Empujandolo.

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13. Empujandolo.

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Constantes escalofríos le recorrían el cuerpo mientras avanzaba, y un malestar en el estómago le acompañaba como un síntoma más de su miedo. La adrenalina recorría su cuerpo con cada paso sigiloso que daba. Había corrido de regreso para buscar a su cachorro, divisandole algunos metros al frente escondido entre unos arbustos con aparente temor. Lo que al parecer le intimidada era el enorme oso metros a la derecha, quien buscaba lo que probablemente sería su cena. No entendía porque el perro no se movía de aquel sitio, y el miedo comenzo a llenarle al saber que el oso no tardaría en encontrarlos. Decidió caminar entre los matorrales, en un intento improvisado de llegar con su cachorro, tratando a toda costa de no ser visto. Se sintió victorioso al llegar con el canino, susurrandole que todo estaría bien y acariciandole las orejas. Se alarmo cuando este se tensó y comenzo a gruñir, y toda alegría se esfumó al ser conciente de las pisadas tras el. En menos de lo que esperaba el oso había llegado, exhibiendo a dos patas todo su poderío. No pudo evitar gritar invadido por un creciente terror.

Un zarpazo de la bestia fue suficiente para mandarlo contra el piso. Estaba seguro de haber desgarrado su garganta cuando grito por ayuda, inducido por el pánico de ver en su brazo cuatro largos cortes que emanaban ríos de sangre. Cerro los ojos casi con resignación ante las fieras mandíbulas de la criatura, más al pasar de los segundos nada sucedió. Extrañado se digno a levantar la cabeza, encontrándose con la imagen de su lobo frente a el, peleando contra el oso para protegerle. El pecho se le encendió con una flama de esperanza, la cual de inmediato se convirtió en preocupación. El canino cojeaba, por lo cual se le dificultaba esquivar los ataques de la bestia. En un momento el oso asestó un zarpazo de lleno, robándole un fuerte quejido al animal más pequeño, quien una vez en el suelo no volvió a levantarse.

- ¡No, Pipi Estrada! - Grito con terror haciendo un gran esfuerzo por ponerse de pie. Tras esto el oso dirigió su atención a el, y por su mente paso la idea de salir corriendo para alejarle de su compañero. Sus pies se sintieron ligeros como una pluma, producto de la adrenalina. Pero su mente estaba tan atareada por el pánico que terminó por tropezar y caer de lleno contra la tierra. Las lágrimas se le escaparon cuando sintió las enormes garras clavarse en su pie, reteniendolo de cualquier escape. Su cuerpo comenzo a temblar a el límite y los sollozos le acompañaron como la música de un trágico final que se acerca.

Su mente dejó de maquinar, el único pensamiento constante que tenía era uno, "no quiero morir... porfavor...".

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Suspiro como un enamorado desde su asiento en el puente colgante de madera, admirando de reojo el rostro perfilado de su compañero, perdido en las finas facciones y cada pequeño detalle que este ofrecía. Penso que tal vez no tendría nunca la mejor visión de un atardecer gracias a la ubicación de su casa, más aquello poco importaba si aún así podía apreciar de la mejor manera aquella cabellera rojiza que se alborotaba feroz con el viento. No recordaba cual fue la última vez que se sintió tan tranquilo al ver la noche acercarse, solo era conciente que la presencia a su lado le hacia sentir demasiado bien. Desde lo más alto junto a Lolito, estaba seguro de que podía hacerlo todo, luchar contra cualquiera y dominar un pueblo entero. No dudaría en hacer lo que fuese necesario, con tal de permanecer de esa manera a su lado.

- Tengo que admitir que el pueblo es muy bonito desde aquí - Hablo el pelirrojo levantandose.

- Muy bonito si... - Murmuro sin dejar de mirar al otro, riendo en su interior por su propia timidez, pero no tenía prisas. Derrepente tuvo una idea, sacando un arco para luego sin levantarse, lanzar una flecha contra un zombie antes de que este pasará la berja.

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