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Si Johanna y yo nos llevamos tan bien, ¿por qué no me avisó de que Elizabeth estaba intentando contactar conmigo por carta? ¿Por qué supuestamente yo no respondía a las cartas de mi tía? ¿No me interesaba abandonar París y volver a casa? Podría haberme mudado más al norte, a Lille, con Johanna y su marido francés.

Los fantasmas del pasado siguen rondando mi cabeza mientras me cepillo el pelo, la fotografía de mi falsa madre encajada en el hueco que deja el espejo y el marco, observándome. La teoría comienza a construirse en mi cabeza, es imposible que un cerebro en coma sea tan inteligente, o tan imaginativo como para crear semejante historia, en  la que todo encaja perfectamente. 

Tomo una hoja del cajón y un bolígrafo, y comienzo a dibujar un mapa mental, repasando cada uno de los datos que sé. 

Tenemos a Charlotte 1, la verdadera, quien no responde a las cartas de su tía, aunque no sé desde hace cuánto no lo hace. La que estudia pintura y supuestamente asistió a al visita del museo, aunque nadie la vio entrar. Días después, Elizabeth me informa sobre los acontecimiento en el mismo museo en el que aparecí, o desperté, no lo sé. Un grupo de la resistencia francesa pasó una bomba allí. Charlotte 2, o sea, yo, recojo el pasaporte de Charlotte 1, en el que la mayoría de los datos no coinciden con los míos. ¿Por qué se tomaría mi cerebro tantas molestias a la hora de cambiar los datos? ¿Me falla una parte del cerebro? ¿Tengo algo dañado? O, como respuesta menos lógica a mi parecer, ¿ese era realmente el pasaporte autentico de Charlotte 1? 

Apoyo la frente sobre el tocador y suspiro. 

Después tenemos el corte, la sangre que goteaba por mi dedo, el escozor, las cosquillas que subieron por mi espalda cuando Heinz trató la herida. Todo eso era tan... real, como cuando estoy despierta. Además, sueño, duermo, realizo todas y cada una de mis necesidades biológicas del día a día, las horas pasan de forma habitual. 

-¿Charlotte? -llama Elizabeth mientras llama a la puerta de mi habitación. 

Sollozo mientras escondo la hoja rápidamente de vuelta en el cajón. 

- ¿Por qué lloras? -pregunta mientras pasa al interior y se sienta a mi lado en el pequeño banco, pasando sus brazos a mi alrededor y apoyando mi cabeza sobre su pecho-. ¿Pasa algo? -pregunta con la barbilla apoyada en mi coronilla y acariciando mis mechones de pelo. 

- No -respondo con dificultad. 

- Seguro que es algo, Charlotte -murmura-. No estarías llorando si no lo fuera -asegura, antes de separarse y mirarme fijamente a los ojos, las lágrimas decorando mis mejillas-. ¿Es por Johanna? ¿Por Heinz? ¿Por mí? -pregunta, con seriedad. 

- Todo -murmuro. 

Los brazos de Elizabeth vuelve a envolverme en un fuerte abrazo mientras susurra:

- Quiero prometerte que todo se arreglará, Charlotte. Tú sabes muy bien que quiero prometerte eso pero... no puedo. Tenemos que ser fuertes, ¿vale? Tienes que fingir que lo eres hasta que te lo creas y se haga realidad, ¿entiendes? 

Aprieto los ojos y deseo que todo esto pase rápido. Aprieto los ojos y deseo volver a ser la estudiante internacional en París, la tonta que perseguía a Colette por pura envidia. 

- Tengo que irme -explica Elizabeth mientras termina el abrazo y se levanta del banco-. Pero antes de irme necesito que me asegures que vas a estar bien -me pide-. Solo durante unas horas, por favor -pide. 

Asiento, a pesar de que lo hago muy insegura, pues solo tengo ganas de esconderme bajo las sábanas y soñar con que estoy de vuelta en casa. 

- Invita a Friedrich a casa -sugiere-. Enséñale algunas de tus canciones americanas o... llévatelo a  desayunar. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora