XXIII

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Participamos en algunos juegos más, pero al final Ezequiel me llevó a una zona habilitada para practicar tiro con arco. Beatrice, cuando Godric la liaba, solía decir que «la cabra siempre tiraba al monte». Supuse que eso era Ezequiel con el entrenamiento. Daba igual lo que pasase, que encontraría la forma de entrenar.

—¿Necesitáis ayuda? —nos ofreció el tipo que vigilaba el tiro con arco—. ¡Vaya, Zeq, no te había reconocido! —Le tendió una mano, que Ezequiel estrechó con una sonrisa.

—Craig, ¿qué tal?

El tal Craig era tan alto como Ezequiel y eso era difícil, no mucha gente lo conseguía. Además, llevaba los músculos comprimidos en una camisa blanca, rematada con una especie de manta escocesa del mismo color. ¿Qué...? Se pasó una mano con nerviosismo sobre un mechón de pelo gris, que cubría su sien, dando un toque brillante a su pelo oscuro. Parecía muy joven para aquella marca de edad, la verdad.

—Soy Craig. —Me tendió una mano también a mí, tras responder a Ezequiel e intercambiar un par de formalidades con él.

—Sam —me presenté, incómoda.

—Bueno, supongo que serás capaz de no matar a nadie —bromeó Craig, pasándole un arco y unas flechas a Zeq, antes de irse a ayudar a una familia que había más allá.

—¿Crees que serás capaz? —pregunté bromista.

—Yo sí, ven.

Tiró de mi mano, tan de golpe que solo pude aspirar un montón de aire helado y retenerlo en mis pulmones. Pegó mi espalda a su pecho y me rodeó con sus brazos. Sujetó una mano extendida y colocó el arco entre mis dedos.

—Zeq... qué...

Shhh.

Y obedecí, porque me había chistado muy suave en el oído y consiguió inmovilizarme. Puso una de las flechas que se había colgado en el hombro sobre el arco y me ayudó a sujetarla. Luego me hizo agarrar la cuerda y tiró de ella, con mi mano entre medias.

—Está un poco duro... —me avisó.

—¿El qué? —pregunté confusa.

Me pareció que Ezequiel jadeaba, pero no pude asegurarlo.

—El arco, Samy —susurró, sin soltarme ni un poco—. Voy a quitar mi mano, pero no sueltes la flecha aún.

Obedecí, mientras retiraba su mano de la cuerda y luego la otra. Por desgracia, también se apartó de mi espalda y se puso a mi lado para corregir ligeramente mi postura. Sonrió un poco tras empujar mi mano para que subiera el arco y hacer que tensase un poco más la cuerda. Aunque para tensa, ya estaba yo, que sentía que iba a romperme en cualquier momento.

—Ahora dale al centro —bromeó, señalando a la diana.

—¿Cómo me he metido en un entrenamiento otra vez? ¡Yo solo quería divertirme! —me quejé, aunque se me escapó una sonrisa.

Quizá por eso perdí algo de fuerza y la flecha ni se acercó a la diana. Cayó al suelo a unos centímetros de esta.

—Muy bien, ha sido un entrenamiento genial —se burló él.

—¡Trae otra, idiota! —me quejé, y se la quité de un manotazo cuando la extendió hacia mí.

—Al revés —me corrigió, porque estaba pasando la flecha por el lado que no era.

—¡No había acabado! —Le saqué la lengua, pero acepté la corrección, porque no tenía ni idea como hacer aquello.

Él movió un poco el arco de nuevo y me tensó más la cuerda. La verdad es que estaba muy dura y me tembló un poco el brazo por el esfuerzo. Solté la flecha, tras concentrarme al máximo. Aunque el resultado no fue mucho mejor. Di en la diana, más o menos, fuera del papel con círculos, pero en el cartón de alrededor.

Crónicas de Morkvald: Luna de Fuego #2 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora