Capítulo 10

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La habitación no era azul. Esta vez era gris. Thomas estaba a su lado, sentado, palmeando con suavidad uno de sus hombros.
Lo enviarían al Laberinto, y hacía unos minutos, había estado con Lizzy por última ocasión. Pero, las cosas no podían ser tan malas ¿cierto? Solo sería un experimento, estarían bien, a salvo. Solo estaría lejos de Lizzy un rato, hasta que los sujetos acabaran con lo que sea que estaban haciendo.
Cerró los ojos una vez más, mientras rodeaba sus rodillas con los brazos, terminando por hacerse aún más pequeño contra la pared detrás de él.

Esta vez, la mano de Thomas se deslizó por los hombros del rubio, terminando por atraerlo contra su pecho.

Newt guardó silencio durante un instante, disfrutando de la extraña tranquilidad que el simple gesto del menor, despertaba en él. Se sentía bien. La angustia de separarse de Lizzy había menguado, mientras las lágrimas contenidas se mantenían ahí, donde pertenecían.
No solo se alejaría de su hermana, también dejaría atrás a Thomas, a su Tommy. Suspirando de manera audible, el rubio terminó por separarse con lentitud, observando fijamente el bonito par de color miel que ostentaba Thomas.

El menor elevó ambas comisuras, terminando por dibujar una pequeña y escasa sonrisa en sus labios. El tiempo se detuvo durante un instante, cuando Newt fue capaz de percibir el segundo exacto en que la boca de Thomas hizo una escala en su frente, probablemente, en un intento de tranquilizarle. Era un gesto inocente, pero no por ello, había evitado que el color subiera en el rostro de ambos.

Un minuto más tarde, el cosquilleo se hizo presente en una de las mejillas de Newt: los dedos de Thomas, se deslizaban con suavidad por su piel, recorriendo centímetro a centímetro su rostro, como si tratara de memorizar la textura que poseía. El rubio se limitó a separar los labios, a tratar de regular el ritmo alocado que su respiración comenzaba a llevar por aquel instante.

Deseó pronunciar su nombre, pero las palabras murieron en sus labios al segundo en que Thomas le robó el aliento con su boca. Un beso. Su primer beso.

Se levantó de inmediato, aterrado, enojado. Sus manos subieron con celeridad hasta sus rubios cabellos, halando con desesperación un grueso mechón de estos. No, no, aquello era un sueño, solo era un sueño. Su mente estaba colapsando en un mar de mentiras y locura. Debía detenerlo, debía parar. El dolor le acribilló de manera inclemente poco antes de que terminara por halar con fuerza el largo mechón rubio, acabando por desprender un pedazo de su propio cuero cabelludo. El olor a sangre le inundó casi de inmediato, sus pardos quedaron fijos en el pedazo de cabello que sostenía en la diestra, como si aquello fuese lo más interesante del mundo.

Los sueños habían desaparecido cuando la locura había tomado lugar, dejándole sentado sobre la tierra, sin ser del todo consciente de sus propias acciones.

Era un sinsentido. Esos no eran recuerdos, esos no eran sus recuerdos. Esos no podían ser sus recuerdos. Repasó su izquierda sobre la parte de su cabeza que, pese a todo, se mantenía intacta, tratando de entrar en razón.

No están ahí. No son reales, no son reales.

Apretó los parpados con fuerza, echando su cabeza hacia atrás al tiempo que sentía su coronilla impactar contra el árbol seco a sus espaldas. Una, dos, tres veces. Se sentía aturdido, pero no lo suficiente para pasar por alto aquellos sueños.
De nuevo echó la cabeza hacia atrás, dispuesto a partirse el cráneo hasta perder el conocimiento, pero sus acciones se vieron abruptamente interrumpidas al segundo en que Cabello Grasoso apareció en su campo de visión, riendo y sosteniendo un pedazo de carne que... No quería saber de dónde había sacado. El crank terminó por partirla en dos, extendiendo un pedazo hacia Newt, quien, sin mucha demora, había sujetado la ofrenda que este le hacía.

Regresa a mí | Newtmas | Libro 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora