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Me tapo los ojos con el antebrazo ante la claridad que entra por la ventana de mi habitación. El reloj de la mesilla de noche marca que ya es la hora del almuerzo. Elizabeth debe de haber vuelto del trabajo, o quizás está a punto de hacerlo. Me deslizo fuera de la cama y me quedo sentada en el borde durante unos segundos, los ojos entrecerrados, mirando hacia un punto fijo de la pared que no tiene ningún tipo de interés, aunque lo miro como si hubiera algo allí.

***

- ¿Por qué no me has despertado? -le pregunto a Elizabeth, que está sentada en la mesa del comedor, disfrutando de un plato de puré de patatas con verduras.

- No había necesidad -responde-. ¿A qué hora llegaste anoche? -pregunta ella. 

Me muerdo el labio mientras aparto la mirada de las ventanas del salón-comedor. La luz me ciega y mi memoria me falla. 

- No lo recuerdo -respondo con sinceridad-. Y me duele mucho la cabeza -añado. 

Ella suelta una risa muy fugaz. Una especia de ¡ja!. 

- Es lo que suele pasar cuando uno bebe demasiado -me recuerda-. Ven, siéntate. Te traeré el almuerzo. 

Me llevo una mano a la boca. 

- No, gracias- digo apresuradamente-. Solo con ver tu plato ahí... Me dan nauseas. 

Elizabeth asiente con tranquilidad. 

- ¿Pudiste hablar con alguien interesante ayer? -pregunta ella, apartando su plato hacia un extremo de la mesa, lejos de mí-. ¿Has averiguado algo? La gente suele hablar de cosas importantes en las fiestas de los miembros del Partei

Niego. 

- Casi nadie hablaba mi idioma -explico-. Ellos solo hacían beber y beber, reír y reír... No entendía nada. 

- ¿Y fue ahí cuando te emborrachaste? -pregunta Elizabeth con las cejas rubias levantadas. 

Chasqueo la lengua. 

- Había tanto alcohol -suspiro-. Botellas y botellas. Si mi vaso se vaciaba... parecía que mágicamente se volvía a llenar. Y yo quería disfrutar, tía Elizabeth. Quería olvidar... 

- Todo esto -completa ella. Asiento-. Al menos una de las dos ha pasado un buen rato -admite-. Sé que te sientes mal pero me he encontrado a Friedrich esta mañana y me ha pedido que te comunique que puedes visitarle para pasar el rato cuando quieras. 

Me coloco el pelo detrás de las orejas. 

- Quizás esta tarde -comento-. ¿Tengo mal aspecto? 

Elizabeth se inclina hacia adelante, toma mi barbilla en su mano derecha y gira mi cara hacia un lado y hacia otro. Antes de soltarla, clava su mirada en la mía, y mantengo los ojos bien abiertos para que pueda ver en lo más profundo de mis ojos azules. 

- Estás tan fuerte, sana y bella como siempre, Charlotte -susurra con el amor que solo un familiar te puede profesar-. Y yo me encargaré de que siga siendo así durante mucho tiempo. 

Uno de los lados de mi boca se tuerce hacia arriba, en una media sonrisa. 

- ¿Qué te ha pasado en el dedo? -pregunta Elizabeth, cambiando de tema. 

Bajo la mirada y observo el trozo de gasa envuelto en mi dedo. Algunas escenas de la noche de ayer me vienen a la mente. Quería pasarlo bien, pero quería olvidar lo que había pasado por encima de todo, quería convencer a mi cerebro a base de alcohol de que una persona en coma puede cortarse, sangrar y sufrir dolor en su mente. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora