Narra Jennie:
Cuando me desperté, empezó a llover. Lo bueno es que era sábado y no teníamos instituto. Suspiré. Miré a Lisa, que ya se había despertado y estaba con su libreta haciendo los deberes. Dijo que, como no quería perder tiempo en la tarde, se despertaría a las siete para hacer los deberes. Eran las ocho y media y ella aún estaba ahí, en el sillón de mi habitación estudiando. Me volví a dormir, pues tenía demasiado sueño como para levantarme y hacer algo productivo. Escuché como Lisa dejaba su libreta en la mesa y se acercaba a mí.
—Jennie, me acaba de llamar el medico, antes de que te despertaras. Mi madre ha muerto.
—¿¡Cómo!?—me levanté al instante. Lisa me miró. Ahora entendía el porqué de sus ojos rojos y el porqué de sus notables ojeras. Ni ella ni yo podíamos. La abracé tan fuerte que pensaba que podríamos partirnos en ese momento. Ella hundió su cabeza en mi hombro y se puso a llorar. Yo le acariciaba la cabeza con ternura. No me gustaba nada ver a Lisa llorando. Al fin y al cabo, yo también estaba por llorar.
—Me llamaron... el médico estaba nervioso...—tartamudeó—me... me dijo... que mi madre.... me dijo: "e... ella ya... ya no... no está acá..." y... yo me puse... puse... a... llorar... Mierda.... Jennie...
—Lalisa... lo... lo siento muchísimo...—le susurré. Nos quedemos abrazadas hasta que escuchamos la puerta abrirse. Nos giremos las dos, con la cara llena de lágrimas. Mi madre nos miró.
—¿Os... os encontráis bien?—preguntó.
—¡No!—gritamos a la vez. Costosamente, expliquemos a mi madre todo. Ella nos entendió y nos animó. Salió a hablar con los de el ayuntamiento, para hacer oficial que: Lalisa Manoban ahora es mi hermanastra...
Fuimos al entierro de su madre, y Lisa no paró de llorar hasta que lleguemos a casa y se resguardó en mis brazos. No nos separemos hasta que hubo comida. A Lisa, por primera vez, se le iluminó la cara al escuchar que íbamos a cenar pizza. Suspiró y empezó a zampar pizza mientras sollozaba "¡Ay, mi mamá!" Y yo ahí. Comiendo pizza poco a poco y sin atragantarme en el intento. Lisa se quedó dormida en el sofá y no quisimos molestarla, así que la dejemos dormir allí.
Apenas había amanecido y ya estaba Lalisa dando vueltas por la habitación. Primero, se sentó encima mía, luego, se puso a bailar y después se fue a llorar a una esquina de la habitación. ¡Que bipolar de repente! Total, me levanté, fui a donde ella lloraba y la besé. Sí, me gustaba besar a Lisa y nada me lo impedía. Se suponía que ella ya podía dormir en su nueva "habitación" porque la habíamos arreglado. Ella juró, que a partir de esta noche, dormiría allí. Me correspondió al beso torpemente, pero logró el ritmo. Todo iba tan perfecto hasta que, llamaron a la puerta. Nos separemos y yo, disimuladamente, me volví a la cama y me hice la dormida. Lisa se secó los labios e hizo como si leía un libro. Pero luego resultó que nos lo habíamos imaginado; la puerta no había sonado. Nos miremos y luego reímos. Me gustó ver a Lisa reír.
Decidimos salir a dar una vuelta por la calle, así que fuimos al parque. Había bastante gente ese día por allí. Nosotras nos sentemos en un bar y pedimos lo primero que vimos en la graaaan carta. En total: un helado y unas galletas.
Yo cogí las galletas y Lisa el helado. De vez en cuando, Lisa hacía muecas de decepción, y otras veces, sonreía a los niños del parque. Yo tan solo la miraba a ella. Lisa se quiso levantar al aseo.
—Jen, voy al aseo, ¿ok?—me dijo. Yo asentí.
Se fue a levantar de la silla, pero tropezó y tanto ella como su helado acabaron en el suelo. Me levanté corriendo a ayudarla. Por suerte, nadie salió herido y pedimos otro helado. Lisa fue al baño y volvió sana y salva, sin caídas. Mi madre me llamó para decirnos que volviéramos a nuestra casa, porque tenía una sorpresa. Yo le conté a Lisa y las dos fuimos corriendo hasta la casa y allí, llamemos al timbre como tropecientas veces. Mi padre nos abrió la puerta y subimos hasta el piso.
La puerta ya estaba abierta, con lo que pudimos entrar rápido y sin problemas. Al entrar, vimos a mi padre, a mi madre y a una chica desconocida sentada en el sofá de la casa.
—Les presentamos a Jisoo, la nueva sirvienta—dijo mi padre posando su mano sobre el hombro de la chica.
—¿¡Jichuuu!?—exclamó Jennie nada más ver a la chica—Jichu... ¿que haces acá?
—¡Lisa!—dijo la sirvienta—¡Hola! Cuánto tiempo...
—Parece que ustedes ya se conocen...—dijo mi madre. Miré a Lisa, buscando alguna explicación, pero ella estaba demasiado concentrada en mirar a la sirvienta—Bueno, a partir de ahora, Jisoo será la que cocine, limpie y cuide de ustedes ahora que Lalisa es parte de la familia.
—Así es—dijo Jisoo—Estoy encantada de conocerla, Kim Jennie.
—Igualmente...—musité. Lisa me miró y hizo un puchero. Probablemente notó que Jisoo no es que me agradara del todo.
—¿Jisoo, que tienes pensado hacer hoy de cenar?—preguntó mi madre para poner a prueba a la sirvienta.
—Unos fideos Kimchi—dijo animada Jisoo—prometo que os encantarán.
Hizo una reverencia, se levantó del sofá, y, sin antes mirarme, se metió a la cocina. Cogí a Lisa del brazo y acerqué su oreja a mi boca.
—¿De que la conoces?—susurré—.
—Del instituto. Fue mi profesora de inglés sustituta por unas semanas. Es maja—dijo Lisa. Sentí rabia, no se porque. Nosotras teníamos entre 15 y 16 años (Yo 15, Lisa 16) y Jisoo tenía por lo menos unos 18. No me caía bien.
—Vale—me separé de Lisa, pero ella agarró mi brazo y, cuando mis padres se fueron de la sala, me besó.
—Jen, no te enfades, Jisoo te va a caer bien. Además, yo te quiero solo a tí.
Sonreí y besé su frente. Luego, disfrutemos de unos fideos Kimchi que no estuvieron para nada mal. Alomejor esa sirvienta sí valía la pena...
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¡¡Holiiii!! Últimamente ando muy pero que muy cansada, y es que verán; tengo que practicar cinco coreografías, tengo que estudiar, deberes, libros que actualizar, problemas familiares... uffff... pero bueno, siempre tengo un hueco para ustedes.💫💜¡¡Gracias a todos los que estáis leyendo!!💜💫