Sol y nubes grises.

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9. Sol y nubes grises.

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Un nuevo día le saludaba de la mejor manera, con el cielo raso, brillando de un azul intenso. La inclemencia del Sol sin nubes era disminuida por el viento fresco que movía las olas.

Una gran satisfacción le lleno el pecho, haciendole suspirar, a la vez que tomaba asiento a la orilla de la alberca. Porfin había terminado de construir su patio trasero, no podía sentirse más orgulloso de si mismo en esos momentos.

Sus ojos pasearon por el lugar de forma tranquila, desde la regadera tan bonita a la derecha, hasta su pequeña sala de chill en la izquierda que presumía de su encanto a tonos claros. Pensó en su increíble barbacoa, la cual aún no sabía utilizar. Y se lleno de emoción al mirar su trampolín. Todo se veía de maravilla, cada pieza bien puesta en su lugar; pintoresco, pero conservando el matiz de colores que le hacían sentirse en una tipica película americana, con una vida feliz y perfecta. Por alguna razón esa calidez le hacia sentirse en casa.

Pronto se dio cuenta de que faltaba algo, y ese algo era gente. Lo primero que le llegó a la cabeza fue un destello en rojo. Tan rojo como su cara al visualizar la silueta de Auron a su lado. ¿Podrian usar la barbacoa juntos?. Sus labios le respondieron con una sonrisa no tan sutil. Miro su teléfono con duda, aquel nuevo logró le inflamaba el pecho con ganas de presumir. Más sabía a la perfección que traer a sus colegas sería un completo lío. En su cabeza había una fuerte riña; cada pequeña cosa colocada tenía un propósito, el que la gente pusiese disfrutar a su lado. Paso varios días construyendo aquel sitio, cuya finalidad era solo para convivir. Por otra parte conocía a sus compañeros más que ellos mismos, y el lugar le parecía demasiado hermoso como para ser destruido.

En un fugaz chispazo de su mente visualizó una idea, ¡que mejor que inaugurar trayendo solo a su castaño!. Podría ser una gran excusa para verlo una vez más...

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La euforia le invadió la mente mientras leía el mensaje en su teléfono. Los últimos días había estado estresado por el trabajo, ya iba siendo buena hora de tomar un descanso. Pero más que relajarse, era el hecho de ver a Lolito lo que le ponía contento. Le pareció buena idea llevar algo, ¿tal vez un poco de vino...? penso en sus adentros.

Con nueva decisión subió las escaleras y se dispuso al hogar de su buen vecino. Luzu tenía el mejor vinito de Karmaland, y rogaba el que le pudiera regalar un poco. Es Luzu, sería raro que no le regalase algo... Rio de sus pensamientos caminando distraído, mirando al cielo que parecía estar tan feliz como el.

Ese día fue conciente de que la felicidad no dura por siempre, en un parpadeo el cielo se le había teñido de gris, un relámpago de dolor le había atravesado el cuerpo desde los pies a la cabeza. Intento con todas sus fuerzas no cerrar los ojos, tratando de retener su conciencia solo un segundo más.

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Sentado en su sofá y con el seño fruncido miraba al cachorro de lobo frente a el, quien masticaba el mango de su pico con felicidad. El psicólogo le había recomendado conseguir una mascota para ayudarle en su soledad. Ver al pequeño peluche blanco corretear de un lado a otro era divertido, tenía que admitirlo. Pero aún no lograba sacarse del paladar ese regusto amargo de haber hecho algo malo, a una persona que no lo merecía. No lograba explicar que fue lo que le sucedió en aquel momento, solo recordaba la enorme ira y el extraño vacío que irónicamente le había llenado.

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