No hay vuelta atrás

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Claro que sí. Tenemos derecho a salvarnos de algo que no hicimos. Es cierto, estoy harta de las fábricas que emiten CO2 por doquier, de los coches con gasolina o gasoil, de que la gente no recicle ni en su propia casa, de que la contaminación se lleve más allá de los límites naturales, de que los gobiernos de todo el mundo no impongan como OBLIGATORIOS todos los vehículos eléctricos (coches, motos, metro) debido a los contratos (dinero) con las refinerías y productoras de carburantes contaminantes. Harta de que animales inocentes mueran por culpa de toda la polución en todos los ecosistemas del mundo y lo peor... Seguimos felices en nuestra propia mentira, en nuestro propio mundo. Sí amigos, nos engañan con descuentos, precios y materialismos para que nos engañemos, a la vez, a nosotros mismos porque prefieren que el mundo se acabe antes que el poder y el dinero. ¿Hasta dónde hemos llegado?

—Pues no se hable más. Dentro de 3 días partiremos. Mientras, buscaremos provisiones de comida y planificaremos el recorrido sabiendo que tenemos que ir a la otra punta de la vía láctea.

Después de planificaciones, el profesor me mandó comprar, junto con Robert, una larga lista de alimentos que aguantarán sin cambiar su
composición química en el espacio. Fuimos a un supermercado donde ya se vendían provisiones para las famosas supernaves de rescate para "los privilegiados". Yo llevé un carro entero y Robert otro. Entre los alimentos que había en los carros estaba el pan integral espacial, verduras y frutas envueltas en plástico reutilizable conservante y otros productos indescriptibles que tardamos casi 3 horas en buscar en aquel laberinto.

—Robert, por curiosidad ¿De dónde eres exactamente?—Dije mientras metía en mi carro algunos productos de la lista.

—Soy de Madrid capital.—Hubo silencio—. ¿Y tú?

—Yo de una ciudad poco conocida en el campo de Gibraltar.

Me fijé en Robert por primera vez al hablar con él. Parecía una buena persona aunque no debo juzgar o fiarme de mis propios prejuicios. Era de estatura alta, de cuerpo normal, ojos castaños y pelo castaño. Su tonalidad de piel
era color avellana clara.

Después de comprar nuestro cargamento, nos dirigimos al laboratorio con los carros inclusive para dejar la carga y posteriormente dejaríamos los carros de nuevo en el supermercado pero hubo un improvisto. Un terremoto azotó nuestra zona junto con muchas otras por el norte de EEUU. Nosotros estábamos en medio de la calle con los carros ya vacíos y de repente teníamos que cubrirnos de los altos edificios que caían sobre nosotros. Era cuestión de vida o muerte. Por suerte, había cerca de nosotros, y a la vista, un descampado. Nos pusimos a cubierto junto con una gran multitud que había pensado en hacer lo mismo.

—Dánae, habrá réplicas, seguro. Será mejor que volvamos al laboratorio y veamos las previsiones del tiempo con detenimiento y los fenómenos catastróficos que nos rodean. Así analizaremos mejor la situación que nos rodea y sabremos decidir mejor.

—¡Menos mal que sabes de esto!—Dije con admiración.

Al volver al laboratorio vimos al profesor explicando a mis padres y a mi hermana unas pautas a seguir para cuando despeguemos en nuestra propia nave. Condiciones y normas de seguridad y comportamiento, mantener un equilibrio de la mente y no perder el control en un sitio tan frágil como el espacio... Nada más entrar nos incorporamos a las clases del profesor y escuchamos atentamente todo lo que fuera posible con tal de
sobrevivir.

6/12/2045

EL SONIDO DEL MAÑANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora