Capítulo 3

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Thomas elevó la vista una vez más dejando de lado la tarea de atarse las agujetas durante un segundo. Minho continuaba observándole en silencio, con ambos brazos a la altura del pecho. Si tenía que adivinar, Thomas estaba casi seguro que el asiático le estaba acribillando en silencio.

—¿Si? —con una ceja ligeramente arqueada, el castaño finalmente se atrevió a romper la pequeña burbuja de silencio que se había creado en la habitación.

—Sinceramente no me interesan demasiado tus decisiones en el desierto —murmuró el asiático al tiempo que se inclinaba hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas—, pero las consecuencias a este punto son palpables. Las paredes son delgadas, shank, y no soy ningún garlopo sordo —esta vez, Thomas casi podía jurar que escuchó la quijada de Minho tronar, producto de la fuerza extra que este ejerció en el movimiento.

—Güey, no sé de qué me estás hablando —porque fingir que no entendía era probablemente la mejor arma que tenía por aquel instante, bueno, contando por supuesto, con que Newt demorara otros cinco minutos en el baño.

—Nuestro shank sin cerebro ha dejado en claro a quien eligió —añadió el antiguo corredor mientras se ponía de pie, tratando de controlar el irrefrenable impulso de estrellar su puño en la cara de desconcierto de su amigo—. Y no voy a pelear por mamadas como esas. Pero yo lo conozco desde antes, cerebro de penitente, y esta vez no creas que quedará en un simple golpe si las cosas con las shanks se repiten.

¿Minho le estaba amenazando? Thomas se quedó perplejo durante un escaso momento, terminando por arrugar ambas cejas mientras desviaba la mirada, como si estuviese pensando una respuesta ante ello.

—Las cosas no sucedieron como tú crees, Minho. Es complicado de explicar, no sé cómo empezar, yo...

El golpe seco que se instaló en uno de los tubos de metal de la litera, hizo que Thomas detuviese sus palabras, abriendo los ojos claramente alarmado por la extraña actitud de su amigo.

—¿A qué hora van a dejarse de esas mamadas, shanks?

Esta vez fue la voz de Newt la que sonó en la reducida habitación, logrando que los ahí presentes posaran sus miradas en el shank que les observaba desde el marco de la puerta del baño. Las hebras rubias húmedas delataban la reciente actividad del chico, una muda de ropa nueva descansaba en su cuerpo y parecía estar en total desacuerdo con lo que ocurría en el lugar.

—Tenemos un miertero de garlopos ahí afuera. Guarden sus peleas estúpidas para ese momento —Newt no añadió más, no cuando ya estaba caminando de regreso a las literas, esquivando la mirada de sus compañeros.

Era extraño. De donde lo viera, era sumamente extraño. Durante sus días en el área hubiese dado cualquier cosa por ocultar sus peculiares gustos, nadie se atrevía siquiera a insinuar nada en el ámbito romántico fuera de lo que pudiese catalogarse como una broma. Pero ahora era distinto, siquiera podía imaginar qué sucedía en la cabeza de Minho para actuar de esa manera, y quizá aplicaba lo mismo con Thomas. Realmente no comprendía y no quería hacerlo. A ese punto se había convencido de que la noche anterior no había sido más que un simple desliz, nada más, sabiendo que la mirada del castaño era probablemente la primera que deseaba evitar.

Quizá por ello el ruido de la puerta abriéndose llegó en el momento indicado.

Los pardos de Newt volaron del punto inexacto en el suelo hasta la figura de Janson y el singular grupo de guardias que lo acompañaban. No supo en qué segundo la rabia sin sentido inundó sus entrañas, ni mucho menos, cuando ya estaba fantaseando con la idea de estrellar la odiosa cara del sujeto contra una de las paredes.

—A pesar de todo, hemos decidido devolverles sus recuerdos, les guste o no.

Recuerdos. Newt estuvo a punto de dejar el punto exacto en el que estaba parado para lograr que toda la ira sin sentido acabara en ese mismo instante, pero el guardia que apuntaba a su pecho por aquel momento, le hizo desistir de la idea casi de inmediato.

Regresa a mí | Newtmas | Libro 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora