Me dolían terriblemente las piernas y los pulmones por la carrera. De hecho, no sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero no podía seguir. Me tropecé con mis propios pies, porque apenas podía ya levantarlos y caí de bruces al suelo.
Un nuevo dolor muy intenso se centró en las palmas de mis manos. Traté de levantarme, pero estaba tan cansada que las piernas no me respondían y solo conseguí hacerme más daño en las manos al apoyarme en ellas. Las lágrimas gotearon de mi cara y las vi caer contra el pavimento.
Un resplandor blanco a mi costado me hizo alzar la cabeza. Un tipo se acercaba a mí, con una espada brillante en la mano. Me arrastré por el suelo como pude y me apoyé en un coche que manché de sangre para poder levantarme.
—¡Déjame! —le grité al hombre, antes de intentar correr de nuevo, pero iba demasiado lento e iba a alcanzarme—. ¿Qué queréis de mí? —Se me quebró la voz y acabé la pregunta con un lloro desesperado.
Sin embargo, no me respondió. Sentí su espada en mi cuello y el frío y afilado filo me raspó la piel, mientras el tipo envolvía mi pelo en una mano para retenerme a su lado.
—¡Samy! —suspiré al reconocer la voz de Ezequiel y el agarre de mi cuello desapareció de golpe.
Me giré para ver al chico clavar su espada en el caenuna que me había atrapado. Le atravesó el corazón y el tipo cayó al suelo. Pero algo no estaba bien con aquello... ¿Qué pasaba?
—No está muerto, Zeq —le dije, dejándome caer de nuevo al suelo. Me dolía todo tanto...
Y, como si me hubieran oído, una docena más de luces aparecieron en la calle antes desierta, rodeándonos. El tipo del suelo se levantó en un segundo y clavó su espada fina y blanca en el pecho de Ezequiel.
—¡No! —grité con todas mis fuerzas.
Su fantasma flotó delante de mis ojos un momento, mientras las lágrimas amenazaban con ahogarme. Mark apareció y me dirigió una mirada cruel, mientras el resto de seres a nuestro alrededor se quedaban paralizados.
—Esto es culpa tuya —me dijo el del pelo rosa.
—¡No, no te lo lleves! —Me arrastré como pude hasta el cadáver de Ezequiel y me abracé a él.
Su fantasma se inclinó a mi lado un momento, mientras yo lloraba fuego sobre su cuerpo sin vida.
—Es culpa tuya —murmuró el espíritu, antes de que Mark lo engullese.
La escena se reactivó entonces y los caenunas se lanzaron sobre mí, pero ya no me importaba. Ni siquiera cuando reconocí a Godric entre ellos, con la espada apuntando a mi corazón.
Me desperté llorando, temblando y aterrorizada. Había sido tan real que aún me temblaban las piernas, como si de verdad hubiera corrido durante horas. Me levanté de la cama, tenía que ver a Ezequiel.
Crucé la puerta de la que supuse que era su habitación, pero la encontré vacía y el miedo me paralizó el corazón. Registré el salón-cocina e incluso el baño, pero no di con él. Estaba a punto de dejarme llevar por el pánico, cuando vi las escaleras hacia la terraza que había mencionado. ¿Estaría allí? Subí los escalones de dos en dos y empujé la puerta con suavidad.
Estaba tendido en una manta sobre el suelo, y dormía. Tenía sueños inquietos y se revolvía un poco. Casi me arrastré hasta él, porque me dolía todo el cuerpo. Le agité un poco para que se despertase, arrodillándome a su lado sobre la manta.
—Samy... —murmuró confuso.
Seguía sin camiseta y con los pantalones que había llevado todo el día, aunque se había descalzado. Yo también llevaba la ropa del día, porque no tenía pijama, aunque había sustituido la camisa por el jersey, porque era más cómodo para dormir y me parecía que habían bajado un poco las temperaturas.
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de Morkvald: Luna de Fuego #2 - *COMPLETA* ☑️
FantasiaSamantha creció en un orfanato hasta que la acogió una encantadora familia, sin saber quién es ni por qué es importante. No recuerda nada de su infancia, ni cómo llegó al orfanato. Pero Samantha tiene un don, uno que no comprende y que le impide ser...