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- Pero, ¿qué? -digo entre dientes mientras aparto la mirada de Heinz y procuro que mis rizos me caigan de tal forma que me tapen la cara. 

Giro sobre mis pies y me dirijo en la dirección contraria a la que tenía que ir para volver al apartamento. 

- ¿Charlotte? -llama Heinz mientras se acerca. 

Decido ignorarlo y continuar caminando pegada a la fachada de los edificios, perdiéndome entre la gente. 

- ¡Charlotte! -vuelve a llamar Heinz. Sin llegar a gritar, sin ser escandaloso, simplemente diciendo mi nombre por encima del mundanal murmullo del resto de los berlineses. 

Quizás si lo ignoro, pensará que no soy yo. Pero es inútil. Heinz camina tan rápido que me adelanta y se para frente a mí, haciendo que detenga mi caminata de forma muy abrupta, como si estuviese a punto de chocarme con una farola. 

- Guten Morgen -saluda, inclinándose para mirarme por debajo de mi mata de pelo. 

Fuerzo una sonrisa mientras aparto el pelo de mi cara con dificultad. 

- ¿Te ayudo a llevar eso a casa? -pregunta mientras extiende las manos.

- No, gracias. No hace falta -asegura mientras lo rodeo y sigo mi camino, buscando la forma de dar la vuelta en alguna otra calle para recuperar mi rumbo. 

- Lo siento, no hablo inglés -miente, mientras me vuelve a alcanzar.

- He dicho que... Nein, danke - suelto un poco cansada. 

- ¿Por qué no? -pregunta confundido, inclinando su cabeza hacia un lado, sus ojos tras los cristales de sus gafas menos brillantes debido a lo nublado que está el día. 

Suspiro con pesadez. Cualquiera diría que él tan solo está siendo amable, pero no es normal encontrarse a gente por la calle en una ciudad tan grande. 

- ¿No deberías estar con mi tía? -pregunto mientras le entrego las pesadas bolsas llenas de latas y patatas-. Trabajando, ¿quizás? 

- ¿Arbeit? ¡Nein! -niega él-. Es ella la que me ha dicho dónde podrías estar -asegura. 

- Y... ¿necesitas algo? -pregunto mientras continúo caminando. 

Heinz hace una mueca a mi lado mientras yo me ajusto mejor la chaqueta. 

- Quería pasar el rato contigo... Acompañarte a casa -explica. 

Asiento y guardo silencio durante el resto del camino. Heinz, a mi lado, parece incómodo, probablemente preguntándose en qué momento decidió que venir conmigo era una buena idea. 

- Danke por la ayuda -le digo cuando llegamos a la puerta del edificio-. ¡Oh! Y... hueles muy bien -suelto sin pensar, tratando de compensar la mierda de compañía que soy. 

- ¿No me invitas a subir? -pregunta mientras me entrega las bolsas. 

Una sonrisa sincera aparece en mi cara, pero niego. 

- No sé si tía Elizabeth me dejaría -pongo como excusa, aunque es verdad, y hasta hoy he creído que Heinz no era santo de su devoción. 

- Supongo que hasta aquí llega mi parada -asume. Y toma una de mis manos-. ¿Qué tal está la herida? -pregunta mientras inspecciona la cicatriz. 

Me aclaro la garganta para intentar concentrarme. Heinz es así, meticuloso hasta para llevar un exhaustivo seguimiento de una pequeña herida. 

- Gut -respondo con simpleza. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora