Un poco más, solo un poco más.
Las piernas le dolían, la vista le fallaba, pero los alaridos de esas criaturas a la distancia lo mantenían de pie, consciente. El vientre le escocía, pero siquiera era capaz de dimensionar el daño, no aún no. A ese punto, sus pardos solo se concentraban en el metal del Berg y en la rampa que se abría, permitiendo que la castaña ingresara.
Un minuto, probablemente dos. No dimensionaba el tiempo, no en ese momento, no cuando fue capaz de distinguir la figura tan familiar que salió del interior de la nave: Thomas. El castaño se demoró apenas unos segundos en examinar a la chica, para después, centrar su atención en él.
Veinte metros. Newt jadeaba, el aire le faltaba, la renguera le jugaba en contra, el dolor amenazaba con vencerlo. Apretó los labios antes de notar como el castaño corría directo hacia él, sin importarle los gritos de Brenda, sin importarle que el ejército de cranks estaba a punto de alcanzarlo.
Diez metros. La meta había cambiado, los pardos estaban fijos en la figura de Thomas. Thomas, el mejor corredor del laberinto, Thomas, el maldito Thomas, el maldito shank que ponía su mundo de cabeza.
Cinco metros. A ese punto, los músculos fallaban, el cansancio lo amenazaba en cada zancada, el ardor de la herida estaba a punto de volverle loco. Cerró los ojos un segundo, y sucedió, simplemente sucedió. La calidez de los brazos de Thomas en su cuerpo, en sus caderas. Se sintió ligero, percibió el segundo en que sus pies abandonaban el piso. Cuando sus parpados otorgaron tregua, se permitió observar el rostro de Thomas y esos valiosos segundos en que subieron al Berg, dejando atrás la pesadilla momentánea en la que se había sumido.El súbito movimiento de la rampa elevándose, logró que el castaño se tambaleara, que casi perdiese el equilibrio. Newt gimió ante ello, ante el súbito dolor que finalmente se acentuó en su vientre, haciéndole consciente de la situación en la que se hallaba.
—¡¿Por qué demonios le dejaste solo?! —la voz de Thomas recriminaba, juzgaba. Brenda le observaba al otro lado del pasillo, jadeando aun, recuperándose de la alocada carrera que había ejecutado minutos atrás.
—¡¿Cómo hubiese podido cargarle yo sola?! ¡Podríamos haber muerto ambos! —subiendo las manos hasta la melena castaña, la chica simplemente se dio la media vuelta, ignorando la mirada del castaño, huyendo de su evidente enojo ante la situación.
—Sabía que no podíamos confiar en esa shank —añadió el asiático entrando en escena, caminando con decisión hacia Thomas, con el único objetivo de verificar el estado en que el rubio se hallaba.
Pero aquello no sucedió. Habían bastado apenas aquellos segundos de discusión para que el rubio recuperase los últimos gramos de fuerza que restaban en su cuerpo. Estaba herido, herido por cranks. Olía a ellos, olía a muerte. La desesperación le invadió en menos de un instante, devorando la nula quietud que mantenía a ese punto. No le interesó bajar de los brazos de Thomas casi cayendo al piso, ni mucho menos empujarle cuando este intentó acercarse a él una vez más.
—¡Aléjense de mí, mierteros inútiles! —el grito sonó desde el fondo de su garganta, cabalgando en la desesperación que comenzaba a apoderarse de él por aquel instante.
No sabía si quería llorar, gritar o maldecir. A ese punto simplemente se había dado la media vuelta, dejando al par en la vieja sala del Berg, dirigiéndose cuanto antes al estrecho pasillo que llevaba hasta donde hallaban las literas y el escaso baño funcional. Cranks, cranks, olía a cranks. Se estaba convirtiendo en uno de ellos. Se llevó la diestra al rostro, hundiendo los dedos sobre la piel de sus mejillas, sobre las heridas de las que aún no era consciente. El horror de la sangre le hizo ahogar un grito. Sus pies no se detuvieron, no hasta que se halló dentro del baño y azotando la puerta detrás de sí.
Bastaron apenas unos segundos para que sus pardos fuesen a parar hasta el pequeño espejo que descansaba sobre el lavamanos, haciéndole notar los múltiples cortes que adornaban su cara, su cuello, su cuerpo: arañazos, mordidas, no sabía ni cuantos eran. El terror volvió a hacerse presente, el rubio apenas fue consciente del segundo en que arrancó las ropas de su cuerpo, abandonándolas en el piso junto con su calzado.
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Regresa a mí | Newtmas | Libro 3
Fanfiction"Sigo sintiendo esas mamadas, Tommy, pero no quiero volver a estar contigo de esa manera." Las pruebas terminaron, C.R.U.E.L. así lo ha establecido: finalmente son libres. Newt comprende que el desierto influyó en él y en Thomas. Sabe perfectament...