Capítulo Veinte

165 20 8
                                    

—Hazlo. —Lo reté con una sonrisa que pareció encantarle porque no tardó demasiado en acortar la distancia de nuestros rostros. Rozó con lentitud sus labios sobre la comisura de los míos.

Quería que me besara. Él lo sabía, pero estaba tomándose su tiempo para molestarme lo confirmé cuando sonrió de lado, mirándome.

—Lukas —susurré a pesar de que éramos los únicos en su cuarto.

—¿Qué? —Se hizo el inocente.

—Hazlo, bésame. O lo haré yo —dije pasando mis manos con suavidad entre el cabello de su nuca. Gesto que pareció gustarle.

—No seas impaciente, altanera. —Dejó besos en mi barbilla y luego en mi mejilla, todo con mucha lentitud. Parecía estar quejándome, pero estaba encantada con lo que estaba haciendo—. Hueles tan bien.

Mi cuerpo se tensó cuando Lukas bajo su cabeza a mi cuello y dejó un beso que hizo que me estremeciera. Me encantaba tenerlo cerca. Solté un suspiro aun sintiendo los besos de Lukas.

—¡Lukas! ¿Dónde está mi libro? —Frankie abrió la puerta de repente.

—Joder. —Yo fui la más rápida en reaccionar. Empujé con mis brazos al pelinegro, quien cayó al suelo de espalda. Hice una mueca, fue una caída dolorosa.

—Joder. —Se quejó aun sin levantarse.

—¡No te me mueras, Insípido! —Me bajé rápido de la cama y me arrodillé para ayudarlo a sentarse—. Perdón —dije conteniendo una risa. El entrecerró los ojos.

—Ay, no quería interrumpir. Pero ¿qué estaban haciendo? —La chica sonrió con picardía acostando su hombro sobre el marco de la puerta.

—Escenas no aptas para una chica de tu edad —dije jugando mientras sobaba la espalda de Lukas quien se mostraba adolorido.

—Las cuales leo sin que mamá lo sepa. —Soltó encogiendo sus hombros.

Elevé una ceja. Tan inocente que se veía la chica.

Que buena cuñada me había conseguido.

—¡Frankie! —Lukas arrugó la frente, dándole una mirada de desaprobación.

—¿Qué? Ay, es broma. No te creas todo lo que digo, hermanito. —Hizo un ademán con su mano para restarle importancia al asunto. Lukas obviamente no le creyó—. Yo solo venía a quitarte lo que es mío, ladrón. —Se acercó al escritorio para tomar su libro y caminar a la puerta—. Ustedes sigan con sus escenas más dieciocho, ay, quise decir con sus tutorías. —Se rio mientras salía del cuarto y cerraba la puerta.

Volteé a verlo.

—Me agrada. —Señalé con mi pulgar en dirección a la que se había ido.

—Estos niños dan tanto trabajo. —Negó con su cabeza mientras tenía una pequeña sonrisa.

—Mejor adoptemos un perrito. —Acaricié su cabello negro y lacio, el cual me enloquecía. Aun seguíamos en el suelo, yo de rodillas y el sentado.

—¿Qué tal un gato? —Me sonrió envolviendo mi cintura con sus brazos. Acercando su rostro al mío.

—Tendremos que negociarlo —dije pasando mi dedo índice sobre sus envidiables cejas pobladas.

—¿No te gustan los gatos? —Elevó una ceja.

—No mucho. —Admití.

—Lo siento, altanera, pero creo que esta relación no va a funcionar. —Fingió una mueca triste, pero sus brazos seguían sin soltarme.

Presidencia a su Estilo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora