Capítulo 13: Bajo mundo

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Tal y como lo planee, fui a encontrarme con Jevie en el lugar que le dije a la hora exacta.

Ahora sí. ¿Cómo conozco a Jevie?

Cuando cumplí 12 años, comencé a escaparme de noche de la casa de tía Magdalena. Todo era demasiado abrumador. Las pesadillas ya me tenían harta, así que quería buscar una forma de quedarme despierta durante la noche para no soñar. A principios me quedaba cerca de la casa, dando vueltas por el parque. Sin embargo, los pocos transeúntes comenzaron un mito de una niña que deambulaba sola en la calle a altas horas de la noche. Decían que era un fantasma y comenzaron a aparecer más personas a esas horas para explorar lo "paranormal". De esta forma tuve que cambiar de lugar e irme más lejos de la casa. Uno de esos días llegué caminando hasta el puerto marítimo. El lugar era tan solitario que me gustó de inmediato. El ruido que hacían las olas al romper en el muelle me calmaban y me hacían olvidar mis problemas. Varias noches consecutivas visité el mismo lugar, con el mismo resultado. No había nadie y podía permanecer en el paseo tablado con libertad.

Hasta que finalmente sucedió lo inevitable. Me descubrieron. Y no la policía, sino un grupo de personas que estaban recibiendo una embarcación con cajas llenas de armas.

Me asusté mucho cuando me vieron y salí corriendo con todas mis fuerzas. Ellos eran más pero logré esquivarlos hasta llegar a la carretera principal donde podría estar segura. Mi alma abandonó mi cuerpo cuando en un segundo estaba mirando hacia atrás para asegurarme que estaban lejos, y al otro segundo unas luces a toda velocidad se dirigían directamente hacia mí.

Pensaba que ese sería el final de mi vida. Nunca supe explicarme lo que pasó exactamente, pero el carro nunca llegó a tocarme y yo aparecí detrás del auto hecha un ovillo.

Los hombres que me habían estado persiguiendo llegaron a donde estaba, y el hombre que conducía el auto también se bajó y fue donde mi. Yo estaba temblando tanto que caí en estado de shock.

No supe donde me llevaron ni quien pero volví a la consciencia un buen rato después. Me encontraba en una habitación extraña, no la había visto nunca. Las paredes eran color rosa y la habitación completa estaba llena de flores. En una de las paredes había un cartel enorme con las palabras: Floristería Genolis. No había nadie más en el lugar. Al divisar una ventana, me fijé en que ya estaba amaneciendo.

Me levanté de la silla donde estaba y caminé hasta la puerta. Estaba cerrada. Intenté forcejar un poco pero no cedía. Mi pulso comenzó a acelerarse.

Estaba en una floristería, era obvio, pero no sabía nada más.

No reconocía el nombre de esta floristería, y yo conocía todas las que quedaban cerca de la casa.

Se escuchaeon unos pasos detrás de la puerta y me alejé con temor.

Me escondí bajo la mesa que estaba pegada a la pared tan pronto la puerta se abrió. No era el mejor de los escondites ni el más inteligente por obvias razones, pero a los 12 años no piensas en cosas como esas. Solo actúas por instinto.

Los pasos se adentraron a la habitación y se detuvieron justo frente a la mesa. Eran unas zandalias. La persona se bajó y me miró con una sonrisa. Era una mujer, como de unos veinti tantos años.

- Hola, cariño. ¿Te encuentras mejor?-

No le respondí. No sabía quién era y tenía miedo.

La mujer, al ver que no respondí nada, se sentó en el suelo a mi lado con los pies cruzados.

- Mi nombre es Jenevie con jota pero me dicen Jevie. Soy la dueña de esta floristería-

La miré con el ceño fruncido.

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