La emperatriz Quinella, hermosa como ella sola. Desde el día de su nacimiento fue admirada por todo el mundo como una verdadera diosa, su objetivo es ser por siempre la gobernante del mundo humano, realizando múltiples experimentos al poder absoluto...
Ella sonreía escabrosamente mientras andaba, de una forma similar a los pasos de una danza, claramente complacida. Su única y mayor amenaza estaba en el suelo, inconsciente, y con la victoria al alcance de su mano, no procedió con tonterías y agarró de inmediato el objeto más cercano que tuviera.
Tras ese comando, la lámpara se deformó en una poderosa espada.
Ya lista la arma que terminaría con sus patéticas amenazas, avanzó con paso ligero a la "niña", que parecía que aún permanecía en sueño. La más alta la apuntó con la espada.
—¡Vete al infierno!
Sentenció antes de cortar el aire y azotar brutalmente contra la "niña", que para su sorpresa su ataque fue frenado en seco por la más baja. La emperatriz contrajo sus bellas facciones en una clara muestra de disgusto.
—Maldita... Estabas despierta.
Tras el choque, se separaron por la fuerza del reciente impacto.
—"System Call. Generate Luminous Element"— habló la más baja cargando una corriente de electricidad en su mano libre.
—"System call. Generate Umbra Element. Ball Shape"— la gobernante imitó similarmente la acción de la menor, pero con su propio poder.
—"¡Discharge!"— las dos lanzaron su ataque al mismo tiempo, en un aparente empate de poder.
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Tras la explosión, la más alta levantó su espada hacia arriba, dispersando el humo.
—“System Call.. Change Field Atribution"
Sentenció para que varios truenos oscuro empezarán a desprenderse de su espada para convertirse en masa oscura que cubría toda la sala, rodeándolas.
Cardinal preocupada por ello, imaginó el significado de la acción de su enemiga.
—Acaso.... ¿En este espacio no se pueden usar Comandos del Sistema?
Apenas sí pudo pensarlo, porque de inmediato se enfrascó en peligrosa lucha con la Diosa.
«—Este cuerpo me es completamente inútil para vencerla—» pensó Cardinal sintiendo una gran vergüenza de perder.
La menor no tuvo más tiempo para lamentarse, porqué la emperatriz se abalanzó en contra suya con una potente embestida.
La emperatriz vio su intento fallido al ver que no estaba.
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