Problemas en cadena

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Teníamos todo preparado. Estábamos a punto de salir cuando de pronto se produce otro terremoto de magnitud 8 de la escala de Richter. Todo se echó a perder. La ciudad entera colapsó y no quedó ningún edificio en pie, ni si quiera el laboratorio. El techo se derrumbó por la mitad y los escombros taparon la mayoría de los artilugios del profesor que ya eran casi inservibles. Aunque lo importante era que la nave no se dañara.

Salimos a la calle para que no sufrieramos daño, todos hicieron lo mismo. Teníamos que esperar fuera hasta que las autoridades analizaran el perímetro de los edificios. Precintaron la mayoría de ellos que estaban en la zona céntrica de la ciudad, incluido el nuestro. ¿Qué íbamos a hacer ahora?

—Esperádme aquí, ahora vuelvo—Dijo corriendo el profesor.

—Espere profesor, es peligroso, además no le van a dejar entrar.

—No te preocupes, lo tengo todo planeado.

El profesor se coló por la calle de atrás del edificio con disimulo y pudo entrar en el edificio sin ser visto. Intentó arrancar nuestra nave pero era imposible, el hormigón del techo había impactado contra la nave y se había dañado por algún lado. Ahora todo estaba perdido...

—Escuchadme, tengo un plan pero debéis seguirme a un lugar donde no nos oigan.

Mi familia, Robert y yo fuimos tras él algo desconcertados. Llegamos a una plaza que estaba vacía en ese momento.

—Bien, he comprobado la nave y no arranca. He hecho una comprobación rápida porque no tenía mucho tiempo aunque tengo un nuevo plan. Tengo que ir más veces para analizar el fallo porque ahora no sé qué le pasa. Tengo que saberlo y arreglarlo. Puedo hacerlo, aún hay esperanza...

—Profesor—Interrumpió mi madre—No tiene que tomarse las molestias de arreglar nada. Es decir, tarde o temprano vamos a morir igualmente, estamos condenados desde que nacemos, ¿Va a arriesgarse usted?

—¡Mamá, no quiero morir!—Mi hermana pequeña me abrazó y se echó a llorar, yo también lo hice junto a ella durante un rato sin saber que decir.

—Profesor, no se preocupe. El plan seguirá adelante. Dánae y yo estamos dispuestos a ayudarle ¿Verdad?—Dijo Robert dirigiéndose a mi.

—Cla-Claro-Snif, Snif-. También me gustaría aprender algo de ustedes, los científicos.

A la mañana siguiente fuimos al lugar acordado sin que nos vieran los guardias urbanos. Éstos vigilaban la zona para que no se acercara ningún ciudadano si hubiera peligro de derrumbe. Llevamos linternas para alumbrar y una pequeña lámpara portátil. El profesor miró el motor de la nave mientras yo miraba a Robert que observaba el compresor, los propulsores y la batería cargada con luz solar.

Él me enseñó mucho en aquella noche en cuanto a las piezas de aquella nave que parecía simple por fuera pero un laberinto de cables y
problemas por dentro. Era difícil identificar el problema.

—¡Ay! Mi mano.

—¿Qué te ha pasado?

—¡Ay!—Salté del dolor y soplé sobre ella por si producía algún alivio.

—A ver. ¿Cómo te has hecho esto? Dame la mano anda.—Me tomó de la mano y me curó gracias al botiquín.

—Estaba mirando cómo me decías lo del cambio de corriente en la propulsión y sin querer rocé la mano con aquel cable que sobresalía.

—Un gran descuido por tu parte. Espero que la próxima vez seas más cautelosa. Vamos a salir fuera.

Aquella noche había una preciosa luna llena iluminando la catástrofe que había en la ciudad. Respiramos aire fresco para descansar y estirar los músculos. Luego continuamos trabajando. Pronto amanecería y sería más fácil que nos vieran por lo que teníamos que darnos prisa.

9/12/2045

EL SONIDO DEL MAÑANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora