Me desperté tardísimo aquella mañana. Llevábamos una semana en Morkvald, entrenando sin parar. Si Ezequiel estaba obsesionado con el entrenamiento antes, ahora que sabía que los caenunas posiblemente me seguían, parecía no poder pensar en otra cosa. Yo estaba agotada, así que no era raro que me hubiera despertado más tarde que el resto. La habitación que compartía con media docena de chicas ya estaba desierta. Encima, después del entrenamiento con Ezequiel, me dedicaba un par de horas a practicar con Selene (que además de vampira era la profesora de los elementales).
Así que aquella mañana decidí saltarme el entrenamiento y sacando unos vaqueros y una camisa con un jersey, de mi armario, entré en el baño de la habitación que compartía con el resto de chicas. Tenía varios cubículos a un lado y las duchas al contrario, con los lavabos en el centro. Me dediqué un buen rato a lavarme, enjabonarme y frotarme el pelo con agua muy caliente.
Al salir me dediqué un tiempo igual de largo a secármelo con la toalla, a vestirme y calzarme con unas botas deportivas no muy altas. Selene me acompañó el segundo día a la base militar, donde tenían un barracón lleno de ropa desordenada y nos pasamos varias horas eligiendo cosas de mi talla. Fue un rato realmente divertido. La vampira era genial y me hacía sentir como si aquella pudiera ser mi casa de verdad.
Por otro lado, a Godric apenas le había vuelto a ver. Iba y venía con Zacarías y Dominic. Aunque una vez que en un entrenamiento Ezequiel se pasó de fuerza y me cortó ligeramente en el brazo con la espada, Godric aterrizó a mi lado en medio segundo. Así que llegué a la conclusión de que me vigilaba de cerca. Fue un momento tenso, por cierto, entre ellos. Pero conseguí calmarlos antes de que la sangre llegase a la nieve. Salvo la mía, pero tampoco me molestó mucho. Con un nuevo mejunje de Selene se me curó en un par de horas y ya apenas se veía una marca blanquecina.
Salí del baño cuando decidí que por primera vez en toda la semana parecía una chica y no una guerrera y fui dispuesta a decirle a Ezequiel que no quería entrenar ese día.
Al abrir la puerta del dormitorio que llevaba al pasillo, sin embargo, me lo encontré de frente. Estaba sentado en el suelo, jugando con un pequeño remolino que recorría sus dedos. Me di cuenta de que no me había visto, de lo concentrado que estaba en lo suyo. Así que le observé como una acosadora.
Parecía ir especialmente despeinado, pero casi como si hubiera intentado hacérselo aposta en lugar de ir descuidado como siempre. Además, llevaba un jersey gris, a juego con sus ojos, de cuello de pico, vaqueros oscuros y deportivas negras. Estaba especialmente guapo, pero tampoco parecía tener pensado entrenar.
Carraspeé para hacerme notar y el remolino cayó de su mano. Dio un par de vueltas en el suelo, antes de deshacerse formando un charquito.
—Samy —se levantó del suelo con una sonrisa—, he pensado que quizá te gustaría ir a Eldmâne.
—¿A la ciudad que está en un volcán? —Fruncí un poco el ceño, desconfiada—. ¿Por qué? ¿Por qué no quieres entrenar? ¿Qué pasa?
Ezequiel soltó una carcajada, pero sujetó mi mano para tirar de mí y llevarme hacia las escaleras.
—¿Tiene que pasar algo para que quiera no entrenar? ¿Qué clase de monstruo crees que soy?
—Uno obsesionado con el entrenamiento. Sé sincero, Zeq.
Se rio otra vez, y agitó un poco la cabeza, pero acabó confesando mientras bajábamos las escaleras de la Fortaleza. Ya era capaz de moverme por ella casi sin perderme. Al menos, por los sitios de interés.
—Me han echado del patio porque están montando las cosas para el Quinto Centenario. Y pensé que será más bonito si lo vemos ya todo montado. Podemos ir a Eldmâne a pasar el día y volver mañana cuando empiece todo. ¿Te parece?
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Crónicas de Morkvald: Luna de Fuego #2 - *COMPLETA* ☑️
FantasySamantha creció en un orfanato hasta que la acogió una encantadora familia, sin saber quién es ni por qué es importante. No recuerda nada de su infancia, ni cómo llegó al orfanato. Pero Samantha tiene un don, uno que no comprende y que le impide ser...