𝔗𝔯𝔢𝔰

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—¿Qué? ¿Te comieron la lengua o no vas a reponer?

—N-no señor-ra— su voz aterciopelada y tartamudeante provocó un lado tierno en la Diosa.

«—Aww, que tierno se pone tartamudeando—» pensó la emperatriz mientas se quedaba en frente del misterioso joven rubio.

—¿Acaso no sabes qué este es mi lago privado y que nadie puede excepto yo puede venir aquí?

Pregunto altanera provocando que el joven bajará la mirada avergonzado e intentará salir del lago, solo con la mitad de su cuerpo descubierto provocó que la emperatriz por primera vez sintiera un deseo que no fuera gobernar o belleza.

«—Maldición, tiene un excelente cuerpo de un caballero—».

Ella se mordió el labio inferior, con algo de excitación subiendo por su estómago.

—Alto— le ordenó ella provocando que el muchacho la mirará sorprendido —. No te muevas.

Tras esas órdenes ella comenzó a desenmarañar su vestido plata y lo dejaba caer en el suelo cubierto por la nieve, él la miró perplejo y como media respuesta obtuvo una sonrisa de ella se desamarraba el corsé, evidentemente no sería tan divertido si no se lo quitará. Él se ruborizó casi hasta las orejas.

—¿P... Por q-qué es... mala?— preguntó el muchacho casi atragantándose con sus propias palabras.

—¿Disculpa?— ella intentó sonar lo más ofendida posible, claramente era para avergonzar al muchacho aún más —. ¿Todo te parece malo, cariño?

Ella siguió preguntando con ese tono parecido al ofendismo, eso solo provocaba más el avergonzamiento del muchacho. Ella lo encontraba adorable junto con ese rostro enrojecido por la vergüenza.

—N-no, m-me refiero a S-su persona— murmuró y ella sonrió ladinamente.

—Tengo el corazón dividido, digamos que lo tengo hecho de hielo— decía enigmática mientras acababa de quitarse el corsé negro y lo dejaba encima de su vestido plata. Quedó completamente desnuda —. Mírame— él la obedeció y la emperatriz se encontró con esos resplandecientes orbes verdes, que sorpresivamente empezaron a descender por el cuerpo de la emperatriz. Iba perdiendo la timidez.

Ella sonriente por su cambio de actitud descendió tranquilamente por las aguas, se relajó lo suficiente para dejar que todo su largo cabello se mojará, aún así al ponerse de pie dejaba a la vista su torso expuesto.

—Oye, que no te voy a comer— le dijo algo burlona, acercándose más a él.

—Pero sí esclavizas— decía en un murmuró, la sorprendió.

«—Vaya... El niño virgen tiene agallas—» pensó aún sorprendida.

Él dijo algo más, pero fue tan bajo que ni ella lo pudo escuchar.

—¿Dijiste algo?— preguntó con voz dura, él parecía que se ahogaba.

—Que.... ¿No esperas a que salga?— murmuró nervioso.

—Algo de compañía no me vendrá mal— explicó y nadó junto al muchacho rubio y pudo sentir lo tenso que estaba. Nadó otro poco hasta sentir su desenfrenada respiración en su hombro, alzó sus brazos para acariciar su cabello idéntico al oro —¿Es natural?— preguntó cerca de sus labios y asintió.

—Sí, sí lo es— respondió con voz ronca.

«—Joder, hasta aquí llegó mi decencia—» pensó lamiendo sus labios ansiosa.

Ella se lanzó a esos fríos y dulces labios de forma fogosa. Eso paralizó al joven, a ella poco y nada el importó pues lo tomó de los glúteos y pegó sus cuerpos, sintió como el fornido abdomen del muchacho endureció sus pezones. La excitó.

𝔗𝔥𝔢 𝔦𝔠𝔢 𝔱𝔶𝔯𝔞𝔫𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora