Solo palabras.

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8. Solo palabras.

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Llegó directo a su casa, entrando con prisa, un poco aliviado al pensar en que Mangel todavía no llegaba. Mientras que este se preguntaba si era por el traje de ninja, o su psicólogo era un ciego total. Le había cerrado la puerta en la cara...

Bajo las escaleras con rapidez, encontrando a Brett tumbado en su antigua cama jugando pokemon. A su lado Frederic poniendo mas huevos. Todo correcto, pensó mientras los saludaba.

- ¡Auron!, ¿en donde te metiste toda la noche? -  Pregunto sin despegar su vista del videojuego.

- Estube en casa de Lolito - Comentó buscando su traje. El contrario lo miro de forma fugaz, para luego regresar la mirada con más detenimiento.

- Oh - Pronunció sin poder evitar notar la ropa que el otro traía puesta.

Al no escucharlo decir más Auron volteo, viendo como el otro enarcaba una ceja y le regalaba unas sonrisa que expresaba de forma clara el hecho de saber demasiado.

- No me mires así que no paso nada, no soy ninguna zorra fácil, que te quede claro - Le miro indignado tomando su ropa y dirigiéndose a su recamara.

Brett solo pudo reír a gusto, le gustaba provocar al otro, más su alegría no duro al darse cuenta de a donde se dirigía el castaño.

- ¡Auron, no! -

- ¿Eh, Luciana?, ¿que coño haces en mi cuarto? Oh mierda, ¡para!, ¡NO! - Grito al ser atacado por la criatura. Brett miro como el mundo se teñia de rosa, y como Auron empezaba a romper todo tratando de quitarse a la sirena de ensima.

Cuando lo logro la encerró una vez más en la habitación, tras un suspiro de cansancio algo le llegó a la mente. Corrió con velocidad hasta su sala de cofres, buscando con desesperación a todos sus pequeños. El alma le regreso al cuerpo al ver que todos estaban bien... excepto...

- ¡BRETT! -

¡Ahora si que necesitaba ayuda!

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- No te ves nada bien chaval, ¿sucede algo? - Pregunto el pelinegro con tono preocupado.

Trato de negar y se forzó a sonreír, las mejillas le temblaban junto a los labios, como si solo el hecho de gesticular algo implicará un gran esfuerzo. No tenía fuerza para convertir esa mueca amarga  en algo mejor. Los ojos comenzaron a escocerle cuando el ambiente se torno pesado. Derrepente sintió las manos frías y el cuerpo ligero, cruzó los brazos solo para poder aferrarse a si mismo. Parpadeo repetidas veces con la cabeza  baja, en un intento desesperado por no llorar.

Sin darse cuenta ya tenía al otro frente a el, dándole un suave abrazo. Un picor le subió desde la nariz a los ojos, a la vez que su garganta seca se cerraba con un doloroso nudo. El corazón le golpeaba el pecho con rudeza y sus manos comenzaban a temblar. No quería llorar, mucho menos si era delante de alguien. Con toda la voluntad que le quedaba contuvo su llanto, más no algunos suspiros pesados y unas cuantas lágrimas saladas, que extrañamente heladas, recorrían sus mejillas causándole escalofríos.

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