XI

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El dulce canto de un pájaro hizo que abriera mis ojos con suma lentitud. Estire mi brazo hasta la mesa de luz donde yacía mi teléfono. Verifique la hora y eran las siete de la mañana; Namjoon entraba a las nueve.

Voltee mi cuerpo y ahí lo ví, acostado boca abajo, algo despeinado y roncando quedito. Sus músculos marcandose sin vergüenza alguna y sus piernas y trasero siendo tapados por la blanca sabana de mi cama. La luz del sol colándose por la ventana chocaba débilmente con la piel canela de ese muchacho y una traviesa mano se acerco para contornear aquella espalda con las yemas de sus dedos.

Me acerqué más a él y desprendía un aroma tan varonil que hizo morder mi labio. Pasé mis dedos por su espalda baja, luego por sus hombros hasta llegar a su rostro, en donde admiraba cada facción completamente relajada.

Me asusté un poco cuando tomó mi muñeca una vez que esta llegó a su nariz y sonrió con los ojos aún cerrados.
—Buenos días —su voz ronca retumbo por toda la habitación e hizo que me estremeciera. Era una mezcla de voz débil con una voz fuerte y eso me volvía loco.

—Buen día, Namjoonie —dije recostandome aún más a su lado y este abrio sus ojos. Estaban hinchados y podía notar lo oscuros que estos eran—, aún es muy temprano, la alarma no ha sonado.

—Bien, entonces ven aquí —dijo jalandome más hacia él, dejándome recostado casi debajo de su cuerpo para que él escondiera su rostro en la curvatura de mi cuello. Se sentía tan cálido y acogedor que no quería levantarme nunca.

(...)

—¿No te olvidas nada? —hable colocándome mi abrigo, viendo como Namjoon también hacía lo mismo mientras negaba. Faltaban minutos para que tengamos que irnos y a pesar de que el negocio quedara a la vuelta del apartamento, debíamos ir en auto ya que Namjoon tenía que buscar su ropa de trabajo que estaba en su casa.

—Aunque, si olvido algo, tal vez sea una excusa para volver, ¿no? —sonrió y se acercó a mi para tomarme de la cintura. Yo no me resistí ni un poco.

—Sabes que no necesitas excusa para venir aquí —di un leve toque en su nariz y luego deje un corto beso en sus labios, el cual lo dejo algo enbobado—. Vamos, cariño, se hace tarde —hable tomando mi billetera y mis llaves.

—Amo cuando me llamas así —dijo caminando a mi lado mientras salíamos del apartamento. Yo le sonreí cerrando mis ojos y él, antes de que pudiera abrir la puerta, me acorraló contra la misma y comenzó a besarme con desesperación, como si nunca más nos volvieramos a ver y eso me estaba volviendo loco por segunda vez en la mañana.

Acaricié su cuello todas la veces posibles mientras sentía nuestras respiraciones mezclarse y sus enorme manos en mi precioso trasero, masajeando y apretando contra su anatomía.

—Nam... —susurre jadeante cuando se separó apenas unos centímetros.

—Sí, debemos irnos —me soltó con lentitud y tarde unos segundos en recuperarme de aquel fogoso beso. Abrí la puerta sonrojado y luego de cerrarla, ambos comenzamos a caminar juntos hacia el ascensor.

Unas cuatro personas estaban dentro, esperando llegar al último piso y tome el brazo de Namjoon con posesividad cuando note que una joven estaba mirando a mi hombre.
—La cama estaba muy cómoda, ¿no, cariño? —hable acariciando su cabello. La chica nos miró y Namjoon me miró a mí, sorprendido y algo sonrojado.

—Claro que sí —respondió y soltó una tierna risa para después acariciar la mano que sostenía su brazo con algo de fuerza.

Las puertas del ascensor se abrieron e ignorando a todas las personas, fuimos hacia el garaje donde mi auto se encontraba.

50 VECES ROSA // ~namjin~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora