Capítulo Veintiuno

387 32 32
                                    

Era domingo y había quedado con Sienna y Santiago, habíamos ido a pasar el rato en el centro comercial y después decidimos ir a comer a unas de las bancas del parque. Era un hermoso día soleado.

Estaba de tan buen humor que me había puesto un top con una chaqueta, una falda ajustada y unas botas de cordones, todo de color negro que hacía resaltar mi piel pálida. Tampoco había olvidado mis lentes de sol negros.

Me veía como una diosa inalcanzable, lo cual ya era.

Los tres estábamos con nuestros celulares, Sienna y yo estábamos con una sonrisa, ya que yo estaba hablando con Lukas quien me contaba que había ido a un museo de arte con su mamá y Frankie y la estaban pasando bien. Sienna tenía una sonrisa tonta, la miraba de reojo, sabía que estaba hablando con Foody. Mi mejor amiga ya había caído por el chico. Escuché un suspiro de parte del rubio que me hizo girar a verlo, Santiago guardó su celular en su bolsillo, puso su barbilla sobre su puño y se puso a mirar a un árbol a lo lejos.

—¿Y esa cara larga, esclavo? —pregunté dejando mi celular de lado. Sienna estaba en su mundo—. Psss, psss. —Traté de llamar la atención de la castaña, pero seguía riéndose así que no me quedó de otra que patear su pie debajo de la mesa.

—¡Ay! Ten piedad con esas botas. —Se quejó con una expresión de confusión, le hice una seña con la cabeza señalando al rubio—. ¿Qué pasó, rubio teñido? Hasta aquí siento tus malas vibras.

—Déjenme ahogarme en mis penas. —Soltó otro suspiro. Sonreí porque ya se había puesto dramático como cada vez que se ponía triste.

—Drama amoroso, ¿no? —Sienna trató de adivinar, el rubio asintió con la cabeza y la mirada perdida.

—Uhh, chisme del bueno, cuenta. —Bromeé, pero Santiago no se rio. Mi frente se arrugó, de acuerdo había que ponerse serios—. Ya suéltalo.

El rubio aun con la barbilla sobre su puño volteó a mirarnos.

—Ustedes saben que puedo llegar a ser un poco pegajoso cuando me gusta alguien, ¿no?

—Yo no diría que pegajoso, sino que eres un chico que te gusta expresar cariño con los que quieres —dije y Santiago me dio una pequeña sonrisa. Prefería mil veces verlo sonreír que con esa cara triste.

—¿Bianca te dijo eso? —Sienna abrió sus ojos.

—No. —Se adelantó a decir el rubio—. Solo pienso que no tiene tiempo para mí. A pesar de que tenemos las tutorías y la veo en clases, rara vez quedamos para vernos fuera de la escuela. Y yo quiero verla. Yo entiendo que tiene cosas que hacer como dedicarle tiempo al estudio, pero me encantaría que hiciera un espacio para mí también. A mí no me importa ir a verla estudiar, pero a ella no le gusta. —Santiago nos dio esa mirada de perrito abandonado que me hacía querer protegerlo.

—Ay, no me hagas esa cara —dije sentándome a su lado en la banca, acerqué mi rostro al suyo—. ¿Quieres que te compre un helado? ¿Sí? Ya, ya. —Di palmaditas a su espalda para consolarlo.

—Pero ¿ya hablaste con ella de esto? —preguntó Sienna acariciando su cabello—. Tienes que decirle, rubio teñido.

—Había quedado con ella hoy, pero acaba de cancelar. —Soltó otro suspiro—. ¿Se acuerdan de aquellos tiempos cuando los tres estábamos solteros y sin dramas amorosos en nuestras vidas?

—Ey, yo aun sigo soltera —habló Sienna.

—Eran buenos tiempos. —El rubio la ignoró y siguió—. Pero, bueno. Cambiemos de tema que me deprimo.

—De acuerdo, hablemos de la misión que les asigné. Díganme su reporte. —Pedí volviendo a mi asiento para quedar frente a ellos.

—Bien. ¿Qué prefieres escuchar primero? ¿Las buenas o las malas noticias? —preguntó Santiago.

Presidencia a su Estilo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora