Parte 1. Reclusión

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Cuánto dolor puede soportar el alma de una persona antes de convertirse en presa de la locura. Aquello parecía una maldición familiar de la que creyó poder salir bien librado tomando las decisiones correctas a pesar de que su corazón le dictara lo contrario, imponiendo la justicia y el deber aun sobre el amor más sincero

Sus manos se encontraban manchadas con la sangre de aquel con quien hizo la promesa de convertirse en hermanos jurados después de sobrevivir a las más duras pruebas, y la culpa de la muerte de su primer hermano se unía como un eslabón en la larga cadena de desconsuelo.

Si tan sólo hubiera puesto atención a los sentimientos que se ocultaban detrás de su radiante sonrisa. Si no hubiera hecho oídos sordos a las palabras afiladas que como diez mil agujas se clavaron en su frágil corazón destruyendo el espíritu implacable de un joven que sólo quería un lugar digno en el mundo.

Trece años le había tomado a Lan WangJi recuperar a su ser amado, tres años de reclusión y diez años de tocar el guqin en las frías noches de la montaña habían sido suficientes para que los cielos perdonaran sus pecados y le otorgaran una segunda oportunidad.

Por un instante sintió la envidia corromper sus pensamientos. Cien años, cien malditos años tendría que esperar antes de que pudiera romperse el sello que liberara su alma y aunque pasara ese siglo en reclusión el tiempo no sería suficiente para recuperar a quien por su propia mano había perdido.

Se había negado a repetir los errores de su padre y al final había terminado recluido dejando en su hermano las responsabilidades de la secta, tal y como él había hecho.

Las estaciones pasaron repitiendo su ciclo interminable, saliendo de su meditación aislada sólo por ocasiones especiales, la voluntad y la sonrisa que siempre habían permanecido implacables se habían comenzado a desvanecer como un castillo de arena derrumbado por el viento.

Pocas personas podían entrar al Hanshi en dónde se encontraba recluido en meditación solitaria, su hermano, su tío y un discípulo de confianza que le llevaba la comida día a día.

Sus ojos se mantenía cerrados en calma, pero su corazón se sentía aun demasiado agitado.

Pasos ligeros se acercaron uno a uno, lentamente. Al estar cerca, escuchó que la persona se sentó justo enfrente, sólo separados por la mesa donde se encontraba el quemador de incienso.

El silencio imperó durante largos minutos, apenas eran audibles los sonidos de la respiración calmada de ambos.

—Tío, no esperaba su visita —

El primero en hablar fue Lan XiChen, quién abrió sus ojos lentamente y forzó una sonrisa para el hombre que lo había criado como si fuera su propio hijo.

—XiChen, han pasado ya cinco años desde que entraste a reclusión. No crees que es suficiente, tus culpas no son tan graves como para que tengas que eximirte durante tanto tiempo. — Aunque su tono era severo, la preocupación estaba marcada en cada una de sus palabras.

—¿Era la muerte el castigo que merecía por sus crímenes? Entonces, debí morir a su lado si la respuesta es afirmativa. Debí haberme dado cuenta y detenerlo antes de que se mancharan sus manos, yo también soy responsable. —

—Qué vas a saber tú que miras al mundo con inocencia e incredulidad aun después de haber visto lo despreciable que puede ser el tirano que abusa del poder. —Lan QiRen alzó la voz, en su ceño fruncido podía apreciarse su molestia.

Lan XiChen evitó responder, puesto que aun no podía aceptar como una verdad que su hermano jurado haya tenido intenciones de continuar con la tiranía de Wen Ruohan. La culpa estaba en no haberlo detenido en su deseo de venganza hacia aquellos que consideraba le habían hecho daño.

Sin Restricciones (XiYao)Where stories live. Discover now