Después que Jason se quedara dormido en mi casa, decidí ir al hospital a ver como estaban mis hermanos.
Salí por la puerta principal y en seguida comencé a sentir que algo andaba mal. Mi temperatura corporal comenzó a subir considerablemente. Desde ayer en la escuela había podido controlar ese calentón, pero en esos momentos era insoportable. Era como si estuviera en llamas aunque no lo estaba en realidad.
El calor me estaba provocando mareos. Me di la vuelta para regresar. No era buena idea permanecer en la calle si tenía riesgo de volver a darme un ataque como el del día de la cabaña, podía incendiar todo a mi alcance.
Sin embargo, una nueva oleada de mareos me provocó gemir de dolor y caí al suelo sin más. Mi vista se estaba tornando color negro. No era capaz de ver nada.
No había nadie a quien pedirle ayuda. Todo estaba desierto. Mi llanto era casi inaudible.
Mi piel quemaba. Ardía en fuego. Miré mis manos y estas se convertían en cenizas. Mis dedos se descomponían y se unían a la acera. Mi brazo completo. Luego lo siguieron mis pies. Mi torso. Ya no era capaz de sentir mis extremidades pero el dolor seguía palpante. Escuché una voz gritando aunque no logré reconocer de quién era.
-¿Liza?-
Extendí mi mano, o el pensamiento de ella, hacia la procedencia de la voz.
Si hubiera sido otra la situación, estuviera riéndome como una foca con un paro cardiaco respiratorio. Nieguen que no se vería gracioso una pila de cenizas en la calle gritando por ayuda.
Definitivamente estaba mal.
Antes que la otra persona tocara mi mano, sentí que me caía en un abismo de la nada. Poco a poco perdía la inconsciencia. No sé que demonios tenía yo con estar cayendo inconsciente a cada momento.
De pronto, el dolor desapareció como si nunca me hubiese atacado. Abrí mis ojos de par en par pero ya no estaba en la calle. Estaba en mi cuarto, en la cama. Por las ventanas entraba un pequeño atisbo de luz.
Jason estaba en una silla sentado al lado de la cama, con la cabeza recostada boca abajo cerca de mi mano. Moví mi mano para que supiera que había despertado. Jason levanto su cabeza al instante. Sus ojos estaban rojos y húmedos.
-¿Qué ha pasado?- le pregunté preocupada por sus ojos llorosos-
- No mucho- sonrió lastimosamente- Solo recordaba a mis padres el día que me dijeron que tendría una hermana-
-¿Tu mamá estaba embarazada?- pregunté con pesar-
- Sí, tenía 5 meses y medio de embarazo- sonrió con nostalgia- Casi no se le notaba pero ya habían realizado la ecografía y era una niña-
- Lo lamento tanto, Jason- dije tomando sus manos y apretándolas con afecto-
- No tienes porque lamentarlo. No fue tu culpa-
- En parte lo es. Ese imbécil me advirtió que te dijera que te alejaras de mi o sino sufrirías las consecuencias. Mira ahora en la situación que estamos. Mató a tus padres y a tu hermanita-
- Ya tuvimos esta discución- acercó su mano a mi rostro para acunarlo- No quiero que llores. Yo tampoco lloraré. Debo ser fuerte para seguir con la venganza-
- Y te ayudaré- le interrumpí- Ahora somos aliados contra ese idiota, porque si hay algo de lo que estoy segura es que todo esto guarda relación con el incendio accidental en donde murieron mis padres-
Jason asintió con gesto dubitativo.
- Una pregunta, ¿ahora somos un equipo? ¿Cuál será nuestro nombre? ¿El Dúo Dinánico?- dijo riéndose-
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Fénix
Ficción GeneralEl ave Fénix siempre ha sido un mito, una leyenda para muchas personas. Un ave mitológica del tamaño de un águila de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente con fuerte pico y garras. Se consumía en su propio fuego cada 500 años para luego...