La lluvia arreciaba en el inmenso bosque que rodea la pequeña aldea en la que se encuentra un pequeño niño de cuatro años. El pequeño niño iba mirando a la gente asombrado, pocos eran los que se aventuraban a salir con tal tormenta, pero los que lo hacían tenían un aspecto rudo e intimidante, aunque al niño no se inmutaba ante tal aspecto, solo paseaba de la mano junto a su hermano mayor.
Toya Todoroki era un chico tranquilo, no aparentaba más de 25 años, aunque la realidad era otro. Sus ojos azules miraban al frente sin expresión alguna, pero de vez en cuando se permitía mirar a su pequeño hermano con algo de gracia pues este saltaba encima de cada charco que veía. Su rojizo cabello se mantenía seco gracias al paraguas que llevaba consigo.
Ambos pararon delante de un pequeño establecimiento que tenía pinta de que en cualquier momento se derrumbaría. La expresión de Toya cambió de repente, ya no era el calmado chico de antes, su mirada se volvió fría y sombría. Miró a su hermano entristecido, no se creía lo que estaba a punto de hacer.
Soltó aire pesadamente y se agachó a su altura, acariciándole el pelo, de todos sus hermanos, ese pequeñajo era su favorito y ahora estaba a punto de dejar que abusaran de él, pues era eso o su vida, se había metido en un grave lío, había asesinado al hijo del jefe de un peligroso clan vampírico, porque sí, existen los vampiros, y él era el hijo mayor del rey que los gobernaba, pero a nadie parecía importarle.
- Shoto, ves a jugar un rato con los charcos, salgo enseguida- el pequeño lo miró confundido, pero aceptó, no quería desobedecerlo.
Toya entro en ese establecimiento sin la paga por el atroz crimen que cometió, prefirió dar su vida en lugar de hacer sufrir a su hermanito, mientras Shoto se alejaba un poco de la aldea para jugar con el barro sin saber que esa sería la última vez que vería a su hermano.
Un trueno sonó en la distancia, Shoto levantó la mirada de aquel intento de castillo barroso, su pelo estaba caído sobre sus heterocromáticos ojos, ese pelo tan distintivo, que lo hacía destacar entre la multitud y que hizo que fuese el heredero de la corona vampírica, un pelo mitad albino y mitad rojizo.
Un delicioso aroma llegó a las pequeñas fosas nasales del vampiro, instintivamente abrió un poco su boca mostrando sus finitos colmillos, tenía hambre y ese aroma no ayudaba a su autocontrol, que recientemente había conseguido controlar.
Siguió el olor durante diez minutos, más o menos, adentrándose en la espesura del bosque. Detuvo su marcha al observar el lugar del que provenía el olor, o más bien, a la persona que lo desprendía, si es que se podía llamar así.
Una pequeña bola de carne temblaba debido al frío de la noche, únicamente llevaba una fina camiseta que le quedaba algo larga y resultaba estar toda empapada. El pequeño Todoroki se acercó, tenía curiosidad y, aunque olía exquisitamente bien, su hambre había desaparecido.
Al notar su presencia, aquel extraño ser se puso en guardia, no era más que una niña, o más bien, un cachorro de hombre lobo, no más mayor que el vampiro. Su cenizo cabello caía sobre su rostro, estaba bastante sucio debido al barro, su ropa estaba algo arañada y tenía varias heridas leves, al parecer había peleado. Sus ojos color escarlata reflejaban el miedo que se apoderó de ella al ver que el ser que tenía delante era un chupa-sangre, sus orejas se encontraban caídas y tenía el rabo entre las piernas, pero no quitaba su posición de defensa, mostrando los dientes, dispuesta a atacar.
Todoroki se le acercó, desgraciadamente, a su corta edad ya sabía las atrocidades de aquel cruel mundo, así como sabía que licántropos y vampiros eran enemigos naturales, pero le daba igual, quería ayudarla.
Se quitó la gabardina que tenía puesta y se la tendió a aquella loba, quien gruñó en forma de respuesta. Al ver que no aceptaría, el medio albino, en un rápido movimiento se la colocó. Sorprendida, la loba bajó un poco la guardia, no era normal que un vampiro hiciese eso.
- No iba a dejar que te murieses de frío- contestó un ahora empapado Todoroki ante la confusa mirada de la pequeña- soy Todoroki, Shoto Todoroki- dijo mientras extendía su pequeña manita, la loba lo miró indignada.
- No pienso darte las gracias, preferiría morir antes de recibir tu ayuda- dijo a la vez que se quitaba la gabardina. Automáticamente una helada corriente de aire recogió su ser haciéndola temblar. A regañadientes recogió la gabardina del suelo y se volvió a poner, aspirando el aroma que esta poseía, era realmente embriagador- llámame Mitsuki
Todoroki sonrió en respuesta, pocas veces lo hacía, pues su vida era un terrible infierno, llena de palizas por parte de su padre, pero siempre le quedaría su madre.
Un aullido sonó en la lejanía, Mitsuki, inconscientemente, comenzó a mover la cola, pero detuvo el movimiento cuando miró los asustados ojos heterocromáticos del medio albino, su manada lo mataría si lo encontraba ahí.
- Mi manada te matará si te ve- dijo la rubia restándole importancia- deberías irte a casa, Todomemo
- Es Todoroki
- Me da igual... gracias por la chaqueta- soltó un pequeño, pero potente aullido antes de salir corriendo en dirección a su manada.
El pequeño Shoto, viéndose incapaz de regresar a la aldea por su cuanta, optó por la idea de volver a su casa, pues era el único lugar al que sabría llegar estuviese donde estuviese.
Dos días pasaron de su regreso, no había rastro de su hermano, únicamente Shoto regresó a casa. Se encontraba en la puerta de la cocina, escondido, viendo cómo, una vez más, su padre, Enji Todoroki, o como se hacía llamar, el rey Endeavor, pegaba a su adorada madre, culpándola de carácter rebelde que Shoto comenzaba a mostrar.
Enji era un hombre serio, de ideas claras, perseverante y perfeccionista, sus ojos azules y rojizos cabellos no ayudaban en nada a la familia Todoroki, pues les recordaba demasiado a Toya, pero para Rei, la reina, ese siniestro rostro que tanto dolor le causaba y que una vez, solo una vez, llegó a amar, solo le recordaba la mitad no albina de su retoño, temiendo que su pequeño hijo se volviese igual de perverso que su cruel padre.
Una vez el rey salió de la cocina Shoto entró, encontrándose a su madre llorando delante de los fogones en los que se encontraba una tetera con agua hirviendo, pues su idea era prepararse un té para calmar sus nervios.
- Mamá- la llamó el pequeño.
Sus blancos cabellos se movieron al ritmo de su cabeza, mostrando una siniestra mirada, y es que aquella mujer que allí se hallaba acababa de arremeter contra su pequeño hijo, tirándole el agua hirviendo en la zona que tanto dolor de hacía recordar, el ese azulado ojo idéntico al de su padre.
Un gran grito salió de la boca del menor. Un vampiro mayor que él entró a la sala, este se parecía bastante a Rei, con sus mismos blanquecinos cabellos, se trataba de su hermano mayor, Natsuo. Enji entró segundos después. Entre los dos sujetaron a la mujer, quien lloraba desconsolada por lo que acababa de hacerle a su pequeño, y la arrastraron al calabozo, donde fue encadenada.
Shoto estaba llorando desconsolado mientras era curado por su hermana Fuyumi, una vampiresa de más de 100 años, al igual que el resto de sus hermanos. Sus blancos cabellos eran adornados por unos preciosos mechones rojos, pero no es momento para hablar de ello, su hermano seguía llorando, ya no era por dolor, era por impotencia, por el sufrimiento que le causó saber que él mismo había provocado dicha reacción en su madre, y no dejó de llorar hasta que se quedó dormido en brazos de su hermana. Sin duda, esa noche no tendría pesadillas, pues la pesadilla la había vivido en la vida real, únicamente soñó con una borde y maleducada loba de cabellos cenizos, ¿dónde se habrá metido?
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No te enamores //bnha// Todobaku
FanfictionUn corazón roto nada lo cura, excepto ese anhelado beso que marca la cicatriz de tu pasado. Dos especies diferentes unidas por el rencor y el odio, vampiros y hombres lobo. Esta no es la típica historia de amor imposible, pues poco les importa a los...