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Llamo a la puerta del despacho de Elizabeth en el edificio del gobierno. La voz de Heinz responde algo en alemán desde el otro lado, así que la abro asumiendo que me ha dado permiso para entrar. 

Él se quita las gafas de ver, sorprendido al darse cuenta de que soy yo quien ha llamado.

- ¿Y la señora Wolf? -pregunta con su acento, levantándose de su escritorio y caminando hasta mí para saludarme, abrazándome para mi sorpresa. 

- Se encuentra indispuesta -explico. Al igual que yo, por culpa de la menstruación y la compresa que parece un pañal de bebé, pero eso no se lo he mencionado a nadie. 

- Oh, qué desafortunado imprevisto -asegura-. Por favor, toma asiento -pide mientras retira la silla frente a su escritorio-. Estás tan deslumbrante como siempre. 

Sonrío cortesmente en respuesta, y procedo a sacar los papeles del maletín de Elizabeth. 

- He venido a traerte esto -digo mientras le entrego la carpeta de cartón marrón-. Elizabeth ha escrito el siguiente reportaje y quiere que... Bueno, ya sabes cuál es tu trabajo -termino, y me aclaro la garganta, sintiéndome algo incómoda, tratando de evitar meterme en problemas. 

- Puedes decirlo -asegura con una leve risa-. No me voy a chivar a nadie. 

Fuerzo una sonrisa. 

- Será mejor que me vaya. No quiero interrumpirte -me excuso mientras me pongo en pie. 

- Oh, no -salta él, incorporándose también-. Por favor, quédate. No tardaré mucho -asegura-. ¿Y quizás quieras acompañarme a almorzar después? 

Sopeso las razones por las que debo y por las que no debo quedarme. Ninguna de ellas gana la batalla. 

-Está bien -sentencio, volviendo a tomar asiento. 

Me dedico a observar a Heinz realizar su tarea, estudiando cada movimiento que hace, la forma en la que mueve sus manos sobre el papel, su ceño, que se frunce cada vez que ve algo que no le gusta, aunque solo durante un milisegundo. Tacha aquí y allá.

- ¿Heinz? -susurro, puesto que me da miedo hacer demasiado ruido en una habitación tan silenciosa. 

Él levanta su transparente mirada del papel y espera a que vuelva a hablar. 

- ¿No crees que sería mejor que la gente lo supiera todo y que ellos mismos juzgaran? -pregunto con curiosidad-. Prometo no chivarme -añado al final.

Mantiene su mirada en la mia durante unos segundos. 

- La gente a veces no sabe distinguir la verdad -responde-. Hay que dejarles las cosas muy claras para que entiendan lo que queremos decir exactamente. 

- Pero... estás censurando la noticia de mi tía. Estás censurando su verdad -apunto, manteniendo la calma, tratando de llegar a algún lado con Heinz. 

- Bueno, estoy censurando su punto de vista -asegura-. Las noticias tienen que ser fieles a la realidad, no deben incluir opiniones ni suposiciones.

- Aún así... -comienzo a quejarme, pero Heinz apoya una mano sobre la mía, y se lleva un dedo a los labios. 

Escucho pasos fuera del despacho y guardo silencio. 

- Charlotte, te tengo mucho aprecio -asegura, una vez que el sonido de pasos se ha alejado de la puerta-, por eso no quiero que te pongas en peligro. ¿Conoces las tres K? 

Niego con efusividad. 

- Kinder, Küche und Kirche -pronuncia. Niños, cocina e iglesia-. Eso es lo que dice el Führer que debe hacer una mujer, es su opinión, que no concuerda con la realidad en estos tiempos. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora