𝔑𝔲𝔢𝔳𝔢

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𝕬𝖑𝖎𝖈𝖊

Incompleta...

Era la palabra que combinaba perfectamente la descripción que daba actualmente esa joven rubia de su cama sin la presencia de él...

Para estar en una modesta y calentita cama, ella estaba completamente destapada sintiendo sus huesos calar, desperdiciando su buena salud, pero eso no le importaba nada, tenía la esperanza de sentir las manos de él, tapándola y regañarla por eso.

Sentir que le quitaba sus mechones rubios rebeldes de la cara y mirarla con esas esmeraldas tan resplandecientes como el mismísimo sol, al tiempo que le decía esa sincera y hermosa palabra.

"Te amo"

Ella todavía oía ese susurro y sentía sobre sus labios los besos que él antes de que ella se dormirse en el hombro de Eugeo..

Claro está que había perdido eso...

Aunque no lo quiera, desproporcionadamente lágrimas amargas surcaron sus córneas y se abrieron paso de sus pestañas cayéndose por sus mejillas..

No las detuvo, para nada, esperaba a que Eugeo se las secará, la consolará y le dijera que todo iba a ir bien.

Reconocía que también añoraba, cuando alguna vez por algún que agüe motivo ella se despertaba antes que él, pero se hacía la dormida solo para poder estar unos minutos más con él, y también las cosquillas que le hacía al repasar el contorno de su rostro con el dedo índice, cuidando de no despertarla. Algo que le parecía sumamente adorable.

Y tampoco olvidaba que por simple gusto, ella analizaba cada fibra de su cabello dorado, cual se había acostumbrado a verlo en el lado opuesto de la cama.

Sí, ella se había acostumbrado a esos pequeños pero lindos caprichos de cada día.

Pero los había perdido....

No solo eran esos momentos, sino que su mente tuviese el pensamiento de que Eugeo estaba raptado por un monstruo como la Clérigo mayor le aceleraba el pulso y no la dejaba tranquila, con evidente angustia.

Alice dio medio giro, terminando en el lado opuesto del que solía dormir, levantándose.

Camino un poco y al quedar en frente de una especie de gigantesco armario, lo abrió. Y se quedó viendo su armadura y espada doradas, de caballero.

En ese momento lo decidió.

«—Si en dos días Cardinal no dice nada, yo mismo iré contra la Clérigo mayor—» pensó decida.

Estaba decidida a hacerlo, quizá ya hayan pasado poco más de dos años desde que dejó su carrera como caballero, pero con algo de práctica estaría lista para la batalla.

Cerró el armario, con algo más de fuerza de la que hubiera querido y volvió a acostarse en su cama, abrigándose.

Esta vez cerró lentamente los ojos, no para tratar de fantasear con cosas que en esos momentos le eran imposibles e inaccesibles, esta vez era para poder descansar, evidentemente no podría con la Clérigo mayor sin estar descansada, después de todo era una lucha con la gobernante de este mundo.

Su intento de sueño fue interrumpido cuando sus párpados fueron teñidos por una luz anaranjada, sorprendida de eso, se levantó y como ya habían pasado unos minutos desde que el sueño al fin la acogía le costó un poco saber quien era el que ha interrumpido su descanso.

Por un momento casi se lanza a él, por haber reconocido perfectamente su silueta, pero su decepción se hizo presente al ver mejor esa paleta de colores tan negra y sosa.

𝔗𝔥𝔢 𝔦𝔠𝔢 𝔱𝔶𝔯𝔞𝔫𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora