Heridas por dentro y fuera

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Desperté por la mañana y lo primero que vieron mis ojos fue una ¿Lámpara? ¿Dónde estaba? Me levanté lentamente y con dificultad. Estaba en una casa pero no sabía cuál. De pronto, veo como Amelia sale desde otra habitación y se dirige hacia mi sonriente.

—¡Bienvenida a la casa de los Jefferson! Es decir, la casa de mi tío. Él nos cuidará hasta que podamos arreglar la nave, total, no pierde nada. 

—¡Ah! ¡Ay!—Me volví a recostar en la cama—¡Me ha entrado de repente una jaqueca! Y... 

—No te preocupes, descansa. Además tienes que recuperar fuerzas. Cuando ayer te recogimos del suelo estabas pálida, como si se te hubiera bajado la tensión—Se dirigió hacia la puerta pero antes de irse, Amelia se dio la vuelta hacia mi de nuevo—Bueno te dejo descansar. 

Volví a cerrar los ojos y cuando pensé que podría retomar mi descanso, veo que la puerta se vuelve a abrir. Era Robert. Me hice la dormida. 

—Hola Dánae—Cerró la puerta con cuidado—Sé que quizá no me escuches por tu estado de inconsciencia pero... Quería decirte que ojalá despiertes para que podamos reparar la nave y salir vivos de este planeta. Ustedes y el profesor sois lo único que tengo y no me gustaría perderos, por eso ¡Te pido que despiertes por favor!—Me cogió de la mano y vi de reojo que se le escaparon algunas lágrimas.

Yo estaba conmovida por sus palabras y por sus actos. No sabía que Robert fuera así de dramático. Yo seguí escuchándole mientras me hacía la dormida.

—Sé que no soy quien para obligarte a despertar pero es importante, no sabes lo importante que es... 

—¿Qué es tan importante Robert?—Dije de repente rompiendo el ambiente.

—¡Dánae! Un momento, ¿Estabas despierta? ¿Has escuchado todo lo que he dicho? 

—Robert... El ser humano debería ser libre de expresar sus sentimientos y no es malo compartirlos. No te avergüences de cosas que importan y gracias por tu monólogo. 

—¡De nada! Bueno, me alegro de que estés mejor. Bueno, pues me tengo que marchar—Se levantó nervioso y se dio un golpe en la cabeza contra la lámpara de la habitación ya que él era muy alto. Se fue de la habitación con su mano derecha en la cabeza, herido y cerró la puerta fuerte. 

¿Habría dicho algo que le hubiera incomodado? 

Como no pude reconciliar el sueño, decidí escribir el día 16 de diciembre en mi diario ya que anoche no pude escribir debido a mi inconsciencia. 

Mientras a 2 kilómetros del lugar: 

En un cuartel no muy lejano, estaba el profesor encerrado en una pequeña celda que tenían los mafiosos para sus rehenes. El profesor estaba tumbado en posición fetal y herido diciendo algunas palabras inexplicables. 

—Ojalá... Ojalá me escuchen...

Se escucha una voz proveniente del pasillo oscuro. Hay más reclusos aparte del profesor, todos sollozan ser inocentes con sus brazos saliendo de las celdas para alcanzar a una sombra que se acercaba poco a poco a la celda del profesor. 

—Te vienes conmigo.—Dijo la sombra. 

El profesor seguía tumbado. Tenía su bata sucia y sus extremidades atrofiadas por culpa de los malos tratos que recibía en aquel lugar. La sombra, al ver que el profesor no hacía ni el más mínimo movimiento, lo agarró de la bata y lo arrastró por todo el largo pasillo. Todos los reclusos miraron al profesor, a su paso con asco, al descubrir que no era un humano como ellos pues más bien le insultaban por el camino y le escupían. El profesor no podía caer más bajo. La sombra sentó al profesor en una silla en una habitación que más bien parecía la de un interrogatorio. La identidad de esta sombra era nada más y nada menos que la de Nerón. Éste llevaba la misma prenda y tenía el mismo aspecto desde la última vez que estuvo en el laboratorio; Gabardina y prenda negra, sombrero oscuro y gafas oscuras. La última vez que estuvo en el laboratorio amenazó al profesor para conseguir la nave espacial y huir como un cobarde de este planeta pero, una persona así, no merece salvarse del cataclismo final. 

—¡Dime dónde tienes la nave viejo engendro!—Le gritó. 

—Nunca te lo diré. No mereces salvarte por todas las amenazas y sufrimientos que provocas en la sociedad.—Dijo mientras se le escapaban unas lágrimas de sus grandes ojos.

Nerón le dio una bofetada al profesor James e incluso pareció escucharse un eco en la habitación. 

... 

De pronto, un reloj de pulsera, que llevaba el profesor en su tentáculo izquierdo, empezó a emitir unos sonidos extraños y a parpadear en colores. El dispositivo empezó a emitir sonidos cada vez más fuertes hasta que Nerón no pudo aguantar más. 

—¡AHH! ¡¡APAGA ESO O TE MATO!!!—Le agarró de nuevo por la bata. 

Cuanto más vulnerable se sentía el profesor, más fuerte era el sonido de su reloj de pulsera. 

—¡LLEVAOS A ESTE ENGENDRO A SU CELDA!—Ordenó Nerón a unos guardias que estaban guardando la puerta de entrada al recinto. 

Los guardias, rápidamente y con dolor de oídos, pudieron llevarle a su celda otra vez. De nuevo, el profesor se quedó solo. Se miró su muñeca y apagó su dispositivo de emergencia. Gracias a este dispositivo pudo salvarse de Nerón porque tiene un sensor de pulsaciones por minuto y cuando éstas aumentan estrepitosamente, se activa el dispositivo de emergencia chirriante que más bien suena como una alarma. El profesor no era consciente de su reloj multiusos. Recordó que su dispositivo, creado por él mismo, tenía más de una función y que esto le podría ayudar a salir de aquella cárcel. Ahora sólo tocaba esperar el momento perfecto para entrar en acción.

17/12/2045

EL SONIDO DEL MAÑANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora