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Narra Lisa:

Desperté más o menos a las cuatro de la madrugada, porque noté la suave brisa que entraba por la ventana. Estas semanas, hacía bastante frío y hacía que todo mi cuerpo temblara completamente. Jennie estaría en su habitación, durmiendo. Suspiré y mire por la ventana que había en la habitación de invitados. La verdad es que la habitación, para ser de visitas, era preciosa. Yo dormía en una cama individual (la de Jennie era doble, que morro que tiene) y hacía las tareas en un escritorio de madera. Mi armario era pequeño, pero mis cosas cabían de sobra en él. De hecho, me sobraba tanto que podríamos meternos Jennie y yo al armario (no lo malpiensen) y cabríamos sin problemas. Rebusque a ciegas en la mesilla de noche hasta encontrar mi teléfono y miré la hora: las tres y media de la mañana. Apoyé mi cabeza en la pared y me puse a jugar a videojuegos en el iPhone 7 que tenía. Quería pasar el rato sola, hasta que oí un ruido a través de la ventana. Me levanté de la cama (casi me parto la pierna con la pata del escritorio) y me asomé a la ventana. En lo primero que me fije fue en un gato callejero, pero luego, al aguzar un poco el oído, escuché a alguien llorar y gritar. Me giré en busca del sonido.

—¡No!—exclamaban—¡Suéltame!

Encontré de donde venía el sonido y el corazón se me paró. Vi a Jennie tratando de zafarse del agarre de un (para mí) desconocido. No lo dudé ni un segundo. Sin calzarme siquiera, bajé las escaleras hasta donde se encontraba Jennie. ¿La estaban secuestrando? ¿Le estaban obligando? ¿Que estaba pasando?

—¡Jennie!—dije cuando hube llegado. Al salir del porche de la casa y pisar la acera con mis pies descalzos, casi me mareo—¡Suéltala!

Jennie me miró. Y suspiró aliviada. El acosador se giró y me miró también.

—¡Lisa! ¡No debes estar aquí!—gritó Jennie, pero el acosador le tapó la boca y la empujó a la pared. Jennie calló al suelo, llorando. Traté de correr a ayudarla, pero el acosador se acercó a mi. Iba encapuchado y vestía de negro.

—¿Quieres salvar a tu amiguita?—me pregunto con tono vacilón. Yo temblé. Intenté mirar a Jennie, pero el hombre se puso en medio—¿Sí?

—¡¿Quien eres?!—me atreví a preguntar—¿Porque... ¡Por que wea tienes a Jennie!?

—Porque ella se lo buscó...—dijo él—¿a que chica tan bonita como ella se le ocurre salir sola a estas horas?

Jennie ahogó un grito. Quise pegar un puñetazo al chico, pero las manos me temblaban y me era imposible. El acosador se rió y agarró mis muñecas. Me estaba haciendo daño y empecé a gritar. Hasta que oí un golpe. El chico gritó también y me soltó. Aproveché que me había soltado para empujarle y que cayera de espaldas al suelo. Vi a Jennie. Ella le había pegado un puñetazo al chico para que me soltara. El chico parecía inconsciente, porque se había golpeado con el suelo en la cabeza. Aproveché para sacar mi teléfono (lo llevaba en el bolsillo del camisón) para llamar a la policía. Abracé a Jennie mientras que me acercaba el teléfono al oído. Jennie lloraba mientras yo acariciaba su cabeza. Estábamos muy asustadas. La policía no tardó en llegar y el acosador seguía inconsciente y la policía se lo llevó. Nos preguntaron si teníamos heridas graves, y contestemos que no, porque solamente teníamos unos cuantos arañazos y yo tenía la muñeca roja.

Nos acompañaron hasta el portón, y se despidieron de nosotras. Subimos a la casa y Jennie se vino a dormir conmigo.

—Lisa... menos mal que viniste... si no, no se que habría sido de mí...—murmuró abrazada a mí—lo siento por tu muñeca... no debí salir.

—no pasa nada, Jennie.... porcierto, ¿que hacías afuera a estas horas?

—Me asomé por mi ventana y vi a un gato... no tenía comida ni agua, así que le quise llevar los restos de la cena y un poco de agua... pero me crucé con aquel hombre, que me quería llevar...

—¡Oh Jennie, menos mal que estas bien!—la abracé mas fuerte—¡Te quiero!

Ella me susurró al oído un: "yo también... y gracias de nuevo"... y se durmió. Yo seguía sin entender porque su madre tenía que trabajar por la noche... pero, ¿que se le iba a hacer? Además, la sirvienta dormía y no se entero de nada, porque la pobre, duerme en el trastero....

*****

Estábamos preparándonos para ir al instituto. Unos minutos antes, nuestra madre nos había hecho un cuestionario sobre todo lo que había pasado anoche. Después de responder y de darnos un par de abrazos, salimos de la casa hacia el instituto. Lleguemos y vimos a Rose bailando en medio de la clase. Nos preguntó que si queríamos bailar, pero le dije que no, porque la maestra estaba a punto de llegar. Rose me parece una chica muy... ¿rara? No me cae ni bien ni mal, pero por lo visto, a Jennie le cae genial. Jennie si que se puso a bailar. Hacían un bonito duo, y empecé a pensar que si Jennie se iría con Rose porque baila bien... pero Jennie no tardó en venir a sentarse a mi lado, y nos pusimos a hablar hasta que llegó la maestra. Aún seguíamos teniendo las marcas de el problemita de ayer, pero, estábamos sanas y salvas. Y nadie de la clase se había enterado, cosa que es genial, ya sabéis, para evitar las preguntas melosas.

Jennie sacó sus cosas de la mochila y me fijé en los arañazos de sus brazos. Ya dudaba si eran heridas de lo de ayer, o si eran cortes.

—Lisa... sigo teniendo miedo—susurró Jennie abriendo el libro de Matemáticas

—No pasa nada, Jen, yo estoy contigo...

 𝙼𝚒 𝚑𝚎𝚛𝚖𝚊𝚗𝚊𝚜𝚝𝚛𝚊 (𝘑𝘦𝘯𝘭𝘪𝘴𝘢) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora