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- ¡Mírala! ¡Ahí va Colette! -señala Yvonne, parada a mi izquierda. 

Fijo mi mirada entre algunos de los aviones expuestos. Colette es la personificación de cliché francés. Guapa, elegante y, además, es buena persona. Sin embargo tiene ese je ne sais quoi que me pone de los nervios. Quizás es algo que está en su ADN francés y que solo mi parte más primitiva puede detectar. 

- ¿Quién se cree que es? -pregunta Yvonne-. ¿Amelia Earhart? -pregunta mientras la vemos perderse entre los aviones, con sus mocasines de leopardo y su bandolera de cuero. 

Me río ante su chiste. Aunque Yvonne no puede decir nada contra ella, Colette le ha prestado sus apuntes de clase más de una vez. Y yo... Bueno, yo solo estoy de paso en mi semestre de estudios en el extranjero. 

- Voy a ver qué trama -le digo a Yvonne mientras le entrego mi pesado bolso, antes de alejarme de ella y seguir a Colette por los pasillos del museo. 

Me oculto tras las colas de los aviones mientras sigo su delgada figura por todo el lugar. Su bandolera va dando golpes contra su cadera conforme su paso se acelera al ver algo en la distancia. 

Pongo los ojos en blanco. ¡Cómo no! La chica de oro francesa tenía que elegir nada más y nada menos que un modelo de los más destacables del lugar. Ella no podía conformarse con un helicóptero de salvamento o una avioneta de recreo. No, ella tenía que irse justo a por el Santo Grial. Yo pensaba hacerlo sobre un hidroavión que tienen aquí colocado sobre un lago artificial, todo muy mono, porque me recordaba a las vacaciones que pasé con mis padres en Hawaii cuando tenía diez años. 

Colette mira nerviosamente a su alrededor, y yo me oculto tras un avión lo más rápido que puedo. Escucho como mueve sus pies, por lo que vuelvo a asomarme, para ver como la chica que creía santa, levanta una de sus piernas por encima del cordon de seguridad. Hago una mueca esperando a que salte una alarma, pero no pasa nada. Y Colette pasa la otra pierna hasta estar al otro lado. Observo con atención mientras la veo acercarse al avión de ataque de tierra. Estaría genial que la profesora apareciese y la pillara, pero a Colette no le pasan ese tipo de cosas, estoy segura de que es una chica con suerte. De esas de las que se libran de todo lo malo.

Sin darme cuenta, Colette se ha metido hasta dentro del avión. Y me sorprendo al ver que es mucho más valiente y aventurera de lo que pensaba. Lo de los aviones lo lleva en la sangre, y eso ya lo sé. Lo que no sabía es que lo llevaba hasta en la punta de su precioso pelo.

Veo como la cabeza de Colette cabecea hacia un lado mientras me acerco al avión de ataque, pensado en pillarla con las manos en la masa. Sus ojos azules se ponen completamente en blanco y sus mejillas pierden su color. 

- ¡Colette! -llamo mientras corro hacia el avión-. ¡Colette! -vuelvo a gritar mientras salto el cordón y tomo la puerta del avión para acudir en su ayuda, antes de que se rompa su preciosa nariz contra los mandos de esta cosa. 

- ¡Colette! -vuelvo a gritar, abriendo los ojos tras un fuerte pestañeo y un fuerte dolor en el estómago. 

- ¿Charlotte? -pregunta alguien junto a mi. 

Una busto de mármol aparece frente a mi cara. Creo que es Maria Antonietta. Y si no es ella, es alguien importante cuya cabeza ha recibido el honor de ser tallada. 

- ¿Le está usted hablando al busto, señorita Wolf? -pregunta la mujer. 

La mujer, que es más bien una señora en sus cincuenta, lleva un moño bajo, parecido al del busto, de un rubio oscuro, sin canas a la vista. Unos pendientes de perlas y un traje casi por los tobillos de un color oscuro y muy apagado que le aporta un toque serio. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora