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- ¿Elton? -le llamaba Andy- ¡Elton! ¡Soy yo, Andy! ¡No quería que congelaras el verano! ¡Lo siento, todo es culpa mm...mía!
Andy iba montado a su caballo, llamado Kjekk, que estaba cansado de tanto correr y ahora luchaba por caminar entre la gran superficie nevada que estaba pisando.
Solo le habían ofrecido una capa fina a Andy para ir a por su hermano, y aunque no lo pareciera, empezaba a pasar calor.
Aún no había desayunado ni había bebido nada, pero de todas maneras no tenía hambre, se había inflado a comer dulces con Hannah, a quien ahora echaba mucho de menos.
- Aunque nada de esto habría pasado de habérmelo dicho -comprendió Andy, mirando a su alrededor, sonriendo.
De alguna manera, el caballo de Andy se asustó, pegó un par de brincos y tiró a su amo al suelo. Luego retrocedió galopando, alejándose de Andy, dejándole con un palmo de narices.
- ¡Vuelve, vuelve! -exclamaba Andy- ¡No, no, no!
Pero ya estaba demasiado lejos para escucharle, Andy estaba completamente solo en ese paisaje de abetos nevados.
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Oscurecía, Andy no había llegado a su destino y le dolía todo el cuerpo. Estaba calado hasta los huesos de tanto frío, le había caído mucha nieve con los abetos y estaba murmurando:
- Nieve ¡tenía que ser nieve! No podía tener poderes de cálido...
A la que levantó un poco la vista vio un hilo de humo surcando el cielo a lo lejos, debía de tratarse de una pequeña chimenea.
- ...fuego -murmuró Andy, terminando su frase.
Se estaba riendo cuando la nieve que estaba pisando se derrumbó y Andy se pegó el susto de su vida, en la caída perdió la capa, pero de todas formas no le serviría; y cayó con los pies juntos en un enorme charco.
Tenía más frío que antes, Andy hizo lo que pudo para levantarse y se dirigió rápidamente caminando como un pingüino a la posada, o lo que sea que fuera eso, porque el cartel estaba tapado por la nieve.
La entrada tenía tres escalones, uno de ellos le costó mucho de subir porque tenía los pies hechos hielo. Cuando por fin llegó al cartel, alargó el brazo y le dio un golpe.

"TIENDA VERANIEGA DE LA FAMILIA OKAEÑA" leyó Andy, otro cartelito al lado seguía moviéndose del golpe hasta que cayó la nieve que tenía. "CON SAUNA" ponía.

Andy entró en la tienda y enseguida notó un calor reconfortante en los pies, pero seguían sin descongelarse. Una fuerte brisa de aire le obligó a cerrar la puerta de la estancia, en la cual parecía no haber nadie, pero al girarse vio a una niña como cajera de lo menos ocho años, pelirroja con dos coletas mal hechas, ahora, el camisón era el más bonito que había visto en mucho tiempo e iba abrigada con una chaqueta blanca.
La niña tenía un libro de leyendas macabras en la mesa, pero no le hacía ni puñetero caso, solo le hacía caso a la cara de Andy.
- Yuju! -le saludó la niña- ¡Rebajas de verano! Descuentos en bañadores y protector solar. Ja?
Andy se quedó un poco sorprendido, la niña en vez de saludar como una buena persona había anunciado las rebajas de verano. Parecía no haberse dado cuenta de la tormenta de nieve que estaba cayendo.
- Ehhh -empezó Andy dirigiéndose a la niña- ¿Y no tendréis botas... y trajes... de invierno?
- ¡En nuestro departamento de invierno! -le señaló la niña a una esquina de la tienda.
En esa esquina tan solo había una cuerda, un pico y... un traje de invierno de mujer, que con suerte la cadera sería ancha y le cabría en el cuerpo.
Con vergüenza por ponerse eso, Andy se dirigió a la esquina que le había señalado la niña (ponía que se llamaba Sandra en el camisón) y cogió el traje de mujer de invierno, luego lo puso sobre el mostrador, con esperanza de que la niña se lo pusiera todo gratis, porque no tenía dinero.
- Y -preguntó Andy- ¿no habréis visto al... rey pasando por aquí?
- Con está tormenta solo usted se ha atrevido a estar por aquí. -contestó Sandra Okaeña, con un tono de amabilidad y dulzura en su voz.
Bum! En ese momento entró en la posada una mujer de la misma edad de Hannah, rubia, con el pelo recogido en una coleta despeinada, llevaba puesto algo parecido a un mono de esquiar y unas botas con una punta de banana, un gorro de lana en el pelo y la boca tapada por un cuello, había entrado con cara de querer suicidarse y miraba a su alrededor con aires de estar enfadada con el mundo mientras se acariciaba el mono de esquí para quitarse unos granitos de nieve.
Hubo un momento de silencio entre niña y adulto, pero la niña se encargó de terminarlo.
- Y esta -añadió Sandra a su frase de antes, señalando a la chica rubia- Yuju! Rebajas de verano!
La mujer iba con paso zombi hacia Andy, estaba cubierta de nieve y eso daba un poco de impresión. Ya está, no voy a hacerle caso, pensó. Se dedicó a hacer que mascaba chicle mirando al techo, intentando pasar de esa chica.
- Zanahorias -murmuró la chica.
Andy no pudo evitar preocuparse por lo que decía e hizo sonido de interrogante. La mujer se le acercó más.
- ¡Detrás de ti! -añadió.
Andy miró literalmente detrás de él y vio a Sandra alucinando con la mujer, pero no había nada que tuviera que ver con las zanahorias; así que supo que se refería al mostrador al que estaba pegado, se asomó a ver que había.
Habían muchas cosas, entre ellas zanahorias. Andy no evitó reírse, pero la mujer no estaba para coñas y no se contagió.
- ¡Oh, ya está! -respondió Andy riendo- ¡Perdona!
La chica pareció no aceptar sus disculpas, cogió las verduras naranjas y las puso en el mostrador.
- Una tormenta en julio ¿Ja? -empezó a decir Sandra, para establecer una conversación- Me pregunto de donde vendrá tanta tormenta.
Mientras decía eso, la chica se dirigió a la esquina donde solo quedaba el pico y la soga para coger las dos cosas.
- De la montaña del norte -respondió ella.
- 'La montaña del norte' -murmuró Andy ¡Gran nombre para una película! A parte de eso, allí podría estar su hermano, asustado, sin controlar sus actos.
La chica dejó las cosas en el mostrador, donde también estaba el vestido y las botas de Andy, pero él decidió pagar en otro momento.
- Son 40. -dijo Sandra.
- ¿Cuarenta? -se sorprendió la chica, no se podía ver bien su cara de asombro porque el cuello le tapaba la boca- No, 10.
- Oh, no, no -se defendió Sandra, parecía una niña haciéndose la marimandona- Esto es del departamento de invierno, cuya oferta y demanda es un gran problema.
- ¿Quieres saber lo que es un problema de oferta y demanda, mi niña? -le preguntó la mujer a Sandra- Yo vendo hielo.
- ¡Uhh! -intervino Andy, después de ver un trineo minúsculo cargado de hielo, aparcado cerca de la tienda- ¡Menudo tiempo para eso! Es una auténtica... -La chica le miraba con cara asesina- ...faena.
- Son 40. -continuó Sandra- ¡Pero te añado la visita al spa de la casa! -Sandra dirigió su mirada a la puerta que tenía a su derecha.- ¡Yuju! ¡Hola, mamá!
En esa sauna no solo estaba su madre, también estaba su padre, tres niñas y cuatro niños pequeños, desnudos, pero tapados con toallas blancas.
La familia Okaeña la saludó con un 'Yuju!' y Andy les devolvió el saludo.
- Solo tengo diez -protestó la chica- échame una mano.
- Mira -le explicó Sandra, y cambió de sitio los productos, si el pico estaba a la derecha ahora estaba a la izquierda, la soga igual, si estaba a la izquierda ahora estaba a la derecha- Te doy esto por diez, nada más.
La chica ahora tenía calor y empezó a quitarse el cuello que le tapaba la boca.
- Y por casualidad -se le dirigió Andy a ella- ¿En la montaña del norte no había nada... mágico?
La mujer terminó de quitarse el cuello y empezó a respirar como si la hubiesen estado estrangulando y su agresor parara de presionarla. Andy la reconoció, tanto a ella como a su amiga, las había visto paseando mientras cantaba 'Por primera vez en años'. La mujer se llamaba Kristen y su amiga Sylvie, y se comportaba como una niña pequeña que no sabía ni hablar.
- ¡Si! -contestó la chica, en plan 'Cállate de una vez'- ¿Vale? Ahora déjame. Tengo que negociar con esta niñata.
Sandra se levantó, se subió a la silla y luego al libro de leyendas macabras, así se la podía ver mejor.
Sandra Okaeña, de ocho años y siete hermanos (tres niñas y cuatro niños) tenía la parte del camisón que no se veía por el mostrador manchada de sangre seca, de distintos tipos de rojo, había sido lavada varias veces sin éxito, pero si Sandra llevaba esa chaqueta era porque le gustaba a pesar de que ya estaba para tirar. Daba muchísimo miedo.
- Perdona ¿Qué me has llamado? -le preguntó Sandra a la chica, con amabilidad.
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El padre de Sandra, un gigantón de dos metros, cogió a Kristen y se la llevó a rastras a la puerta, la tiró afuera como si fuera una bolsa de basura, una bolsa de basura que es lanzada a una gran distancia de la tienda. No se olvidó de decirle adiós amablemente.
Cuando la puerta se cerró, Sylvie, la amiga de Kristen, una mujer que tenía un trastorno raro, corrió hacia Kristen gritando como loca, palpó su ropa pero no encontró nada, solo nieve, y le puso cara de interrogante a Kristen.
- No, Sylvie -le dijo Kristen- No te he traído zanahorias.
Sylvie se quedó bastante chafada con su respuesta, Kristen le cogió del brazo para que la ayudara a levantarse.
- Pero se un lugar donde dormir -añadió Kristen, sonriéndole- ¡Y es gratis
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- Lamento esta escena violenta -se disculpó Sandra, mientras su padre se retiraba. Sandra se volvió a sentar en su sillita y sonrío a Andy- Te agrego el spa. Y estos pececillos. El vestido y las botas ¿Ja?
Andy no sabía que contestar en ese momento, tenía solo una cosa en mente.

Frozen (versión Sp0o_.oky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora