2. Sentimiento bonito, dolorosa catástrofe

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La lluvia ya hace un rato que ha cesado, pudiendo salir de debajo de la pequeña caseta en el parque donde me he refugiado desde su inicio, poco después en realidad, hasta ahora que continuo mi camino descalzo, con las zapatillas prestadas de la academia completamente mojadas que llevo en mi mano. Mi ropa a pesar de que ya no llueve sigue mojada, provocando que mi cuerpo tiemble por el frio que la humedad me transfiere.

Mirando la parada de autobús a escasos metros de donde me encuentro me detengo, pensando ya que tengo tiempo en si debería tomar la linea para volver a casa, negando porque seguramente no me dejarían entrar siquiera por el estado en el que me encuentro.

Aún descalzo sigo mi camino, doliéndome cada extremo de mi ser, más sobretodo los pies, en el momento en que llego a casa, a mi apartamento, arrastrando mis doloridos pies hasta el cuarto de baño donde me desnudo, metiéndome bajo el agua caliente, saliendo no mucho después, sintiéndome algo mejor, secándome con una toalla, arrastrando mis pies aún afectados por la caminata descalzo hasta mi habitación, hasta mi armario de donde saco una camiseta negra de manga corta y un pantalón que hace mucho no uso, cuando salia a correr en mi tiempo libre, lo cual ya no tengo, vistiéndome con cierta pereza, colocando bien la camiseta en mi cuerpo.

Sentado ahora en mi cama, miro a mi alrededor, buscando mi móvil sobre el colchón, en las dos mesitas de noche, cubriendo mi cara con mis manos recordando donde está, junto a todas mis cosas, en la academia.

Incorporándome, poniéndome en pie, una sensación bastante fuerte de mareo me invade, ignorándola cuando me siento algo mejor, saliendo así de la habitación, yendo a la cocina donde me sirvo un vaso de agua, la cual dolorosamente baja por mi garganta, ardiendo incluso, dejando el vaso ahora limpio a un lado, sentándome en una de las sillas junto a la mesa, teniendo que levantarme, con pesadez en mi cuerpo y bastante dificultad, de la silla al escuchar el timbre sonar.

Tratando de pisar con cuidado, deteniéndome por un momento cuando un escalofrío me recorre el cuerpo entero, siguiendo hasta llegar a la puerta, pudiendo tomar el pomo con ayuda de mis dos manos, abriendo la puerta, frunciendo el ceño aunque esa acción provoque que me duela la cabeza.

— ¿Qué quieres? No tengo ganas de verte ahora mismo —aparto mi atención de Yeosang —iba a dormir un poco antes de ir a trabajar.

— He traído tus cosas —miro la bolsa que me pertenece —te las dejaste en la academia y tenemos que hablar.

Cogiendo la bolsa, aún manteniéndome firme ante la idea de mirarle a la cara, negando con seguridad cierro la puerta, apoyando mi frente en la madera, sintiéndome tan mal, mareado, mi pecho ardiendo hasta mi garganta. Por un momento temo expulsar lo poco que mi estomago contiene. Por suerte eso no pasa, ignorando los llamados de Yeosang, llegando a la sala donde me dejo caer sobre el sofá, tumbado, conectando la alarma en mi móvil para dentro de tres horas, durmiéndome con la bolsa con mis cosas a mi lado en el suelo y mi móvil en mi regazo bajo la manta con la que me tapo sin surtir el efecto que necesito, no dando el calor suficiente a mi cuerpo atacado por un frio inmenso.


Termino de atender a la nueva clienta, una encantadora anciana que se lleva un bonito preparado por mi mismo de petunias, inclinándome a modo de respeto, despidiéndola con una sonrisa que no hace más que despertar una vez más el dolor de cabeza que he dejado de sentir ya hace mucho, sentándome en la silla a mi espalda, viendo a mi hermano pequeño parar frente a mi.

— Tienes mala cara Seonghwa —niego bebiendo un poco de agua —¿dónde está mama?

Señalo en la dirección en la que se encuentra, tapando la botella, poniéndome en pie cuando se aleja, sosteniéndome por un momento al mostrador cuando el mareo vuelve a mi, avanzando, notando mis piernas pesadas con cada paso que doy, deteniéndome en uno de los muchos cajones llenos de flores, colocándolas de forma correcta, presionando de un momento a otro mi mano en mi estomago, perdiendo las pocas fuerzas que me quedan, tosiendo sin control, cerrando los ojos, tratando sin éxito ponerme en pie, cayendo así en un profundo y gélido sueño, temblando, incapaz de dar calor a mi tenso cuerpo, dolorido incluso.


Algo frio presiona sobre mi frente, goteando demasiado cerca de mis ojos. Intentando moverme, temblando por la sensación de frio, busco con un vistazo donde puedo encontrarme, reconociendo la habitación como la mia, a mi hermano sentado a mi lado en la cama, cruzado de piernas, leyendo en voz alta algo que ni quiero comprender ahora mismo.

— ¿Qué hago aquí? —horrible es como suena mi voz —¿y tu?

— Tu te has desmayado en la tienda de mama y yo estoy aquí para cuidarte —me acerca una botella, la cual rechazo aunque tenga la boca seca —mama me ha pedido que te cuide mientras va a por medicina para que te tomes. Ha llamado a la academia y ya ha avisado que no iras hasta estar mejor. Yeosang ha venido pero tenia que irse asique solo ha dejado una cosa para ti antes de irse.

— Tiralo. No quiero nada suyo —me tapo hasta la cabeza —es un idiota insensible.

— ¿Habéis peleado?

Niego bajo la manta, abrazándome a mis piernas, respirando profundamente, cubriéndome boca y nariz cuando un estornudo escapa, doliéndome más la garganta, la cabeza incluso, odiándome a mi mismo ahora por haber sido tan idiota, por regalarle esas orquídeas, destapándome por completo cuando la necesidad de ir al baño se hace presente, estrellándome contra el suelo en un intento por ponerme en pie, teniendo que ser ayudado por mi hermano pequeño para poder llegar al baño, arrojando lo poco que mi estomago contiene, volviendo con su ayuda a la cama no mucho después, tomando de nuevo bajo la manta mi móvil, ignorando sus mensajes, esos que muestran un interés que no me creo, respondiéndole con un ahora mismo no estoy para aguantar tus rechazos ni falsa preocupación dejándolo en silencio a mi lado, mirando a mi hermano haciendo sus deberes, a mi madre llegar poco después, abrazándome a su cuerpo después de tomar mi medicina, de colocar incluso una mascarilla que deberé llevar todos estos días que esté sintiéndome así o peor, durmiéndome cuando un paño nuevo y húmedo descansa en mi frente, sabiendo que mis treinta y nueve de fiebre no bajarán en pocas horas al igual que la gripe junto al resfriado que tengo tampoco se curará en días.

El dolor en mi corazón tampoco desaparecerá en minutos, ni horas, ni días. Ni semanas incluso.

Estar enamorado es un sentimiento bonito, pero también una dolorosa catástrofe.

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