Capítulo Cuatro

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Lukas Soto.

Un Insípido.

El peor enemigo de Los Sabrosos.

Mi tutor.

Vaya lío en el que me metí.

Estaba a unas cuantas cuadras lejos de la escuela, las clases ya habían terminado y este chico llevaba diez minutos de retraso. Le había mandado por Instagram la dirección en la nos encontraríamos, esta vez sí obtuve una respuesta.

Revisaba los frenos de mi bicicleta cuando escuché su voz. Con la luz del sol su piel se veía mucho más clara, al igual que el verde de sus ojos. El viento despeinó su cabello oscuro, el cual acostumbraba a llevarlo de esa forma, cayéndole un poco sobre su frente.

—Es tarde, Soto —dije mientras me colocaba mi casco.

—Lo sé, lo siento.

—Póntelo —Le extendí el casco extra que saqué de mi mochila—. Te presento a Frida —sonreí.

—¿Kahlo? —Elevó una ceja, sonriendo de lado.

—¿Qué? Me refiero a mi bicicleta.

—Lo sé —Revolvió su cabello moviendo su cabeza, eso me desconcertó un poco.

—Aunque estuvo buena esa, choca los cinco —Elevé mi mano y él solo se quedó viéndola—. ¿El puño? —Tardó unos segundos, pero lo chocó con el mío.

—¿A dónde iremos?

—A mi casa.

Elevó una ceja, sorprendido.

—Eso no lo esperaba —Comenzó a ponerse el casco—. Un momento, ¿Iremos los dos en Frida?

—A menos que quieras ir caminando.

—En realidad, no me importaría hacerlo.

—Lo decía en broma —Me monté en mi bicicleta y ajusté la mochila—. Además, nos tomaría mucho tiempo si caminamos. Así que, siéntate acá —Palmeé el pequeño asiento de atrás.

Lukas dudó un poco, pero terminó haciéndolo.

—¿Y de dónde me sostengo?

El chico estaba buscando algo a los lados de Frida. Solté una risa.

—¿Esperas que te diga que te sostengas de mí? —Sonreí de lado, el dejó de buscar y me miró, esbozó una sonrisa pícara.

—Es lo que estaba esperando.

El Insípido no era un aguafiestas después de todo.

—Sostente de mi mochila. Además, mi habilidad para conducir a Frida es increíble, no creo que te caigas —Me giré para ver al frente—. O eso espero.

—Haré como que no escuché lo último.

Solté una carcajada y comencé la marcha a mi casa.

El recorrido en Frida estuvo de maravilla, excepto cuando no visualicé una piedra en mi camino y casi pierdo el control. Recibí un regaño de parte de Lukas, quien se sujetó con más fuerza de mi mochila.

Eso me hizo reír. Entonces hice un mal movimiento con la bicicleta a propósito para asustarlo más.

Estacioné a Frida en el patio trasero, cerca de la puerta. No me gustaba dejarla al frente de la casa por miedo a que alguien la tomara. Saqué las llaves y abrí la puerta trasera.

—Bienvenido a mi guarida, Insípido. El lugar donde nacen las mejores bromas que caracterizan a mi pueblo —Extendí mi mano hacia adentro, sonriendo de lado.

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