Capítulo 2

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El tic tac del pequeño reloj de la habitación parecía que iba a volverlo loco. Apenas unas horas atrás se habían atascado con platillos que les habían hecho llegar, después de claro, asegurarse de que a la siguiente oportunidad, lucharían con uñas y dientes para salir del lugar.
Era como si los hubiesen encerrado de nueva cuenta en una habitación como el auditorio, solo que estaba vez, tenía a su ex novio y al idiota asiático que no perdía ni una maldita oportunidad.

Newt terminó por soltar un resoplido poco antes de volver a acomodarse sobre la suavidad del colchón, cerrando los ojos e ignorando por milésima vez, los fuertes ronquidos que el asiático estaba echando en la siguiente litera. Parecía que Minho podía dormir sobre rocas hirviendo y ello probablemente, no representaría problema. Apretó los parpados y trató de ignorar el extraño cosquilleo que le invadió de repente: Thomas había decidido dormir lejos, en la cama inferior de la litera que el asiático había tomado.

Llevó sus dedos hacia la sábana una vez más, terminando por cubrirse hasta las narices y tratando de dormir. Necesitaba recuperar energías. Cuando la puerta se abriera de nuevo, se abalanzarían sobre los guardias y lucharían, esta vez de verdad. Aunque probablemente no le emocionaba mucho la idea de vivir en el exterior y convertirse en un crank, probablemente era muchísimo más atrayente el morir libre, y no como una rata de laboratorio en otra de las pruebas de C.R.U.E.L.

Soltó un suspiro más ahogado y se relajó por completo, esta vez dejándose llevar por el cansancio e ignorando todo el cúmulo de pensamientos que continuaban alojándose en su cabeza. Fue el crujir de la cama lo que le hizo abrir los ojos, probablemente, a punto de tirar un golpe hacia la oscuridad, pero la calidez de unas manos ajenas sobre sus labios le hizo callar y desistir casi de inmediato de la idea: Thomas. Newt estuvo a punto de levantarse de la cama y de apartar las manos del otro de su cara, pero desechó la idea cuando el cálido aliento del chico dio de lleno contra una de sus orejas.

—Solo necesito unos minutos, solo eso —fue una súplica, un murmuro teñido de mil emociones que Newt no supo cómo describir. La única respuesta que pudo emitir por aquel instante, había sido un extraño gruñido que murió al segundo exacto en que la sonrisa del castaño inundó sus sentidos.

No hubo más tras aquello. Con los pies descalzos y con cara de pocos amigos, el antiguo segundo al mando terminó por abandonar la comodidad de la cama, sintiendo como los dedos de Thomas se encajaban con suma suavidad en la piel de una de sus muñecas.
Apenas eran unos metros los que separaban el baño de las literas, pero probablemente, el pequeño espacio era una mejor opción que charlar en la habitación que era amenizada por los bellos ronquidos de Minho.

Cuando el click de la puerta se dejó escuchar, el rubio ya se había apoyado contra la pared enlosada, lo más lejos posible de lo que se hallaba Thomas por aquel instante. Había una pequeña regadera a un lado, a un par de metros el inodoro, y justo enfrente, el lavamanos. Después un extraño pasillo de un metro, que daba hacia la puerta, justo donde el castaño se hallaba apoyado.

—Tienes cinco minutos. Tengo sueño, miertero, y a como salgas con una mamada como la de ayer, te juro que te parto el hocico a golpes —Thomas le observó con una sonrisa, como si estuviese ignorando la advertencia que Newt acababa de soltarle por aquel instante.

—¿Podrías dejar de amenazarme cada cinco minutos? —la pregunta fue simple, quizá hasta inocente. Newt solo se cruzó de brazos y bajó la mirada, como si fuese un niño recién descubierto en plena fechoría.

—Si dejarás de actuar como descerebrado probablemente ya no te trataría como uno —. El rubio hizo una pausa y esta vez volvió a mirar a Thomas—, ¿algo más para añadir? ¿No? Muy bien, buenas noches —. Lo cierto es que no quería escuchar más. Estaba harto de las explicaciones del desierto, de la actitud de Thomas y de todo. No quería continuar hurgando en la herida ni tratar de hallar explicación alguna para lo que había sucedido. Las cosas eran así y ya. Probablemente era esa la razón por la que el rubio ya estaba caminando hacia la puerta, completamente decidido a hacer a un lado al castaño para regresar a la estúpida cama y tratar de dormir; pero sus planes quedaron frustrados al segundo en que Thomas interrumpió su andar sujetándole de los brazos y acorralándolo contra la pared en que la se había apoyado apenas unos momentos atrás.

Regresa a mí | Newtmas | Libro 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora