𝔇𝔦𝔢𝔠𝔦𝔰é𝔦𝔰

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El único sonido que resoplaba era el de la carne humana del brazo de Bercouli desprendiéndose de él junto al sonido de la sangre saliendo a cantares de sus venas, manchando toda la superficie. Su espada también salió volando haciendo un fuerte golpe cuando cayó al suelo junto al miembro arrancado.

—Pa-papa— tartamudeó la joven rubia viendo y tratando de negar lo que visen sus ojos.

Bercouli vómito más sangre cuando sintió la espada de Eugeo atravesando su estómago y clavándose justo en el centro. Tanto por las heridas como por su boca, la sangre se derramaba sin cesar.

Sus suspiros y gruñidos eran cada vez más pesados y su corazón latía y latía cerca de detenerse, pero eso no era lo preocupante.

El cuerpo de Bercouli se empezó a agrietar.

El tiempo se le estaba terminando.

𝕮𝖆𝖗𝖉𝖎𝖓𝖆𝖑

El espectáculo de luces era prometedor, una gigantesca nube llena de truenos se formó en medio de la nada, en una delgada línea que salía de su centro salía un cemento pesado con el que se conectaba con el suelo.

La cabeza y cabellera castaña de una apariencia considerablemente infantil, Cardinal emergió de la misma tierra.

—Veo que no falta mucho para que anochezca— mencionó Cardinal mirando una cercana puesta de sol —, tarde más de lo que pensé.

Justo detrás de ella ya empezaba a salir la silueta de su nuevo “compañero”.

Cuando salió llenó sus pulmones de ese oxígeno que tanto añoraba, el emperador suspiró muy ampliamente.

—He pasado muchísimo tiempo encerrado ahí, demasiado, ya casi había olvidado lo bien que se siente el aire fresco— declaraba volviendo a respirar todo el aire que podía.

—Si terminaste con tu lindo reencuentro con este territorio mejor apresurate, no olvides que te deje salir por una cosa.

—Ya lo sé, pero no me critiques, pasé incontables siglos encerrado en ese mundo de desesperación y de mala muerte.

—A mi me parece que esa es la clase de lugar idónea para alguien como tú merece por toda la eternidad.

Furioso Vector atacó tres veces contra Cardinal, quien logró defenderse de los tres ataques.

Incluso en esa pequeña confrontación la fricción y fuerza de los impacto provocaron visibles desgarros en el aire.

—Vuelve a decir eso y lo siguiente que sentirás será como te arrancaré el corazón.

—Egoísta, ahora mismo podría enviarte de nuevo a tu mundo podrido para que te pudras por siempre allá.

El ceño del adulto se frunció y levantó su espada en una delgada línea hacia arriba, rompiendo el crujido de sus armas. Guardó su espada.

—Está bien, está bien, ya pararé— asintió mirando a Cardinal —, solo sigamos con nuestro trato.

—Por mi perfecto— imitó las acciones de Vector —, mira hacia allá.

Apuntó con su dedo hacia una gigantesca torre.

—Aunque todos le dicen la Catedral o la Iglesia, en realidad solo es el palacio de Quinella, la que controla todo el mundo humano.

—Es enorme, mucho más que mi castillo— mostraba su impresión por su tamaño.

—En fin prepárate, se viene a una pelea muy dura.

𝔗𝔥𝔢 𝔦𝔠𝔢 𝔱𝔶𝔯𝔞𝔫𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora