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- No sabía que el Tiergarten tenía tantas cosas -comento mientras paseamos bajo la sombra de los árboles del pulmón de Berlín. 

- Sí, claro, es salir el sol y los berlineses se juntan todos aquí para pasear -asegura Friedrich mientras señala a nuestro alrededor, al resto de visitantes-. Además, el zoo es perfecto para pasar la mañana, a los niños les encanta. 

- Y a los no tan niños seguro que también -apunto mientras me rio ligeramente. 

- Seguro que a ti te encantaría, ¿verdad? -pregunta mientras me dirige una mirada pícara. 

Me encojo de hombros en respuesta. No soy ni de lejos perfecta pero a lo largo de los años he desarrollado algún tipo de aversión hacia lo animales enjaulados. Que Friedrich, supuesto fruto de mi imaginación, no lo sepa... es simplemente otra prueba más de que esto es algo peor que el coma, y eso que pensaba que pocas cosas podrían superar eso. 

- Echaba mucho de menos Berlín -admite Friedrich con voz suave y con el acento más marcado mientras alza la cara para que los rayos del sol la iluminen por completo, como si de la luz celestial de Dios se tratara. Sus pestañas claras desaparecen con el efecto de los rayos y su pelo se torna de un tono tan blanquecino que parece brillar cual astro con luz propia-. Es tan diferente a... Polonia -murmura. 

Frunzo el ceño mientras me acerco más a él, tomo su mano con fuerza y lo incito a mirar. Cuando sus ojos se abren clavo mi mirada en ellos y aprieto su mano. 

- Polonia es hermosa, Friedrich -digo tensa-. Lo que pasó allí... eso es lo único que la hace horrible. 

Friedrich separa su mano de la mía mientras niega. Afortunadamente estamos solos en una esquina del camino. 

- No me refería a eso -asegura mientras continua con el paseo. 

- Lo único que la hace fea son los horrores de la guerra -continuo mientras lo persigo. 

- ¿Crees que no sé eso? -pregunta alterado cuando se detiene y gira bruscamente para mirarme. 

Trago saliva. 

- Me... voy a casa -murmura, antes de echar a correr. 

- ¡Espera! -grito tras él, mientras lo sigo por el parque-. ¡Friedrich! -vuelvo a gritar. 

Corro con todas mis fuerzas, vistiendo mis pantalones y los tacones de la verdadera Charlotte, llamando la atención de todos los berlineses y las berlinesas que visten de forma elegante. Persigo a Friedrich hasta nuestro edificio, corriendo casi tan rápido como él, aunque jadeando algo más. 

- Eres más rápida de lo que cualquiera habría esperado -admite mientras sube los escalones. 

Jadeo con fuerza. 

- ¿Puedes dejar de correr? ¿Por favor? -pido mientras subo los escalones tras él a cuatro patas-. Se me va a salir el corazón del pecho. 

Friedrich se detiene y me ayuda a incorporarme, después pasa un brazo por debajo de mis axilas mientras sonríe hacia mi fatigada expresión y me ayuda a llegar hasta la puerta del apartamento. 

- La próxima vez te alcanzaré, Friedrich -aseguro. 

- Estoy deseándolo, Fräulein Wolf -asegura entre risas mientras entra en su casa. 

Y una de las vecinas se nos queda mirando mientras sube el otro tramo de escaleras cargada de bolsas hasta la siguiente planta del edificio. 

***

- Escucha, Charlotte -me pide Elizabeth cuando se acerca a mí por detrás y apoya sus manos sobre mis hombros, mientras yo estoy sentada en el tocador preparándome para el concierto-. Sabes que nunca te he pedido nada, ¿verdad? 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora