50 VECES ROSA // ~namjin~

IX

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Sí, estaba jodidamente nervioso. Inlcuso intenté arreglar aquel estúpido tubo porque no paraba de pensar que había sido una pésima idea. Al final simplemente decidí continuar con aquel plan. ¿Por qué? Fácil, no tenía otra idea para hacer que el enorme moreno cruzara la puerta del apartamento o al menos para intentar que lo hiciera, porque si él no tenía ni la mínima idea de como arreglar un maldito tubo con un pequeño agujero entonces pasaría más días intentando llamar su atención.

Decidí no continuar comiendo mi cabeza con pensamientos que solo iban a ponerme más nervioso y fui directo a su cafetería.
En el camino oía algunas voces de gente que paseaba a su mascota o de niños y adolescentes que iban en compañia de sus padres yendo a quién sabe donde.

El vago pensamiento del joven yo se mezcló con lo que podría pasar más adelante y no fue tan agradable recordar aquello.

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27/05/2007

—¿Cuando le diras que esto está mal? —hablé luego de negarme a salir de mi cuarto. Sabía lo que debía hacer y por supuesto que no quería.

—Sabes que te damos todo lo que quieres, Seokjin. Por favor, coopera con esto —habló mi madre desde el otro lado de la puerta.

—¡Es mi jodida virginidad! ¡Yo estaré adolorido por días! ¿Cómo puedes pedirle eso a tu propio hijo? —grité mirando en donde se suponía que ella estaba parada.

—¡¿Acaso quiere que nos mate?! —me quedé callado—. ¡No quieres morir y yo tampoco! Tu padre tampoco quiere esta vida, Jin, pero es lo que desgraciadamente te tocó y prometo que saldremos de esto.

Miré la puerta con lagrimas en los ojos. Una de mis debilidades era oír a mi madre con la voz rota y si era mi culpa me sentía una maldita mierda. Por esa razón, abrí la puerta y le di un abrazo, porque a pesar de que era la peor madre del mundo sabía que en el fondo solo intentaba volver mi vida menos mierda de lo que podría llegar a ser.

—Se que habíamos estado muy tranquilos pero necesitamos dinero, cariño, y esa gente muere por sentirte, tu eres muy guapo, ¿sabes? —aquellas "palabras alentadoras" de mi madre solo me hicieron asentir con la cabeza y comenzar a llorar como un imbécil.

Esa misma noche, estaba demasiado nervioso. Conocía a aquel hombre y siempre me había dado una pizca de miedo. Mi respiración se cortó cuando en una de esas extrañas "reuniones" que mi padre organizaba con gente desnuda bailando por doquier, me llevaron a una recámara que se encontraba en el segundo piso.

Al ingresar lo primero que vi fue una enorme cama y luces un tanto bajas. Olía a perfume barato junto a cigarrillo y sentí mi estómago revolverse un poco por ello.

Me sobresalte cuando la puerta se abrió y voltee lentamente. Era él, el desgraciado que mientras caminaba a la cama me habia pedido que quitara cada una de mis prendas, y que lo haga rápido porque sino se enojaría. Mis manos temblaban como las hojas de un árbol en pleno otoño y mis ojos ya comenzaban a sentirse repletos de lagrimas que cayeron poco despues junto a mí a la cama.

Perdí la cuenta de cuantas veces dije la palabra "detente". ¿Me golpeó? Claro que sí y aún más fuerte por llorar. Temía por mi vida, temía que un golpe se le fuera de la mano y me dejara inconsciente o que rompiera algún hueso de mi débil y delgado cuerpo. Él era cinco veces más alto que yo y parecía ser un tipo fuerte, de hecho lo era.

Lo que más recordaba de aquella infernal noche era la forma en la que él me arropó y susurró en mi oído un "descansa" mientras yo sollozaba acurrucado en una almohada y sosteniendo mi barriga debido al dolor.