50 VECES ROSA // ~namjin~

XIV

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19/05/2010

Fue un jueves lluvioso cuando volví de la escuela y encontré la casa fría. Nadie respondió a mi fuerte saludo indicandoles que había vuelto y eso me extrañó un poco, teniendo en cuenta que siempre había alguien allí.

Pasé por la sala y no había ni un alma. En la cocina tampoco pero había un notorio desastre, como si una guerra hubiese pasado por ahí. En la mesada había algo de comida quemada, no pude descifrar que era pero no se veía nada bien. Había copas rotas, las sillas estaban desordenadas, incluso una tirada lejos de la mesa.

«¿Qué mierda?»

Subí las escaleras completamente desesperado y corrí por el pasillo hasta llegar al cuarto de mis padres. Mi corazón dio un fuerte latido, tan fuerte que llegó a doler por unos segundos.

Mi madre estaba ahí. Estaba algo enredada con una sabana de la cama y sus despeinados cabellos se atravesaban por su rostro. Estaba muerta, se notaba en sus ojos abiertos.

Me atreví a acercarme y su cuerpo se veía lastimado. Algunos cortes, moretones, maquillaje corrido. No cabía más duda de que el culpable había sido mi padre.

Sus pertenencias no estaban, solo un poco de ropa. El armario estaba abierto, como si hubiese buscado algo. Solo él sabía que ahí había mucho dinero. Revise y ya no quedaba nada de dichos billetes.

Corrí a mi teléfono y lo llamé. Había sido estúpido. Llamar a quien probablemente asesinó a tu padre realmente era ridícula, pero cuando estuve por colgar atendió.

—Hijo...

«Esta ebrio»

—¿Qué has hecho?

—Iba...iba a llamar a la policía —se lo escuchó lejano, como si se estuviera tambaleando.

—Debió hacerlo —respondí sintiendo mis ojos aguarse.

—¿Llamas para abrumarme? Tenía mis razones para asesinar a esa perra, ahora déjame beber tranquilo.

«Beber»

Si estaba bebiendo solo podía estar en un solo lugar. Había un bar algo escondido en la ciudad, donde gente turbia iba ahí y en las noches se convertía en un club privado. Sí, había participado en varios bailes ahí por obligación de mi padre, me daba asco ese lugar.

Le di una última mirada al cuerpo de mi madre y di pasos largos hasta llegar a las escaleras. Las bajé corriendo y por un segundo extrañe la voz de mi madre regañandome por aquello; no recuerdo la última vez de eso.

Tome el abrigo del uniforme del colegio y salí corriendo, ignorando las gotas que nublaban mi vista y el hecho de que mis zapatillas favoritas se estén mojando y ensuciando con algo de lodo.

Agitado, con el cabello desarreglado y mojado, en ese estado llegué a la puerta del bar e ingrese olvidándome de mi apariencia.
Mi corazón latía demasiado fuerte, mi cabeza dolía un poco y por un segundo la idea de darme la vuelta e irme atravesó mi cabeza.

Pero solo tuve que verlo ahí, sentado en la barra observando su vaso de quien sabe que.

«Ahí estás, basura»

Pasé por al lado de una mesa la cual habían dos clientes y tome el cuchillo de uno. Ignorando las quejas de que se lo devolviera fui hasta donde mi padre y lo voltee con ganas para que me mirara. Frunció el ceño un segundo y luego abrió sus ojos demasiado grandes; le había clavado el cuchillo en el abdomen.