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En la noche, su madre decidió cocinar.
Para Coraline era un milagro; sin dejar de lado la idea de que su madre podría cocinar peor que su padre.
Comieron pollo, algo reseco por cierto.
Sin embargo, era mejor que un pollo repleto de ciruelas por dentro.

Quizás Coraline no mentía cuando decía que su padre podría llegar a matarla.

La niña lo disfrutó hasta el último bocado.
Su madre sonreía al verla con tal emoción hacia su comida.
Fue a dormir, satisfecha.
Ordenó sus juguetes, puso su osito juntó a la almohada y se concentró en cerrar los ojos.

Soño con ratas que cantaban y bailaban, la más grande saltaba sobre una pelotita, recordándole a su segunda vez en el otro mundo.
¿No es eso perturbador?
Coraline despertó en la madrugada con la sensación de estar sedienta.
Era una trampa.
La araña estaba esperando a que la mosca cayera en su telaraña, inútilmente.

La niña se levantó y con una manta cubriendo sus hombros bajo las escaleras.
La criatura la estaba vigilando con paciencia y dedicación.
Coraline se detuvo en seco.

No era tonta

Miró a sus alrededores.
No estaba segura, sabía que había algo más con ella.

—Mmh...perra.

Luego de insultar al aire, subió las escaleras con rapidez, está vez pudo escuchar como algo la perseguía.
Fue a la habitación de sus padres; si dormía en la suya era más rápido ser asesinada.
Sus padres no se percataron de ella hasta que se metió bajo las sábanas y se acurrucó con ellos.
La mujer despertó, preguntándole sonmolienta.

—¿Qué pasa, Coraline?

—Tuve una pesadilla...—Respondió la niña mientras apretaba la sábana que la cubría.

—Ve a tu habitación, tres es demasiado—Mel intentó sacarla de la cama, pero Coraline se resistía.

La mujer no tuvo más opción que dejarla dormir con ellos.
Después de todo aún era una niña asustadiza.

(🍀)

Era sábado en la mañana y Coraline caminaba descalza por el piso congelado (Metafóricamente), tenía un té caliente en las manos, comía galletas con forma de animalitos y bostezaba imparable.
Su madre escribía en la laptop cómo una condenada, dejando eso de lado, solía preguntarle a Coraline si necesitaba algo.
¿Había cambiado?

Salió de casa con su impermeable, estaba distraída cuando tropezó con algo que le llegaba hasta las rodillas.
Era un perro, un terrier escocés.
Éste le lamía la cara mientras Coraline intentaba aguantar las lágrimas.

¡Hamish!

El perro se detuvo, mirando a su dueña.
La Srta. Spink la ayudo a levantarse.

—¿Estas bien, pequeña?—Limpió sus rodillas, eso le recordó a su madre en tiempos de infancia.

—Sí, Srta. Spink—Respondió Coraline.

—Lamento eso, mis perros están algo alborotados últimamente—Se disculpó la anciana avergonzada.

—No se preocupe, no es tan grave... sólo fue un rasguñó—Aclaró la niña.

—¿A dónde vas con tanta niebla, hija?—Preguntó la mayor con curiosidad.

—A explorar, nos vemos luego—Le sonrió retirándose.

—Esta bien, ¡Ten cuidado!—Le dijó la anciana.

Coraline caminaba entre la niebla.
Aunque no podía ver sus pies sabía dónde estaba pisando, ella era una exploradora.
Estaba jugando, cuando se detuvo al ver a otra figura de lejos.
Era una niña.
Coraline se estremeció; era raro ver a alguien en su zona, a excepción de Wybie.
Ella aclaró la garganta.

Coraline 2 "Botones De Porcelana"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora