ℭ𝔦𝔫𝔠𝔬

238 10 6
                                    

¿Qué fue eso Ronye?. ¿De qué hablan Raios y Humbert?— preguntó Tieze extrañada de ese incómodo momento.

—Nada, ellos solo me dijeron que podían ayudarme a conseguir medicinas para la enfermedad de mamá. Después de todo ellos conservan sus privilegios por ser nobles de mayor estatus que tú, Tieze— aclara pareciendo irritada por eso, pero esa afirmación provocó los pensamientos de Tieze.

—¿Y-y qué quieren a cambio?— no estaba segura de querer realmente saber la respuesta, debido al momento ya tenía una ligera idea de cual era su "recompensa".

Ronye no contestó, solo miró al suelo con vergüenza y enrojecimiento involuntario.

—No lo hagas Ronye, ni se te ocurra— exclamó Eugeo.

—Claro que no lo haré- afirmó la pequeña castaña —. Ellos solo están molestandonos como siempre lo hacen, nada más.

—¿Segura?— preguntó Tieze sin sentir el coraje de hacerlo.

—Segura— afirmó pareciendo creer en sus palabras, pero al de orbes verdes y a la de cabello carmesí no les terminó de convencer —. Tieze voy a ver cómo está mamá, no tardes- dijo y se despidió de sus amigos, yendo en dirección a su casa.

Cuando la femenina desapareció en medio de la ventisca de hielo, Eugeo le dijo a Tieze.

—Tieze..... No dejes que se meta en problemas, Raios y Humbert no son de fiar— pidió el rubio.

—No te preocupes, no la perderé de vista— dijo inclinándose arriba para ver las esmeraldas de Eugeo.

—Gracias, sabía que podía contar contigo— dijo, dándole una linda sonrisa, ese simple gesto ocasionó que el corazón de la menor estuviese apunto de salirse de su pecho y una gran desorientación por el gran atractivo del muchacho rubio.

—S-sí, nos vemos— dijo cuando al fin consiguió recuperar la postura y se despidió de él con gestos de la mano.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos de él pensó con las lágrimas casi saliendo.

«—Lo amo, no importa cuanto me engañe a mí misma, lo amo demasiado—» pensó Tieze triste.

Continuando su camino, Eugeo fue corriendo al lugar de entrenamiento habitual, allí estaba su maestro dándole la espalda, pero aún así consigue percibir a su alumno.

—Tardaste— dice en un tono de regaño para luego mirarlo.

—Perdón— se disculpó agachado la cabeza —. Tuve un pequeño contratiempo con Tieze y Ronye.

—¿Tieze? ¿Ronye?. ¿Se encuentran bien?— preguntó pareciendo interesado.

—Sí, solo que la madre de Ronye está muy enferma y como no tienen privilegios por su bajo estatus de noble no tiene medicinas para sanarle la enfermedad.

—¿Seguro que solo es eso? ¿O ahí algo más?— preguntó al ver que su alumno parecía guardarse algo.

—Sí— mintió, no quería seguir tocando ese tema —. ¿Podemos comenzar con el entrenamiento?

Ante esa cuestión el mayor sonrió.

—Muy bien, atacame— ordenó.

Obedeciendo la orden, Eugeo se lanzó en contra de su maestro y ahí los dos se enfrascaron en un combate.

{...}

Horas más tarde, Eugeo se disponía a regresar a su hogar, ya se había despedido de Bercouli. Y pese a la fría nieve Eugeo sentía más calor que frío.

𝔗𝔥𝔢 𝔦𝔠𝔢 𝔱𝔶𝔯𝔞𝔫𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora