Capítulo VIII

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Egocéntrico

- ¿Candy? ¿En serio? ¡Qué bueno! ¿En dónde? - preguntó ansiosa.  
- En el parque cerca del centro de Londres, en un cumpleaños de la familia Andley - explica sirviéndose un trago en un gran vaso.
- Y ¿qué te dijo? ¿Dónde ha estado? - pregunta Eleonor, cuidadosa de hacer comentarios que no le piden.
- No le pregunté , tiene un hijo... - soltó de repente.
- ¡Dios santo, Terry! ¿Es tuyo? - preguntó Eleonor por la forma en la que le soltó esa información.
- ¡No lo sé! ¡Eso puedo comprobarlo con esto! - Terry le enseñó la cuchara que le había dado Candice, del pequeño William.
- ¿No le ha hecho una prueba de paternidad? - preguntó Eleonor cuando alcanzó la cuchara que le mostró su hijo.
- No, William dice que a él ya no le importó saber si era de él o mío - explicó Terry.
- ¡Razonable! - dijo Eleonor, el que a William no le haya importado si era de Terry o de él, hablaba de un hombre enamorado de toda la persona de Candice, no sólo de una parte de ella como sucedía con su hijo Terry.
- Madre, cuando le pedí el divorcio a Candy, habíamos interrumpido una relación sexual en ese momento  porque estaba adolorida. Candy no estaba embarazada, tenía un tumor - seguía contándole.
- Terry, ¿me estás hablando en serio? - pregunta Eleonor confusa.
- Sí - asintió Terry, se veía dolido en contra de Candy.
- Y el divorcio ¿cuándo lo firmaron? - indagó.
- Tres meses después de que se fuera de aquí, la operaron y desapareció; el médico se dio cuenta de que estaba embarazada de tres meses, dudo que sea mío... - claro que Terry no mencionaría ni siquiera que la última vez no se vació en Candy.
- Espera, espera, espera... ¿me estás diciendo que te engañó? - preguntó enfurecida su rubia madre.
- Teóricamente no, esa noche al rehusarse hacer el amor, la desdeñé y en mi enojo, le dije que ya no la amaba, herí lo que más valoraba; pero no sabía que estaba enferma. Se vistió, salió de casa y deambuló por la ciudad caminando sin rumbo hasta que se topó con William Andley, bebieron brandy y ninguno de los dos se acuerda si intimaron, ellos dicen que no, pero no saben a ciencia cierta si sucedió o no - explicó Terry.
- Entonces ¿Candy no sabe quién es el padre? - cuestionó después de cavilar el asunto.
- No, lo malo es que no se parece ni a mí ni a William, es como ella, pero en niño - comenta mientras sonríe.
- No me lo puedo creer y ¿esto? - insistió.
- Me lo dio para que hiciera la prueba de paternidad - explica soltando la cuchara y la bolsa sobre la mano de su madre.
- Y ¿la harás? - pregunta Eleonor.
- Por supuesto, madre - respondió dejándose caer en el sillón al lado de su madre.

Mientras esto sucedía, Annie se encontraba nerviosa en la mansión de los Andley.

- Deja de dar de vueltas, Annie - le pide Candice a su hermana que ya la estaba mareando.
- No te voy a perdonar que no me hayas dicho nada de tu salud, ¡soy tu hermana! - exclama Annie confundida.
- Una hermana que le interesaba más el dinero que Terry debía dejarme y no el dolor que me ocasionaba el tumor, Annie. Poco me importaba el dinero - le dice mientras su hijo jugaba con el talco.
- ¿Aún lo amas? - pregunta Annie tratando de averiguar algo más.
- ¿A Albert? Sí por supuesto - dice ella.
- ¡A Terry! - sabía por Archie que él la seguía amando mucho.
- No, sólo lo recuerdo con tristeza - Candice entendió perfectamente a quién se refería ella.
- Bien hermana, William según Archie, te ama mucho - contó Annie haciendo que Candice sonriera enamorada.
- Lo sé, también lo amo... - y sí,  ella lo amaba con locura.
- ¡Eh Candy! ¿Es de él? - preguntó ella, quería saberlo, nada tenía de ninguno de los dos, era un Candy, no un Terry ni un William.
- ¡No lo sé! - aseguró.
- ¡Cómo que no lo sabes! - cuestionó extrañada.
- No le he hecho prueba de paternidad, Annie - comentó atenta.
- ¿No quisieras saber? - dice ella extrañada.
- Pronto lo sabré, Terry se llevó una cuchara con saliva de William... - aseguró ella.

Toc, toc

- Amor, la tía abuela quiere que William sople velitas - le dijo cuando entró a la habitación de William.
- Toma, en un momento te alcanzo - le dijo a William dándole a su hijo.
- Vamos, campeón - William se llevó a su hijo en brazos y salió.
- Annie - la llamó Candy cuando Albert salió.
- Dime - su hermana la miró y fue a sentarse frente a ella, tomándole las manos.
- Terry querrá quitármelo si resulta suyo... - dice sin saber de lo que habla.
- No lo hará hermanita, el niño no se parece a ninguno de los dos - refiere su hermana y si lo hace tendría una pelea muy fuerte con ella.
- Pero ¿si resulta que es suyo? - cuestiona.
- El te quiere devuelta Candy - se atreve a decirlo pues es verdad.
- Y ¿qué pasa con lo que yo quiero? - cuestiona agudamente.
- Eso es lo que debes de defender, vamos, ¡mi sobrino va apagar sus velitas! - comenta emocionada.
- Annie, William tiene año y medio - declara cansinamente.
- Me perdí su primer cumpleaños y por cierto, me perdonas por no apoyarte - Annie admite ser cabezota y le pide perdón a Candy.
- Sí Annie, yo tampoco te lo dije - pero Candy también admitió tener la culpa de ello.
- Estoy segura de que Patty sí lo sabía - declara sonriente la morena.
- Sí, ella era mi paño de lágrimas - confiesa tomando a Annie del brazo.
- ¡Candy! - William la llama desde el hall.
- ¡Ya voy! - responde Candy corriendo hasta el barandal y regresándose para jalar a Annie.

Ya en la fiesta...

- ¿ Estás feliz? - pregunta William cuando su hijo baila y juega con su tía Annie.
- Sí y más cuando se duerme... - responde Candy que se siente abrazada por su esposo.
- ¡Qué mala eres mamá! ¿Cuándo va a decir papá? - pregunta William.
- ¡Ya lo hará! - responde ella sonriéndole, mientras va hacia la matrona Andley.

Horas más tarde...

- ¿Preocupada Candy? - cuestiona William jalando de la mano a su esposa.
- Se me nota tanto - Candy con voz apesumbrada responde.
- Sí, muchísimo, pero no te preocupes, él no te lo quitará, te lo aseguro - afirma él mirando como los ojos de su amada se entristecen.
- ¡Tengo tanto miedo! - Candy abraza a William, sabe de alguna forma que Terry la obligará a regresar con él.
- ¿Que sentiste cuando lo viste? - William sabía que algo debió sentir y él no es de los hombres que se engañan.
- Sentí lo mismo que sentí esa noche, cuando me dijo que ya no me amaba - pero se alegró de oír que ella le seguía amando de la misma manera.
- Candy, te amo tanto y te amé cuando me dijiste: dime que hicimos el amor, ¡Dios, tenías tanto anhelos de haber sentido placer a pesar de tu dolor! - esto nunca se lo había comentado a ella y era algo que él no podía olvidar, con el tiempo sobrevivieron algunos recuerdos.
- Es que si me dolió no lo sé, pero con él todo era diferente, sentía como él quería lastimarme - comenta Candy con amargura, levantándose de donde se encontraba.
- Candy ven, siéntate aquí, ¿desde cuándo cambiaste con él? ¿Cuándo dejaste de ser jovial? - cuestiona atento.
- No sé, un par de meses antes, ¡esa bola dolía mucho! - recuerda.
- Es bueno admitir que tú también cometiste errores, quizás Terry pensó que ya no te hacía feliz y cuando te reusaste a tener relaciones con él... quizás te dijo que ya no te amaba para herirte... - obviamente William no le iba a decir lo que converso con Terry. Terry aún te ama Candy - William parece informarle de ello a su esposa.
- No lo creo - pero ella, ya no cree nada que tenga que ver con Terry.
- Me lo ha dicho, te quiere de vuelta Candy, pero... - pero él no estaba dispuesto a permitirle que la alejarse de ella y del que hasta ahora era su hijo.
- No, no lo digas, yo te amo a ti, William - corrió hasta él ante la idea de que la alejasen de William.
- Pero... - pero esa era una posibilidad que debían afrontar.
- ¡Shhh! - Candy le besa con ahínco y minutos después, él la lleva a su lecho para hacerle el amor muy lentamente.

Mientras en la Mansión Grandchester...

- ¿Qué piensas hijo? - cuestiona Eleonor que ha visto a Terry en la biblioteca inquieto.
- En lo que me contó Candy, lo que sucedió esa noche, lo del tumor... ¡Tumor mamá,  tuvo un tumor y no la ayudé! - Terry después de regresar de la fiesta de William se detuvo a pensar lo que había enfrentado Candy durante esos dos años en los que no la había visto.
- Si te lo hubiera dicho, ¿hubieses regresado con ella? - cuestiona su madre recargándose en el resquicio de la ventana.
- Sí mamá, aún la amo... - contesta Terry, cabizbajo. Siempre se dijo que había cometido la tontería más grande de su vida.
- Te recuerdo que está casada... - refirió Eleonor.
- Lo sé mamá. Y no quiero que lo esté - respondió, no hervía de celos, pero sí se preguntaba. Cuándo había sido que aquellos dos se conocieron.
- No puedes hacer nada ya, te prohíbo que la hagas volver si William es tuyo, le suplica encarecidamente su madre.
- ¿Por qué? ¡Sí ella aún me ama! - al parecer Terry no entiende lo que su madre le dice.
- No, no lo hace Terry, ¿cómo esperas que una mujer te ame? Sí tú la heriste en aquello que ella ama más que a ti - lo reprende, por si acaso no la ha escuchado.
- ¡Qué puede ser más importante que su amor por mí! ¡No ama a Albert, de eso estoy seguro! Sólo se casó con él para darle un padre a mi hijo y ya que estoy aquí, ya no necesita estar casada con él. Yo la acepto aunque ella se haya acostado con él durante este tiempo - razonaba en voz alta haciendo que su madre se sorprendiera de su desfachatez.
- No puedo creer que seas tan egocéntrico, Terrence Grandchester, lo más importante para cualquier mujer es su amor propio; por Dios Terrence, cómo puedes pensar que puedes pisotear una dignidad y luego esperar que te ame como si nada - lo reprende.
- Me ama, lo sé, William sólo es un capricho de señora casada - suelta Terrence.
- Pues espero que no vuelva contigo, te lo mereces, tú mismo te encargaste de eliminar el poco amor que te tenía - refuta Eleonor, no puede creer el cinismo de su hijo y se va muy enfadada con él.
- Lo sé mamá, lo sé, Candy - se dice así mismo y en su cabeza se dice amarla aún.

Una semana después... en la mansión Andley; tocan el timbre de la puerta y Candice se apresura a abrirla, sorprendiéndose de quién ha tocado.

- ¡Hola! - saluda enfáticamente.
- ¡Hola! - responde la rubia al ver quien era el que se encontraba ahí.
- ¡Es mío! - soltó emocionado.
- ¡Lo sabía, era más para ti, que para mí...! Espera ¿qué dijiste? - cuestionó la rubia cuando hubo pasado un momento de consternación.
- ¡Que William es mío!

Continuará...

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