a ambas les dolía saber hasta dónde habían llegado las cosas por amor.

—Siento que le debo una disculpa—dice luego de que quedaron en silencio al finalizar el video—, una que mis padres nunca pudieron darle.

—¿Querés que te acompañe?—decidió simplemente no decir nada respecto a lo que vieron, guardó sus emociones para la noche que se le avecinaba.

—Te lo agradecería demasiado Ámbar, en serio.

—Mañana salimos a las seis al hospital, por la situación en la que está nos dejarán entrar a cualquier hora en la mañana.

Sin decir más, se despidieron la una de la otra para intentar dormir, cosa que no lograron hasta altas horas de la madrugada.

A las seis de la mañana sin falta ya estaban juntas frente a la entrada de la casa, Luna un poco somnolienta, pero con todas las ganas de llegar y dejar ese peso que estaba cargando.

El viaje y la entrada al hospital fueron como una mancha borrosa para ella, su propósito era lo que más le inquietaba.

—Madrina, buenos días.

—Buenos días Ámbar.

Con sus pies pesándole se acercó a la camilla en la que yacía su tía, que tenía sus ojos vendados, por lo que no se enteró de su presencia.—Buenos días señora Sharon.

—¿Qué hacés aquí Luna?—su voz sonaba más alterada de lo que sonó a la hora de saludar a Ámbar, quien con señas le indicó a su prima que las dejaría solas.

—No quería incomodarla, solo—dudó un poco, pero no podía arrepentirse—, vengo a pedirle disculpas.

—¿Por qué tendría que perdonarte yo? Soy la causante de todo esto, la vida finalmente me cobró todo lo que hice, mírame, perdí la visión, puede que la recupere algún día, pero parcialmente. Es mi culpa en todo sentido.

—No me refiero a eso.

—¿No?—estaba removiéndose en la cama, por lo que Luna intentó ayudarle a que se sentara, ella aceptó su ayuda a pesar de todas las contradicciones que se daban en su cabeza.

—Vengo a pedir perdón por el daño que le causaron mis padres—su labio empezó a sangrar, lo había mordisqueado todo el camino y en aquel momento lo había hecho con todas sus fuerzas, por lo que el sabor metálico llegó a sus papilas gustativas—, vi el video.

—Pero claro que lo hiciste, la maldita caja no se destruyó en nada imagino.

Ignoró el comentario ya que no sintió que pudiera dar una respuesta a eso, pero continuó con lo que debía.—Sus sentimientos, creo que fue en algo en lo que ellos no pensaron, su felicidad fue lo primero, pero precisamente eso fue lo que nos trajo hasta este punto hoy. No le estoy pidiendo que me trate como si nada hubiera pasado, porque la vida ya nos demostró que eso no se podrá, pero desde lo más profundo de mi corazón, le pido perdón, algo que ellos nunca podrán hacer con su cuenta al menos no en vida.—las lágrimas se habían convertido en sus fieles compañeras los últimos días, y aparentemente no buscaban dejarla sola en un momento como ese.

No solo ella derramó lágrimas, el pecho de Sharon subía y bajaba arrítmicamente, a la vez que lágrimas descendían por sus mejillas.

—No te diré que esto no es mi culpa, porque lo es. Tampoco te diré que seremos tía y sobrina como si nada hubiera pasado. Solo te diré que agradezco desde lo más profundo del poco corazón que me queda.

Gracias a ti; LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora