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Las gotas de sangre salpicaban el suelo, minuto a minuto. La sangre provenía de Norman, quién se manchaba la muñeca de aquel líquido cada vez que se limpiaba, intentando detenerlo.
Le habían roto la nariz.
Frente a él, en la otra banca, se encontraba Coraline; causante de la grave fractura.
La niña apretaba sus puños con fuerza, clavándose las uñas, sentía rabia. Pero, entendía que eso no estaba bien.
Al ver el aspecto débil de Norman, la pena recorría su mente.
Ambos esperaban a que sus madres salieran de la sala del director, para así ser llevados a casa o... ser regañados.
Solo uno iba a sufrir ese riesgo final.

Desde el interior de la sala, los gritos de Mel salían a los pasillos. Coraline estaba avergonzada, así que se cubrió la cara con ambas manos, mientras lloraba en silencio.
No podía controlar su furia.
No podía controlar sus sentimientos.
Su mente ya no le pertenecía en diferentes ocasiones.
Ya no era ella.
Norman le dirigió la palabra, algo quebradizo.

—Perdón—dijó.

Coraline lo miró, a pesar de tener lágrimas resbalando por sus mejillas, no le importó.
Norman entrelazó las manos y suspiró.

—No quería hacerte sentir... acosada—su voz se tornó suave—. Simplemente me gustas mucho... y no quería que acabarás pensando que soy... un tonto—agacho la mirada—. Prometo que no te hablaré nunca más, lo siento.

Coraline abrió los ojos por completo, asombrada.
Su mitad frágil le hizo créer que lo estaba intimidando y eso era malo, por la otra, creía que estaba ganando y eso... la alegraba.
Sin embargo, le hacía sentir mal, era cargar otro peso en sus hombros. No podía resistir mucho.

—No debes disculparte...—respondió ella—. Sólo, no estoy de humor para recibir la atención o el afecto de alguien... ¿Entiendes? No es tu culpa. Aunque sí, me hiciste sentir incómoda la primera vez.

—No soy muy bueno relacionandome, hehe...—se rascó la nuca nervioso—. Bueno, una vez más, lo siento. Pero, puedo decirle a tu madre que fue mi error.

—¡No! No hagas eso. Ya te lo dije, está bien. Mis ataques de furia son inesperados...—desvió la mirada, dejando a entender los problemas que sufría—. Pero, dejaré algo en claro: ya tengo novio. No necesitó otro, no soy una pequeña perra, por así decir...

—Hubieras dicho eso desde el principio—comentó decepcionado.

—Es que no sabía perfectamente en que estaba metida... pero ahora sí —aclaró la niña—. En fin, creo que tu nariz está empeorando, deberías...

—No. Estoy bien—el niño sonreía gentilmente, Coraline se rompió en mil pedazos, ¿Cómo podía sonreírle luego de haberlo atacado sin piedad?

—Está bien...

La puerta se abrió, la primera en salir fue Sandra Babcock, quién se acercó a su hijo. La mujer le limpio la nariz cuidadosa y gentilmente.

—¿Estás bien? ¿Te duele?—Sandra se mostraba muy preocupada por el estado de su hijo, esto incómodo un poco al joven.

—Sí, mamá. Estoy bien no me pasó nada... solo fue un accidente.

La rubia miró de reojo a Coraline, la menor se estremeció. Sandra bajo los hombros y se dejó llevar por su corazón, acercándose a la niña lo más amistosa posible.
Coraline mantenía la mirada baja, sentía como su corazón avanzaba rápidamente, tanto así que hasta creía que este se iba a detener en cualquier instante.
Cuando Sandra estaba a punto de tocar su hombro izquierdo, para iniciar una charla tranquila e entendible, Mel se abalanzó.
Quitando a la otra mujer del camino, tomando a su hija del brazo, está vez estaba verdaderamente molesta y no iba a acepta lágrimas como disculpa.

Coraline 2 "Botones De Porcelana"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora