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Apartados dedicados a chicas especiales con enfermedades y dificultades en su vida, one-shots para chicas con cáncer, deformidades, otras enfermedades, chicas que no se sienten bellas. 🌼
Un buen día en Lyones, Meliodas, Gowther y Ban caminaban por las calles entre comerciantes. Iban en busca de ingredientes para el Boar Hat, pues ahora que Gowther acababa de unirse, se permitieron parar para reponer suministros (aunque el muñeco no comiese) y eso además era una excusa para comprarle ropa nueva a Ban, pues la suya se estropeó e iba con el delantal de cocinero del bar.
- ¿De verdad tengo que ir así? - preguntó Ban.
- ¡Claro! - Meliodas contestó con una sonrisa - Así haces publicidad gratis.
Ban puso una mueca restándole importancia mientras caminaba con las manos en los bolsillos. Meliodas iba mirando una lista.
- Vaya, es increíble... no recordaba que el consumo de carne de Diane era tan elevado... es verdad, su metabolismo lo necesita...
- Si no come el suficiente se podría debilitar y poner de mal humor - dijo Gowther a su lado.
Meliodas caminaba hablando, pero Ban se había quedado atrás delante de una herrería donde miraba las armas expuestas. Unos bonitos nunchacus con un fino acabado brillaban colgados de un clavo. Sonrió de lado. Qué fácil era tomarlos y llevárselos sin tener que pagarlos.
Miró dentro de reojo. Se escuchaban los golpes del martillo contra el acero candente, y se asomó para ver a una chica de espaldas forjando delante del yunque. Seguro que no escucharía nada, está demasiado concentrada con ese ruido. Y con un rápido movimiento apenas visible para el ojo humano, Ban recogió los nunchacus y caminó detrás de Meliodas, sin darse cuenta que la herrera le había visto de reojo.
Cuando dio un par de pasos, notó su cuerpo encogerse de gran manera en una pequeña bola de humo. Cuando el humo se dispersó, Ban se dio cuenta de que era mucho más pequeño de lo habitual, y parpadeó aturdido. Miró al suelo para ver el arma robada ahí, además de dos patitas grises y peludas. Dio un grito que sonó como el chillido de un animal mirando esas patas que eran suyas. Se miró rápido en un charco sucio del suelo, para darse cuenta que ahora... ¡era un zorro!
Empezó a dar pequeños chillidos interrogativos y nerviosos sobre su estado, cuando una sombra alta le tapó, y se giró a ver quién era. La herrera, tapada con una capucha y sus ropas de la forja, le miraba con una sonrisa de lado. Se inclinó y le agarró por el lomo antes de que pudiese escapar.
- Vaya, vaya... - dijo mirándolo delante de su rostro - Un zorro... lo normal es que los ladrones se conviertan en ratas. Tienes que tener algo especial.
Ban intentó morderla y arañarla para pedir que le suelte, pues aún tenía en su cuello la cicatriz donde no crecía pelo y rasgos de la Avaricia. Cuando quiso balancearse para arañar su mano, algo en los ojos de la herrera le hizo detenerse, helado de miedo. No era una mujer normal.
