Nerón

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Despertamos como un día cualquiera. Hace días que no veía a mi familia pero supongo que estarían bien en aquel resguardo provisional. Si salíamos fuera del laboratorio podríamos no sobrevivir para volver a entrar debido a que los fenómenos catastróficos habían ido aumentando a lo largo de estos días y la verdad, han sido días muy largos para mi. Intentaré que este diario llegue a las personas adecuadas para que sepan lo que hemos sufrido este mes. Por ello, cojo mi diario y mi lápiz al terminar el día y escribo todo lo que me ha ocurrido, día tras día, en este diario, para situar a mis futuros lectores. Ahora mismo escribo mientras estoy en mi cama hecha de hojalata...

Como iba diciendo, ayer mientras estaban los científicos arreglando los últimos retoques del motor, escuchamos unos ruidos extraños en el ático del laboratorio. Esta mañana nos despertó el mismo ruido. Lo volvimos a escuchar. En ese momento nos acordamos de que teníamos apresado a ese tipo.

—Robert... ¿Estás pensando lo mismo que yo?—Dije con miedo.

—Sí, ¡Corre hacia arriba!—Dijo mientras volvía a coger su pistola paralizadora.

Aún estábamos en pijamas. Despertamos a Amelia, la cual, dormía a nuestro lado, y todavía, como un tronco. Subimos hacia arriba y vimos que la puerta de su celda estaba abierta. Había escapado pero, ¿Cómo?

Robert se puso en guardia y recargó su pistola. Estuvimos buscando de rincón a rincón con las linternas, destapando cada montón de artilugios y cachivaches. Todo estaba muy desordenado con incluso más cuadros de fotos y mapas donde venían medidas y bocetos de inventos y naves. Cada vez que levantábamos algo, el polvo nos cegaba y eso lo odio. ¿Cómo habría escapado ese tipo? No lo encontrábamos. De pronto, una sombra apareció atrás de nosotros de forma fugaz. Se dirigió hacia la puerta y bajó las escaleras hasta llegar a la planta principal. Nosotros seguimos sus pasos rápidamente y al bajar nos dimos cuenta de que era el tipo que estábamos buscando, sólo que se había escondido como una cucaracha.

—¿Está lista ya mi nave?—Dijo jadeando aquel tipo—Es vuestra última oportunidad si no queréis que mate a vuestro querido profesor.

El profesor ahora se había convertido en rehén de aquel cobarde. Le tenía agarrado por el cuello y con un cuchillo.

—Podemos llegar a un acuerdo pero así no podemos hablar tranquilamente.¡Suelta al profesor!—Dijo Robert.

—Bueno, lo soltaré cuando respondáis a mi pregunta o ¿es que estáis sordos?

—Pues para tu pregunta, la nave aún no está lista. Le quedan algunos arreglillos así que lo siento mucho amigo—Dijo esta vez Amelia.

—Estoy harto de estupideces así que me llevaré a vuestro profesor conmigo. Cuando la tengáis lista me avisáis.

El contrabandista dejó caer un papel con una dirección.

—Cuando esté lista para mi, venid hacia esa dirección y os atenderé lo mejor que pueda. Mi nombre es Nerón, como el emperador. Mientras arregláis esa máquina, atenderé lo mejor que pueda a este viejecito, ¿verdad?—Dijo mientras le estrangulaba el cuello con su codo.

—No le hagas daño, él no tiene derecho a merecer tal sufrimiento ¿No sabes lo que significa la palabra amor?—Dijo Robert.

—¡Qué cursi eres! Y la verdad no me importa lo que sientas por este engendro. Adiós.

Nerón se marchó, sujetando al profesor, por la puerta principal y fuera ya le estaban esperando con una furgoneta espacial. Cuando salimos de nuestro Shock emocional, salimos hacia afuera y vimos como la furgoneta empezó a despegar poco a poco. Nuestro querido profesor nos había
dejado...

—¡NO!—Cayó al suelo—¿POR QUÉ ME HA PASADO ESTO A MI?—Dijo Robert derrotado ya el suelo y llorando como nunca vi a ningún hombre llorar antes.

—Yo... Lo siento mucho Robert... Yo... Amelia me llevó hacia un lado.

—Dánae, no le consueles. Será peor para él. Es mejor que ordene sus pensamientos y luego hablemos con él. Hazme caso, entiendo de esto.

—De acuerdo. Parece que entiendes de todo. ¿Cómo lo haces?

—No lo sé. Seguramente, aprendo rápido. Ahora lo que tenemos que hacer es idear un plan para rescatar al profesor y arreglar lo poco que nos quedaba de la nave, eso déjanoslo a Robert y a mi.

—Gracias Amelia. No sé qué haría sin vosotros.

Amelia apartó la vista de mi conversación y se acercó para coger el papel que dejó caer Nerón. En el papel ponía:

Calle metacrilato N°999

Amelia sacó de su bolso un móvil holográfico de última tecnología donde se podía divisar el icono de Google Maps. Puso la dirección del papel y apareció una ubicación cercana a 2 kilómetros del laboratorio. Esto era una pista para poder conseguir nuestros objetivos.

Después de la tarde tan movida que tuvimos, cenamos pensando en lo que haríamos los días siguientes y también estuvimos convenciendo a Robert de que la esperanza es lo último que se pierde. Estábamos juntos en esto y ya éramos un equipo. Amelia aún debía contarnos más sobre Nerón. Ella lo sabía todo.

14/12/2045

EL SONIDO DEL MAÑANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora