Regresa a mí | Newtmas | Libro 3

Epílogo, Parte 2

El sonido detrás de ambos logró que giraran al mismo tiempo. Sobre el pasto, derramado, se hallaba lo que probablemente, había sido la cena que Sartén preparó para la noche. Pero el detalle careció de importancia al segundo en que Thomas, notó la figura de Minho a unos cuantos metros de distancia.
El cuerpo le temblaba, tenía las manos hechas puños a cada costado de su cuerpo y su mandíbula, parecía que estaba a punto de desencajarse.

Sonya se levantó de manera abrupta, observando a Thomas durante un instante, antes de posar sus pardos en Minho. Probablemente estuvo a punto de soltar algo, pero el gruñido que provino desde el fondo de la garganta del asiático, le impidió hacerlo.

—¿Qué plopus acabas de decir, pedazo de penitente?

Thomas se puso de pie al instante, girando el cuerpo, observando a Minho. El momento que había rogado porque nunca se presentara, estaba ocurriendo justo ahí, delante de sus narices. ¿Podría acaso ser capaz de mentirle a su amigo? ¿A su único amigo?

—Minho, no creo que debamos hablarlo ahora... —¿y si no era en ese momento? ¿Cuándo? Thomas bajó la mirada, tragándose el llanto que momentos atrás, estuvo a punto de permitir salir—. Él... Yo...

No hubo más, las palabras cesaron al segundo en que el asiático se abalanzó contra Thomas, terminando por tumbarlo de espaldas contra el piso. El grito de Sonya de dejó escuchar al instante, pero siquiera aquello sirvió para que el mayor detuviera el arranque de colera que le devoraba por aquel instante.
Tomando al castaño de las ropas, se permitió azotarle por primera vez contra el piso.

—¡¿Qué es lo que le hiciste?! —la pregunta brotó con histeria de los labios del asiático. Thomas yacía ligeramente mareado por el primer golpe recibido contra el suelo, pero pese a todo, no estaba dispuesto a responder de la misma manera en que Minho le trataba por aquel instante.

—No quería morir como crank... Él... Él —deseó hablarle de la carta, deseó hablarle de la última voluntad de Newt, pero por una extraña razón, se abstuvo. No podía arruinar la imagen que Minho guardaba de Newt, suficiente tenía él con arruinar su propia vida como para que se llevara a su amigo entre las patas. No.

El primer golpe no se hizo esperar. La explosión de dolor se desató en su mandíbula al tiempo que Minho estrelló su puño contra esta, dejándole nuevamente aturdido, deseando perder la consciencia para evitar soltar la verdad que había guardado desde Denver.

—¡Habla, maldito shank! ¡Habla! —un segundo golpe, esta vez sobre la mejilla de Thomas. El mareo en este último, se potenció.

—Está... Muerto... Está... —un tercer, un cuarto golpe. Toda la cara le ardió en menos de un instante. Y en el fondo, sentía que lo merecía, sentía que merecía cualquier cosa que pudiese recibir en su nombre. Porque él amaba a Newt, porque él haría cualquier cosa por su rubio, incluso, preservar su memoria, su personalidad, la imagen que todos tenían de él.

Otro golpe, uno más. Dejó de sentir mucho antes de que alguien apartara a Minho de encima de él. Había voces, estaba seguro de que Sonya continuaba ahí, gritándole al asiático por la locura que estaba cometiendo, pero los ojos le pesaban, no sabía si eran los golpes, no sabía si era el dolor de perder a su único amigo, o si simplemente, el recuerdo de Newt continuaba envolviéndolo lentamente dentro del torbellino insaciable de desesperación. Oscuridad, y luego, nada.

[ ... ]

Cuando abrió los ojos, lo primero que notó, era que estaba dentro de su choza. Lo segundo, era que toda la cara le dolía y que apenas, podía moverse. Lo tercero, fue el olor a coco, muy similar al que desprendía el cabello de Teresa, pero a su lado, no se encontraba la pelinegra, sino Brenda.
La chica tenía un paño húmedo en las manos, mismo que acabó por colocar sobre su frente al tiempo que le dedicaba una sonrisa.