Alguien llama a la puerta. Elizabeth sonríe hacia ella únicamente durante un segundo, antes de que su sonrisa se borre de su cara, niegue con la cabeza y alce un baso de balón lleno de alcohol.
- Abre tú -me pide-. Será ese Schneider -murmura con asco.
Me levanto del otro sofá y aliso el largo vestido. Uno de color rojo manzana con escote de hombros caídos. Se ajusta en mi cintura con un fruncido y después cae hasta el suelo con fluidez, para cubrir los zapatos de tacón que llevo, que son los mismo de siempre. Elizabeth pensó, mientras lo escogíamos, que a los nazis les gustará ver el color de su bandera en el vestido de una americana. Y yo, cada vez que me miro en el espejo de la entrada, solo puedo pensar en que lo único que le falta es una gran esvástica en todo el centro.
Al otro lado de la puerta no está Heinz, sino Friedrich. Lleva una chaleco de punto encima de una camisa celeste, que resalta el color de sus ojos. Lleva dos botellas de cristal en su mano, creo que son refrescos. Sus mejillas se vuelven rojas como un tomate cuando me ve vestida para otra cosa que no es tomar refrescos.
- Lo siento -se excusa-. No sabía que tenías... un compromiso hoy. ¿Frau Wolf también va? -pregunta mientras asoma un poco la cabeza por encima de mi hombro hacia el interior del apartamento.
Niego. El moño bajo tira demasiado fuerte de mi sien, ahora me duele la cabeza. Debí haber echo caso a Elizabeth y haber escogido un falso bob.
El sonido de unas pisadas resuena en el descansillo. Veo a Heinz aparecer por las escaleras. Lleva un traje de chaqueta que le queda muy bien. Uno que no le he visto antes, en ninguna de las pocas veces en las que nos hemos visto. No lleva sus gafas, y supongo que eso significa que no tiene la vista tan mal. Parece salido de una revista de hombres de negocios.
- ¿Interrumpo algo? -pregunta mientras se acerca a nosotros.
- Este es Friedrich, nuestro vecino -le explico a Heinz.
Me muerdo la lengua mientras los dos hacen el saludo nazi. Como si dijeran «¿Qué pasa, tío? Encantado», pero en plan secta.
Los dos comienzan a intercambiar palabras en alemán que no comprendo, y yo me limito a mirarlos como si fuera una estatua, como si estuviera de adorno o fuera invisible.
-Bueno, tenemos que irnos -anuncia Heinz al final, en inglés esta vez.
-Un placer, señor Schneider -se despide Friedrich, muy educadamente-. Y... que disfrutes de la noche, Charlotte -me dice a mí, de una forma tan tranquila, dulce y acompañada de una sonrisa que hace que mi corazón se rompa y se repare a la misma vez.
-Danke, Friedrich -respondo sin llegar a dibujar una sonrisa tan grande, siendo la mía más agridulce.
Heinz y yo bajamos por las amplias escaleras de mármol del edificio hasta la planta baja, para subirnos en un coche que negro que nos conduce hasta una casa a las afueras de Berlín. La casa es grande, con fachada de piedra color hueso y escaleras de entrada que suben hasta unas puertas de doble hoja. El viaje hasta aquí ha sido tranquilo y silencioso. El taxista no ha hablado en todo el recorrido, y Heinz se ha pasado gran parte del tiempo revisando una pequeña libreta que guarda dentro de su chaqueta.
-¿Te he dicho que estás muy elegante? -pregunta Heinz mientras subimos por las escaleras de entrada.
-No -respondo-. Pero gracias.
-Quizás es un buen momento para practicar algunas de las palabras del diccionario, Charlotte -sugiere antes de llamar a la puerta-. Lo has hecho con Friedrich.
Le dedico una mirada de reojo. Sé que no lo ha dicho con maldad, pero su tono de voz ha sido algo mordaz.
Una sirvienta abre la puerta principal, vestida con su uniforme negro con detalles blancos. Asumo que nos saluda antes de dejarnos pasar. El interior de la casa está bien iluminado y el suelo de madera brilla bajo la lampara de araña de la entrada, como si hubiese sido recién encerado o abrillantado. Noto unos ojos sobre nosotros, y me doy cuenta de que un niño y una niña nos observan desde lo alto de la escalera. Ella lleva un camisón largo y dos trenzas rubias que cuelgan a los lados de su cara. Él lleva puesto un pijama, y nos observa con sus ojos grandes mientras mantiene la cabeza apoyada sobre una de sus manos.
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LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)
Teen FictionNovela corta. Libro 2.5 de la saga. Leer después de La Hija del Tiempo 2ºGM (la de Colette) Charlotte persigue a Colette por el museo, cual sigilosa fiera persigue a su presa hasta atraparla, aunque tratando de averiguar qué trama la chica francesa...