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Heinz ha llamado a casa, lo que es raro de por sí, teniendo en cuenta que desde que estoy aquí nunca lo ha hecho. De hecho, ni siquiera sabía que conocía nuestro número de teléfono personal. Elizabeth no estaba ahí para cogerlo, y de hecho, la llamada era para mí. 

Ahora estoy aquí, subiendo las escaleras hasta llegar al despacho donde trabaja Heinz con mi tía, en un viernes a media mañana para recoger a Heinz, que quiere desayunar conmigo. Ahora llevo el arma conmigo a todas partes, ya que gracias al frío que se ha instalado en Berlin. Aunque no me lo parezca, han pasado más de dos meses desde que llegué a 1940. Es, justamente, el seis de diciembre de 1940 y la nieve decora las calles de Berlín. 

Llamo a la puerta de su despacho antes de entrar. Heinz se encuentra sentado en un su mesa, sonríe al verme, sus ojos me observan a través de los cristales de sus gafas. 

-¿Qué tal la mañana? -le pregunto con tranquilidad mientras me acerco más al él, que se levanta de su escritorio y sonríe con amplitud. 

-Gut -responde en alemán, lo cuál es más que habitual en él-. Pero... espera un momento -me pide, extendiendo una mano hacia mí-. Tenemos que hablar de una cosa. 

Esas palabras hacen que los pelos de los brazos se me pongan de punta. Esas simples palabras aterrorizan a los humanos de una forma casi mágica. Pienso que en este momento sólo existen dos posibilidades, o bien quiere darme la patada o proponerme matrimonio. 

-El otro día en casa de mi familia -comienza a decir, lo que hace que me relaje un poco puesto que si va a hablar de la fiesta... - desapareció un revolver de la habitación principal. 

Mis ojos se abren de par en par. Procuro que se vea como una expresión de sorpresa y no de culpabilidad. 

-¿Estás seguro de eso? -pregunto con la mayor tranquilidad que puedo-. ¡Eso es horrible! ¿Seguro que no la han perdido? 

Heinz niega con la cabeza mientras se coloca bien las gafas. 

-Charlotte -sentencia con firmeza, y yo aprieto la mano fuertemente dentro del bolsillo de mi abrigo, alrededor del arma-, sé que has sido tú. 

Suelto una carcajada. 

-Las culpas siempre a los americanos. ¿Eh, Heinz? -trato de bromear. 

-Sabes que no es eso, Charlotte -asegura él con la voz en un tono tan bajo que es difícil hasta de oír-. La Ordnungpolizei está de camino hacia aquí. 

Trato de analiza la palabra durante un segundo en mi cabeza. Lo único que comprendo es «policía», lo que dispara todas las alarmas en mi sistema. 

-¿Has llamado a la policia? -pregunto indignada mientras saco el arma del abrigo-. ¿Eres idiota? -continuo preguntando mientras apunto la pistola hacia Heinz, quien retrocede hacia la pared y levanta las manos-. ¡Creía que me querías, joder! -exploto con frustración mientras sigo apuntando con el arma, aunque ni siquiera le he dado al martillo. 

-Y lo hago -asegura con seriedad, sin perder la compostura a pesar de verse algo asustado-. Pero parece que tú no -señala. 

Trago saliva. 

-No se roba a quien se quiere -añade. 

Niego con la cabeza mientras retrocedo hacia la puerta. Tengo que salir de aquí tan rápido como pueda. Tengo que llegar hasta Elizabeth, avisarla y huir. 

Agarro el pomo de la puerta y lo giro.

-Lo siento, Heinz -digo mientras guardo la pistola-. Si me hubieses dejado explicarme... no habrías llamado a la policía -aseguro, porque ha sido un movimiento muy estúpido por su parte el saltar a conclusiones-. Ahora nos has puesto a Elizabeth y a mí en peligro. Y, aunque no lo creas, eso tampoco lo hace quien te quiere. 

LA HIJA DEL TIEMPO 2.5 (2º GUERRA MUNDIAL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora